La bruja de Blair
Adam Wingard presenta una secuela directa de The Blair Witch Project con un aterrador último acto.
Veinte años después de los eventos ocurridos en el bosque de Maryland, James Donahue decide que es buen momento para investigar la desaparición de su hermana Heather, quien hiciera un documental sobre la Bruja de Blair.
El impacto que tuvo El proyecto de la bruja de Blair en 1999 fue mucho mayor a niveles mercadotécnicos. Lo cierto es que la cinta de Eduardo Sánchez y Daniel Myrick se desarrolla de forma lenta y pausada, construye el suspenso a lo largo de sus 90 minutos, apoyándose en las actuaciones de su reparto desconocido y en el blanco y negro de la imagen.
Tal como sucedió con Jurassic World y Star Wars: El despertar de la Fuerza, La bruja de Blair se rige bajo las mismas reglas: estamos ante una secuela/reboot/remake de la película original, con la misma trama. La audiencia sólo tiene que conocer los datos más básicos de la historia para poder adentrarse a este universo.
El primer acto de La Bruja de Blair nos coloca en Burkittsville, Maryland, donde conocemos a los nuevos elementos que se adentrarán al bosque para saber qué fue lo que ocurrió con los documentalistas que desaparecieron en 1994. Pero es en la primera noche donde ocurren los extraños sucesos y de ahí no hay vuelta atrás.
Rápidamente, en un lapso de 5 años, el director Adam Wingard se ha vuelto una referencia dentro del género de terror norteamericano: desde Tú eres el próximo (2011) pasando por su participación en The ABCs of Death (Q is for Quack) y VHS (Tape 56), hasta The Guest. En 2015 se embarcó en el proyecto The Woods, que en la pasada Comic-Con 2016 fue rebautizado con el título que le conocemos ahora: La bruja de Blair.
Wingard conoce y se desenvuelve de forma natural dentro del género, sabe jugar con la audiencia y aprovecha los “clichés” del horror, así como lo hiciera con Tú eres el próximo y The Guest. Mientras el recurso de la cámara de video en El proyecto de la bruja de Blair parece por momentos forzado (está bien que quieran documentar todo, pero tanto la duración de la batería, como los cassettes ilimitados que al parecer tenían, junto con la carga de videocámaras pesadas todo el tiempo, era exagerado). Con La bruja de Blair ya no existe eso, gracias a pequeñas cámaras colocadas en la oreja o incluso drones, ofreciéndonos diferentes y más controladas perspectivas de la acción.
Las actuaciones no son precisamente lo que se llamen sobresalientes, simplemente están ahí para el servicio del terror. Lo cierto es que nunca sentimos la conexión carnal entre los Donahue: claramente es un pretexto para detonar la película, pero sí se extraña más desarrollo en esa parte o algo que los ligue más profundamente, amén de sólo un apellido.
Con La bruja de Blair estamos ante un caso de reinterpretación de la película de 1999, que continua bajo el mismo perfil de falso documental, pero explotando mucho más el suspenso y la mitología alrededor de la bruja. Los fans del trabajo de Adam Wingard saldrán satisfechos de saber que la firma del autor sigue pisando fuerte y que podemos esperar cosas interesantes con Death Note.
Al final, la película dividirá opiniones, como muchas de las obras de terror. Habrá gente que esperará más sustos o más historia, pero lo cierto es que la misma virtud de The Blair Witch, es a la vez su mismo pecado: la historia se desarrolla con mayor riqueza fuera de la pantalla, en su mercadotecnia, tramas, investigación y teorías alrededor de la bruja de Burkittsville; pero lo cierto es que los sustos y el terror están explotados al por mayor, por más fuertes que nos queramos hacer en sus últimos minutos.