Land: Tierra de nadie – Crítica
Las carreteras desiertas de Nuevo México son el escenario de Land, un western de violencias ancestrales que reflexiona sobre la identidad y las fronteras internas de EUA.
Cualquiera que haya cruzado alguna porción de los Estados Unidos por carretera se habrá percatado de una curiosa condición de sus fronteras internas: son invisibles al ser de libre tránsito pero, al mismo tiempo, están siempre a la vista. Las líneas imaginarias que dividen a las reservas de indígenas nativos (Indian Reservations) del resto del país son las más notorias: más que fronteras políticas, son heridas abiertas. Llevan tanto tiempo sangrando a la intemperie, que han dejado de ser problema y se han empolvado en algún lugar entre el olvido, la desidia y el paisaje.
Tierra de nadie, el tercer largometraje del iraní Babak Jalil es el primero que rueda en Estados Unidos y se ubica en una reserva ficticia de Nuevo México, la Prairie Wolf Indian Reservation. Ahí viven la familia Denetclaw, un clan de tres hermanos, dos de ellos casados y todos gobernados por la mirada sabia, dura y compasiva de la matriarca, Mary “Águila amarilla” Denetclaw (Wilma Pelly, de la serie Fargo). La madre ha aprendido a aceptar y gobernar a sus hijos con todas sus fallas encima, al grado que cada mañana, maneja hasta las fronteras de la reserva para dejar a su hijo Wesley, alcohólico, (el debutante James Coleman) a una polvosa licorería de carretera, como si lo dejara en el colegio.
Nadie habla del hijo menor, Floyd, aunque intuimos que es el único orgullo de la madre: pelea bajo bandera americana en Afganistán, lo que significaría beneficios para la familia si regresa con vida y, quizá, con alguna medalla. Pero una dramática vuelta de tuerca tira la primera ficha de dominó en una cadena de eventos que involucran a los Denetclaw, a una familia blanca propietaria de algunos negocios que rodean a la Reserva, así como a un militar que es el enlace burocrático entre Floyd y su familia. A paso de armadillo y con el único sonido del viento sobre las piedras, la tensión crece, anidando violencias de todo tipo: el segundo hijo, Wesley, aguarda en silencio el momento de cobrar una venganza, mientras por los caminos viajan historias de una familia de blancos que está cazando indios nativos para desollar.
El Nuevo México rural que vemos en pantalla, con su paisaje de tierra dura que no parece haber cambiado desde el mesozoico, ha sido escenario de películas tan distintas como La sal de la tierra (1954), Pat Garrett y Billy the Kid (1973), High Noon: A la hora señalada (1952), El hombre que cayó a la tierra (1976), Sicario (2015) o Contacto (1997). Todas tienen como hilo común una sensación de soledad, algunas, de rencor latente y muchas de ellas podrían describirse como westerns. Tierra de nadie bien podría inscribirse en este terreno, con una diferencia notable: mientras que en sus películas paisanas, nuestra mirada está enfocada desde los ojos de Gary Cooper, Kevin Costner, Clint Eastwood o John Wayne, aquí compartimos el punto de vista de los habitantes nativos de la reserva, aquellos que fueran los malos en el western tradicional. Al subvertir así los cánones de esta tradición –la más americana del cine–, Land queda más cerca de títulos como Enemigo de todos (2016) o Songs my Brothers Taught Me (2015), que se han acercado a las culturas nativas de Norteamérica desde la empatía y no desde la amenaza.
Babak Jalil conoce bien los códigos y atmósferas de dicho género, y para su primera incursión en territorio comanche se pone al lado de alguien que los conoce aún mejor: la estupenda fotógrafa Agnès Godard, quien antes de ser cómplice de Claire Denis, fue asistente de cámara para Wim Wenders en París, Texas (1984) y fotógrafa de Los insólitos peces gato (2013) de Claudia Sainte Luce: dos películas en las que la carretera es coprotagonista. En Tierra de nadie, Godard construye un estilo pictórico de cuadros amplios y abiertos llenos de aire, cámaras fijas y composiciones casi estáticas que apenas son animadas por perros sin hogar, moscas volando o un grifo de agua que se ha dejado abierto. Su universo aquí es el de casas de Edward Hopper, pero que hace tiempo no pueden pagar la renta.
Coproducida por la casa mexicana Piano, Tierra de nadie cuenta entre sus productores a Julio Chavezmontes (Tiempo compartido; Nuestro tiempo), Gabriel Stavenhagen (Resurrección) y Alejandro Sánchez de la Peña (Sonora; La cuarta compañía), y fue estrenada en la sección Panorama del pasado Festival Internacional de Cine de Berlín.