La balsa – Crítica
La balsa es un documental íntimo y crítico en torno al experimento que el antropólogo Santiago Genovés condujo en 1973.
En el documental La balsa (The Raft), Daniel Giménez Cacho narra las observaciones que el hispano-mexicano Santiago Genovés tomó durante el que probablemente fue el experimento más alocado, atrevido y extraño de su carrera. En 1973, durante un verano, el condecorado antropólogo reunió a cinco hombres y seis mujeres de diversas nacionalidades y profesiones, para cruzar el Atlántico y llegar a México en una pequeña balsa . Creía que al confeccionar su propio microcosmos humano podría contestar preguntas trascendentales en torno a lo que desata la violencia, el odio y las pugnas entre seres humanos, en especial si el grupo se hallaba en una situación de peligro mortal.
El documental de Marcus Lindeen, sin embargo, muestra cómo las hipótesis de Genovés se hicieron añicos en altamar, al retomar sus apuntes e introspecciones y presentar los testimonios de siete de las personas que formaron parte del trayecto. Obsesionado con corroborar sus propias ideas, para el estudioso fue imposible mantenerse como un observador imparcial, por lo que, sin darse cuenta, generó una relación ríspida con el resto de los participantes a causa de sus conductas obcecadas. Al final, lo contaminó todo.
Sí hubo problemas en La balsa, claro está, pero estos tuvieron una naturaleza muy distinta a la vaticinada. Si algo deja en claro el documental es la manera en que la toxicidad –en este caso masculina– y la misoginia tienen más implicaciones sociológicas en el funcionamiento de un núcleo, que las competencias entre hombres –machos alfa– por conquistar al sexo opuesto, pues no toda dinámica social se reduce a los impulsos sexuales, como Genovés pensaba.
Para la narración de esta historia, Linden combina imágenes de archivo original. Hay bastante material al respecto porque dentro de los viajeros había un fotógrafo (Elsuki Yamaki) que registró buena parte de los acontecimientos. Ahí también viajaban una médico (Edna Jonas) y una capitana (María Bjornstan), lo cual nos lleva a otro de los puntos medulares de La balsa. La esencia de los postulados de Genovés era poner a las mujeres en las posiciones de poder y a los hombres en otras de mayor vulnerabilidad, en las cuales ellos se vieran obligados a seguir las instrucciones de sus contrapartes femeninas. ¿Hubo sublevaciones? Sí, pero éstas vinieron de frentes sorpresivos.
Para mostrar estos resultados de un modo más objetivo, Linden mezcla aquel pietaje original con entrevistas ambientadas en un set negro donde, gracias a la iluminación, el foco se centra la recreación de la balsa original. Esta decisión propicia mayor intimidad, lo cual a su vez permite reavivar los recuerdos de los concursantes y recrear episodios desde una óptica nostálgica. El formato consigue que el ejercicio –hasta cierto punto terapéutico, pues se realizó a 45 años de distancia– se aparte de otros largometrajes del género.
Aún más, el cineasta acude a los apuntes del antropólogo y los cuestionarios que los participantes resolvieron en aquel entonces, para que sean ellos, de primera mano, quienes narren los hechos, ya que en su momento la prensa hizo una cobertura sensacionalista del experimento, al bautizarlo como La balsa del sexo (The Sex Raft).
La mayor elocuencia de este trabajo, no obstante, es cómo exalta la vigencia de ciertas conductas que parecen ser ineludibles para los seres humanos. Algunas son loables; otras no tanto.