Buscador
Ver el sitio sin publicidad Suscríbete a la revista
Cine

La mula – Crítica

25-01-2019, 5:47:12 PM Por:
La mula – Crítica

La mula es significativa por tratarse no sólo de la despedida de Eastwood como actor sino de una que lo muestra tendiendo la mano hacia todo lo diferente.

Cine PREMIERE: 3
Usuarios: 5
Votar ahora:

En años recientes Clint Eastwood se ha convertido en una figura controversial. Sus películas militares han sido entendidas como panfletos para unirse a las fuerzas armadas y sus apariciones en público refuerzan la imagen de él como un reaccionario enfrentado con la modernidad. Sinceramente, Francotirador (2014) y 15:17 Tren a París (15:17 to Paris, 2018) sí cometen graves errores que hacen a uno dudar de las intenciones de Eastwood. En la primera, aunque la guerra es representada como un abandono y un infierno, la deshumanización del antagonista iraquí es evidente en el contraste entre su ropa y la del protagonista estadounidense: uno se viste de negro y el otro de blanco, como si se tratara de la batalla entre un malo y un bueno. En la segunda, la idealización de un grupo de jóvenes estadounidenses —dos de ellos militares— parece afirmar que su cristiandad y su experiencia bélica los hace automáticamente heroicos. El elogio mata la complejidad.

la-mula-critica

Este contexto le da al más reciente filme de Eastwood un sentido muy importante en su filmografía. Si las películas de la última década han hecho un esfuerzo torpe por comprender a los conservadores, La mula nos muestra a un viejo veterano de guerra intentando encajar en un mundo que no entiende. Al principio de la película un montaje —acelerado y elíptico, como el resto de la película— nos explica que el personaje principal es un florista exitoso que de repente se ve rebasado por el comercio en internet. Desafortunadamente se trata de un lugar común que no nos permite ver a Earl Stone (Eastwood) como algo más que una víctima de sus circunstancias, sin embargo la negligencia con la que ha ejercido el rol de padre y esposo equilibra su perfil más adelante.

La decadencia de su negocio obliga a Earl a buscar nuevas oportunidades, pero, ¿quién va a apoyar a un viejo florista que apenas si sabe utilizar un teléfono celular?, parece preguntarnos Eastwood. El narcotráfico ofrece la respuesta. Earl comienza a transportar drogas para un cártel mexicano y, dada su apariencia física y su edad, además de su experiencia viajando por carretera, su trabajo resulta fácil e incluso placentero. Es aquí donde Eastwood, al igual que en sus recientes películas sobre soldados, resulta ingenuo y, por ello, propenso al cliché. Earl pronto se convierte en el empleado consentido de un capo interpretado con elegancia por Andy García, y además comienza a darle consejos a un joven gangster para que cambie de vida antes de acabar en prisión o asesinado. El hombre común, sugiere la película, es un sabio que otros no han sabido escuchar. Me parece la idea sentimental de una película sentimental pero que al menos contiene un aspecto interesante: la adaptabilidad del protagonista.

Eastwood utiliza la historia real de un narcotraficante octogenario para abordar en pequeñas escenas la dificultad de navegar un lenguaje nuevo y unas costumbres desconocidas, pero también sobre la voluntad de intentarlo. Durante sus viajes Earl se topa con un grupo de motociclistas lesbianas y una pareja que le explica la terminología correcta para referirse a la gente afroestadounidense. Sin pensarlo mucho, el viejo protagonista se acostumbra de inmediato a lo nuevo. Quizá la escena más reveladora de la consciencia política del filme es una donde un automovilista de origen mexicano es detenido por agentes de la DEA que buscan a Earl y les ruega notar que está cooperando para que no le disparen. Un cineasta conservador como Ruben Östlund habría enfatizado la peligrosidad de los inmigrantes pero Eastwood prefiere resaltar la tendencia de la policía estadounidense a perseguir estereotipos raciales. Entonces La mula no es un regreso del hombre que ha apoyado el matrimonio gay, el aborto y el control de armas de fuego —en realidad siempre estuvo ahí— sino un cambio en su discurso: si antes Eastwood intentó comprender a la derecha desde la dirección, ahora él mismo se pone en la pantalla como el conservador aleccionado. Ambas estrategias parten de la misma intención conciliatoria que lo llevó a realizar dos filmes sobre la batalla de Iwo Jima: uno en inglés, otro en japonés.

Sus fallas no son pocas y me sería imposible defender su permanencia en la historia pero La mula es significativa por tratarse no sólo de la despedida de Eastwood como actor sino de una que lo muestra tendiendo la mano hacia todo lo diferente. El cine podrá prescindir de la película pero no nuestro tiempo.

Comentarios