Leatherheads – Crítica de la película
La tercera película dirigida por George Clooney que narra los comienzos del deporte Americano. Lejos de ser un icono cinematográfico como Buenas noches y buena suerte, Leatherheads logra entretener de principio a fin.
Crítica de la película Leatherheads.
Dando un giro de 180 grados con respecto al tono grave de su Buenas noches, y buena suerte, George Clooney, dirige por tercera ocasión, ahora en la muy disfrutable y divertida Leatherheads. Promovida como una película de deportes acerca de los primeros días del futbol americano, es también un homenaje cargado de nostalgia a las geniales comedias de enredos de los años 30 y 40, como Luna nueva, Las tres noches de Eva, The Front Page y Sucedió una noche.
Evocando su personalidad cautivadora estilo Cary Grant, Clooney interpreta a un jugador de futbol americano entrado en años. La historia se desarrolla en la década de 1920, cuando el deporten era joven y no había regulación alguna. Para recuperar patrocinios, Dodge Connolly (Clooney) convence de entrar a su equipo a un joven, Carter Rutherford (Jon Krasinksi), estrella universitaria y héroe de guerra. Un obstinada reportera, Lexi (Renee Zellweger) aparece en la historia con un objetivo propio en mente: lograr una “primicia” al desacreditar al supuesto héroe de guerra y dejarlo en evidencia como un fraude. Desde luego, al avanzar la película, todo el mundo obtiene más de lo que estaba buscando, en medio de un torrente de juegos de americano (aquí, sin protecciones acolchonadas), peleas de bar con golpes a discreción -gratis para todos-, borracheras peligrosas, triángulos amorosos y conversaciones ardientes.
¿Es acaso Leatherheads una experiencia cinematográfica destinada a la inmortalidad? No, pero es como un entretenido paseo. Clooney parece estar disfrutando muchísimo a cuadro, y podemos imaginar que también detrás de la cámara. Él conoce muy bien sus encantos y se auto-retrata de una forma casi satírica, con esa sonrisita sarcástica y mirada de diablillo, a toda hora: ya sea en un momento romántico frustrado o en los lodosos y salvajes campos de juego.