Lo más sencillo es complicarlo todo – Crítica
El debut cinematográfico de Danna Paola es un desdibujado esfuerzo con miras a ser una “coming of age”, pero calamitosamente anclado en una historia superficial.
Si bien en 2008 Danna Paola tuvo un pequeño papel en Arráncame la vida, de Roberto Sneider, es con Lo más sencillo es complicarlo todo donde hace su debut en un protagónico cinematográfico, pues la mayor parte de su carrera hasta ahora había tenido lugar en televisión.
Renata es una adolescente de clase media-alta, consentida, ensimismada y, como lo enfatiza la agitada narración que inaugura la historia, extremadamente popular en la escuela, popularidad medida bajo el parámetro del cliché estadounidense: si ella no asiste a una fiesta se le considera un fracaso. Su personaje es una caricatura, un mero estereotipo de la “niña nice”, fresa y absorta en una cosa: ella misma -aunque eventualmente se le trata de suavizar e inyectar conciencia-. Por el momento está obsesionada con Leo (Alosian Vivancos, Aitor Cardoné en Club de Cuervos), el mejor amigo de su hermano, dos sexenios mayor que ella y a quien ha amado prácticamente desde la cuna. Por ello, cuando él le presenta a su prometida (Marjorie de Sousa), Renata tratará de demostrarle que es la verdadera mujer para él, pese a sus 17 años.
René Bueno escribe y dirige una puesta de tono juvenil enteramente volcada en la vida amorosa de la protagonista, quien narra en primera persona los acontecimientos de su calamidad emocional. A veces lo hace a través de una voz en off carente de intención, en otras con pequeñitas interrupciones durante las cuales mira a la cámara en “afrenta” directa a la cuarta pared. Estas intervenciones desfachatadas y muchas veces egocéntricas se completan a través de brevísimas piezas cinematográficas alimentadas por la imaginación de la protagonista; son cómicos homenajes al cine negro, el silente o a clásicos como Lo que el viento se llevó, con las versiones mexicanas de Rhett Butler y Scarlett O’Hara incluidas.
No obstante, pese a los esfuerzos de Bueno porque su comedia impregne de frescura y originalidad las salas de cine mediante su técnica, estructura y edición, posee un argumento al que es fácil anticiparse, actuaciones que de vez en cuando confunden dinamismo con frenesí e impregnan un ritmo atropellado. Además, tardan en asentarse y encontrar un tono propicio, pues la química entre Danna Paola y Daniela Wong en el rol de su despistada mejor amiga toma tiempo en aparecer y tampoco parecen tener mucho en común, aunque el lenguaje que manejan es natural y un certero reflejo del ambiente y la clase social a representar, no por ello exenta de clichés.
Lo más sencillo es complicarlo todo es un desdibujado esfuerzo con miras a ser una “coming of age”, fructífera al retratar el egocentrismo imperante en la adolescencia y la ceguera desprendida de una adicción amorosa que parece eclipsar el mundo, pero calamitosamente anclado en una historia superficial.