La rebelión (Captive State) – Crítica
Una propuesta original entre un mar de secuelas, adaptaciones y spin-off, sin embargo se pierde entre la ambición de lograr un thriller político sci-fi.
La ciencia ficción siempre juega con ideas que pueden ocurrir en un futuro próximo –incluso en un pasado, si hablamos de viajes en el tiempo, o en otras dimensiones–. Para La rebelión, su director Rupert Wyatt junto a la guionista Erica Beeney presentan una historia original en donde una invasión alienígena ha logrado triunfar sobre la humanidad y ahora nosotros somos esclavos en nuestro propio planeta.
La película comienza con una familia que intenta escapar de dicha fuerza extraterrestre, sin embargo los únicos sobrevivientes son sus hijos. Nueve años después, uno de los hermanos ha perdido la vida, mientras que el otro forma parte de un grupo de resistencia. John Goodman es un comandante de la policía que ahora trabaja para los alienígenas, a los cuales aquí no se les conoce como extraterrestres, sino como “Los legisladores”.
A partir de ahí La rebelión comienza a bajar por una larga y complicada espiral de teorías de conspiración, aliados, nombres y presentación de personajes. Todo esto se vuelve muy confuso a partir del minuto 30, y no solamente para quien escribe esta crítica, sino para las personas que estaban a su lado, quienes constantemente teníamos que responder nuestras dudas como: “¿Y él quién era? ¿Para qué querían esa libreta? ¿Pero no había muerto antes? ¿Soy yo o no le estoy entendiendo nada?”
Porque al final, lo que fue una idea interesante (la invasión alienígena ya pasó, ahora hay que vivir como esclavos) pasa a segundo plano para explotar más el concepto propio de la rebelión ante un gobierno autoritario sea de este planeta o no. Constantemente la película habla de eventos o personajes que nunca llegan a aparecer en pantalla, teniendo que completar la información, pero no de una manera en la que el director podría decir “me gusta tratar a mi público de forma inteligente sin darles todo para que no piensen”, sino que realmente no podemos seguir constantemente lo que está sucediendo entre nombres y locaciones.
Pareciera que Rupert Wyatt cree que la audiencia es parte de este gobierno alienígena autoritario por lo que no prefiere ofrecer la mayor cantidad de información para disfrutar la cinta, y es entonces cuando nos sentimos que estamos en una charla con otras dos personas pero nosotros no estamos invitados y sólo debemos asentir cada que sucede algo importante.
El diseño de los alienígenas es por momentos apantallante, sin embargo se pierde entre tanta oscuridad y poca nitidez de los mismos, lo que pierde su efecto aterrador. Mientras que el cast humano no sobresale ya que no se les da mucho desarrollo de personaje, salvo el ya mencionado John Goodman y Vera Farmiga.