Los Cabos 2019: Diego Enrique Osorno, la transición del papel a la pantalla
El aclamado periodista Diego Enrique Osorno platicó con Cine PREMIERE sobre los mitos de la escasa lectura y la responsabilidad de quien cuenta historias.
La libertad del diablo fue un documental elogiado por, sobre todo, contar desde la vista de algunos asesinos involucrados en el narcotráfico, el asesinato de civiles. Incluso de infantes. Se trataba de la segunda vez que el periodista Diego Enrique Osorno adaptaría una de sus obras periodísticas a la pantalla grande. Sin embargo, el impacto de aquél documental dirigido por Everardo González, fue clave en el reconocimiento actual que tiene no sólo como periodista, sino como guionista y director, después de su debut con la serie de 1994 para Netflix.
El periodista Enrique Osorno, invitado de honor del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, platicó con Cine PREMIERE en exclusiva después de la Master Class que ofreció durante el festival. La reflexión giró en torno a la profesión del periodista, la responsabilidad de la audiencia y la sociedad con respecto al consumo de información y nos habló sobre las entrevistas más difíciles de conseguir y procesar a lo largo de su extensa carrera.
Tu labor es una muestra de cómo el periodismo puede inferir en decisiones de diferentes esferas de la sociedad, incluso hoy en día en el que esta profesión se rige por la inmediatez. ¿Cuál crees que sea la principal misión del periodista actualmente?
Hoy más que nunca el periodista debe enfocarse en la misión principal: informar. Siento que la configuración del mundo y la manera en que accedemos a la información está dificultando el que los periodistas hagamos nuestra labor más básica. Todo es tan veloz, que no hay tiempo de investigar, profundizar, y por ende, informar bien a la sociedad. Y la sociedad está siendo cada vez menos exigente. Se conforma con un texto que lee en 30 segundos y con eso, cree que está informado, pero no es así. Creo que nosotros como profesionistas, debemos reflexionar sobre cómo informar de una manera en la que logremos crear conciencia en el lector y despertar la imaginación política de la audiencia.
Y una vez que el periodista recuerda la esencia de su profesión y entrega investigaciones más profundas, ¿cómo lograr que la sociedad, ya acostumbrada a la inmediatez, se interese en ellas?
Tiene que ver mucho con los formatos tecnológicos. Sin embargo, este año entregué el texto más largo de la historia de El País, el periódico español, de 10 mil palabras. Y contra todo pronóstico, ya que todo mundo te dice que nadie va a leer un texto tan extenso, ya es de los más leídos del periódico. Creo que la audiencia está esperando buenas historias. Tenemos que ser muy exigentes y buscar de manera creativa acercar al lector a la información. Buscar que al finalizar la lectura, el lector sienta que no sólo se le ofreció entretenimiento, sino que algo cambió en él. Es un placer que la gente quiere. Hay estudios que refieren que en un futuro las audiencias querrán sentir la realidad sin vivirla. Por eso muchas series de ficción inspiradas en hechos reales les llaman tanto la atención y por eso el documental tiene cierto auge. Las tendencias indican que en alrededor de 5 o 10 años la realidad virtual será mucho más cotidiana. Quizá ahora estaremos trabajando para construir contenidos a partir de la realidad virtual, porque el espectador tiene hambre de la realidad. Y esa hambre desde mi punto de vista se ha generado por la falta de información en los periódicos tradicionales y en la televisión. Ya nadie se sienta a las diez de la noche a ver el noticiario para informarse o casi nadie se levanta en las mañanas a comprar el periódico y leerlo. La forma en la que nos informamos está fragmentada y es más caótica. Entonces junto con el documental, la crónica y eventualmente con la realidad virtual van a surgir posibilidades para que el espectador o lector tengan más comprensión, porque eso es lo que busca la gente, no sólo información, sino comprensión de los acontecimientos.
Te has desempeñado como guionista de La libertad del diablo y como director de la serie documental 1994, ¿cómo fue que decidiste dar el salto para contar historias no sólo en papel, sino en formatos audiovisuales?
No sé si fue un salto hacia arriba o hacia el vacío [risas]. Yo empecé a contar historias y a escribir crónicas que comenzaron a pedirme algunos documentalistas y yo accedí a dárselas. Pero no me gustaba cómo las abordaban, me parecía que violaban la esencia de la historia que yo había escrito en el momento en el que ellos filmaban. Entonces decidí ponerme a dirigir para cuidar mis historias. En el proceso descubrí que había también una posibilidad de construir un puente comunicacional con la audiencia a través de un documental. Una comunicación que podía ser interesante y que además me estimulara creativamente.
Respecto a La libertad del diablo, ¿quedaste conforme con el resultado final?
Claro. Yo debute en la dirección con mi primer documental llamado El alcalde (2012) que justamente lo estrené aquí, en la primera edición del Festival de los Cabos y donde conocí a Everardo [González]. Ambos comenzamos a platicar para posteriormente trabajar en La libertad del diablo. En realidad creo que todo el mérito del documental es gracias a Everardo. Me considero afortunado de haber escrito el guion y de haberlo acompañado y claro que estoy contento con el resultado.
A lo largo de tu trayectoria has conseguido entrevistas inéditas con personajes que suelen ser difíciles de conseguir, ¿para ti cuál ha sido la más difícil de realizar y cuál ha sido la más difícil de procesar, una vez que obtenías la información que estaban dándote?
La más difícil de conseguir fue la del Subcomandante Galeano, porque él nunca había dado una entrevista desde que pasó de ser Marcos a Galeano. Principalmente porque estaban en un momento de asedio los zapatistas, por múltiples razones. Además fue una entrevista muy amplia y para mí fue la más significativa. La más dolorosa fue cuando entrevisté a un miembro del Cártel de Los Zetas, quien me contó antes de que se supiera, cómo incineraban personas en lugares clandestinos. Fue muy dura esa entrevista.
Mencionaste que decidiste involucrarte en 1994 porque tiene repercusiones hoy en día por la crisis que significó ese año en nuestro país, pero si pudieras elegir una temática que aqueja actualmente a la sociedad mexicana de cualquier índole, ¿cuál sería y en qué formato te gustaría contarla?
Estrené en el FICM 2019 un documental llamado Vaquero del mediodía (2019) y es un documental sobre un poeta desaparecido, pero desde mi punto de vista también es una reivindicación del idealismo. Yo siempre trato de ir contra la corriente, no me adaptó fácilmente al tiempo actual. Entonces, yo creo que estamos en un momento en el que todo es tan confuso. El mundo es muy cínico, nuestros líderes son muy cínicos. A mí me interesó contar la historia de este poeta porque es la historia de un idealista, de un hombre joven que lleva sus ideales hasta las últimas consecuencias que implican desaparecer. Para mí el tema actual es el idealismo frente al cinismo que prevalece en las redes sociales, en el ámbito político y cómo se le hace frente con el idealismo.