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La montaña: Siete zapatistas viajan a Europa en esta película de Diego Enrique Osorno

23-09-2024, 9:23:38 PM Por:
La montaña: Siete zapatistas viajan a Europa en esta película de Diego Enrique Osorno

En entrevista con CIne PREMIERE, el galardonado documentalista Diego Enrique Osorno habla sobre la experiencia de viajar durante siete semanas en un barco pesquero, junto a miembros del EZLN.

En mayo de 2021, zarpó de Isla Mujeres, Quintana Roo, una embarcación con siete indígenas a bordo: cuatro mujeres, dos hombres y una persona no binaria. Tenían en común ser integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y habían sido elegidos por sus comunidades para salir al encuentro con “el otro”, o más específicamente, con el Viejo Mundo. El barco en el que viajaban —uno construido a principios del siglo XX— surcó durante varias semanas las aguas del Atlántico rumbo a Europa. De lo que se habló, vivió y reflexionó a lo largo de semejante travesía, quedó registro en la película La montaña, dirigida por el reconocido periodista y documentalista mexicano Diego Enrique Osorno.

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Durante dos décadas, el oriundo de Monterrey —autor de libros como La guerra de Los Zetas y realizador de documentales como Vaquero del mediodía— ha dedicado buena parte de su labor periodística a seguir los pasos del movimiento zapatista. A través de la serie documental 1994, que él escribió y dirigió, pudo incluso ahondar en la rebelión indígena chiapaneca y sus repercusiones en la vida social y política del país. Fue aquél, a fin de cuentas, un evento que —al igual que el asesinato de Luis Donaldo Colosio y la entrada en vigor del TLCAN— definió «el país que somos hoy en día, para bien o para mal», en palabras del propio Osorno.

Su amplia familiaridad con el EZLN fue quizás lo que le mereció una invitación a formar parte —en calidad de cronista— del insólito periplo del denominado Escuadrón 4-2-1 con destino a Europa. No importaba que “ese tipo no tuviera ni la menor idea de lo que era la navegación marítima, que ni siquiera supiera nadar y que fuera tan irresponsable como para decir que sí”, bromea Osorno en entrevista con Cine PREMIERE.

“Ellos [los zapatistas] tienen sus propios documentalistas, que son un colectivo que se llama Los Tercios Compas. Pero me parece que un poco siguiendo el espíritu de la propia iniciativa —que es una travesía para ir a conocer otredades—, pensaron que sería buena idea que alguien desgarbado, del norte del país, que ha intentado reportear y documentar su lucha en los últimos 20 años, estuviera ahí”.

Una montaña en medio del Atlántico

La expedición en altamar tuvo una duración de 52 días, desde su salida de México hasta su llegada a la ciudad costera de Vigo en España, el 22 de junio de 2021. Se trataba de una época en que la pandemia de COVID-19 se hallaba todavía en su apogeo, por lo que —de acuerdo a lo que se menciona en la película La montaña— era incierto no sólo si los dejarían desembarcar, sino si todavía habría planeta cuando volvieran a tocar tierra. Cabe recalcar que fueron casi dos meses de aislamiento; una docena de personas, conviviendo en un mismo bote, en medio de la nada.

«A los 20 días de estar en altamar, me pasó que de repente ese barco en el que íbamos —ese viejo velero alemán de más de 100 años de antigüedad, más viejo que el Titanic— se volvió una montaña. Yo me sentía genuinamente en una montaña», nos confiesa el cineasta regiomontano.

Montañas, Osorno conoce de sobra. En ellas, anteriormente ha experimentado «esa agitación, esa emoción de estar ahí», en un punto apartado de los grandes asentamientos humanos. «Te vienen recuerdos poderosos del pasado y también prospectivas o sueños o delirios de lo que puede o no ocurrir en el futuro», explica con aire reflexivo. Eso mismo sintió a bordo del Stahlratte —que es el nombre de la embarcación—, donde las conversaciones entre sus tripulantes iban desde anécdotas sobre el levantamiento zapatista en los años noventa hasta pensamientos en torno al provenir de la humanidad.

«Estábamos [sumidos] en tres tiempos», subraya el laureado documentalista. Pasado y futuro se intercalaban con un presente de alerta constante, ya que «en el barco tienes que estar vivo. Si no, te caes o te vas por la borda y ahí te quedas». Aparte, todos los navegantes, incluidos Osorno y la cinefotógrafa María Secco (Temporada de huracanes), debían apoyar en las labores rutinarias de limpieza, cocina, mantenimiento, etc., aunque no sin antes terminar de adaptarse a las incómodas condiciones marítimas que, para los neófitos, suelen acarrear malestares físicos hasta cierto grado incapacitantes.

«Los primeros días, fue de adaptar nuestros cuerpos y nuestras mentes un poco a los estragos de la salida, que no fueron pocos, la verdad», rememora el director. «Los zapatistas [que hasta entonces no conocían el mar] se adaptaron muy rápido, pero yo me sentía muy apenado, con mucha vergüenza de que quien supuestamente iba a ser el cronista del viaje, pues estuviera ahí tumbado y no pudiera ni siquiera tomar apuntes de lo que estaba pasando».

Un barco que oscila entre lo épico y lo íntimo

En 1903, las olas mecieron por primera vez el casco del Stahlratte, cuando todavía no se llamaba así y era un simple barco pesquero en el Mar Báltico. Una asociación civil alemana lo adquirió, nombró y remodeló varias décadas después, con el objetivo de «llevar personas con cierto sentido idealista por diversos lugares del mundo», platica Osorno a Cine PREMIERE.

Ya entrados en el siglo XXI, Ludwig, su capitán, optó por quedarse en el Caribe y hacer del Stahlratte su medio de subsistencia. Se dedicó, por ejemplo, a prestar servicio a motociclistas que querían «cruzar de la parte continental americana a Cuba, Jamaica o alguna de las islas caribeñas». Más tarde, cuando Ludwig y su tripulación teutona barajaban la posibilidad de volver a Europa de manera definitiva, el EZLN solicitó enviar al Escuadrón 4-2-1 con ellos.

«El capitán estaba a punto de dejar la navegación para irse a sembrar tomate —creo que eso es lo que está sembrando— en una montaña de Galicia, y coincidió con la búsqueda que estaban haciendo los zapatistas de un barco con ciertas características y que pudiera llevar esta delegación [a Europa]. Entonces, este viaje es también el último viaje que hace esta tripulación de marineros alemanes, en lo que para ellos era el Stahlratte, y para los zapatistas, ‘La Montaña’».

A ojos de Osorno, la película La montaña se concibió a partir de dos sensaciones principales. Por un lado, la del “viaje épico zapatista”, el cual es relatado por el Subcomandante Galeano —antes Marcos, líder del EZLN y que participa en el documental como la “voz histórica” del movimiento— y por la primera actriz Ofelia Medina, en cuya voz se escuchan las bitácoras de navegación. “Ellos van haciendo la épica del zapatismo”, dice el director sobre aquella dupla narradora. “Ofelia, con esta voz oceánica y hermosa que tiene, va como envolviendo el barco”.

Por otra parte, hubo también una sensación de intimidad, nacida del testimonio de los indígenas a bordo del Stahlratte, quienes durante la larga travesía marítima platicaron con Osorno (entre otras cosas) sobre su vida cotidiana en las montañas de Chiapas.

«A mí me gustaba mucho [la idea de] mantener la película como en esta tensión de lo épico y lo íntimo, y no necesariamente llevarla, como he hecho en otros trabajos, por una vertiente más informativa o más explicativa de las cosas. [Lo que yo intenté fue] transmitir la sensación de montaña que yo tuve a partir de lo épico y lo íntimo que fui sintiendo durante el registro».

Una cámara naturalista y no colonialista

Hoy en día, los objetivos del EZLN son «enfocarse en la construcción de la autonomía y paz de sus comunidades» y «crear redes civiles de resistencia global en contra del neoliberalismo», según se lee en las notas de producción de la película La montaña. Ahora, mucho más importante que los pasamontañas y las armas de fuego, es el diálogo y el entendimiento lo que caracteriza a los zapatistas, en su intento por «rehacer un mundo enfermo”, aquejado por el individualismo y la voracidad.

En apego a tales lineamientos, Diego Enrique Osorno y María Secco —las únicas dos personas del equipo de producción que viajaron en el Stahlratte— se propusieron que la cámara no fuera jamás invasiva ni avasalladora. «Hubiera sido el colmo que hiciéramos eso que luego sucede con ciertas miradas documentales [en donde hay] una cámara colonial, o una cámara colonialista, que quiere como conquistar al otro», nos comenta el cuadragenario realizador.

“Nuestra cámara —y eso en buena parte es gracias al gran ojo de María— no es una cámara invasiva. Pese a que estuvimos en un espacio muy reducido durante tantos días seguidos, tratamos de mirar el viaje y a las personas que protagonizaban ese viaje con cierto naturalismo. Como si la cámara fuera otro marinero a bordo y no un dispositivo buscando la estridencia, buscando la acción, buscando remarcar o exhibir algo per se”.

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Ya llegados a costas españolas, el crew de La montaña se separó de los zapatistas en la segunda parte de la expedición y volvió a México. No obstante, Osorno procuró mantenerse informado sobre lo que sucedió con aquélla y otras delegaciones del EZLN que vinieron después. Y hasta donde él sabe, hubo en tierra firme mucho de lo que se vivió al interior del Stahlratte: una “dialéctica rica” entre la visión indigenista de los visitantes y la mirada eurocéntrica de los anfitriones.

“A nosotros nos tocó presenciar desde el propio barco, en el propio barco, el encuentro de los zapatistas con la tripulación europea”, enfatiza Osorno. “Eso fue un preámbulo de lo que seguramente encontraron al desembarcar en Europa y recorrerla”.

La película La montaña se exhibe actualmente en cines. Próximamente se publicará el libro En la montaña, escrito por el mismo documentalista, con base también en las siete semanas que pasó junto al Escuadrón 4-2-1 en altamar.

autor Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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