Kiki, el amor se hace
Kiki, el amor se hace es una película española redonda que igual hace reír que reflexionar.
Kiki, el amor se hace se define a sí misma como una comedia erótico-festiva y parece ser que ese es justo el género que el actor y director Paco León ha inaugurado en este su tercer largometraje, a través de un muy divertido vistazo a este mundo posmoderno que ha dejado atrás los códigos y reglas en cuanto al amor y las relaciones de pareja.
El guion de la cinta está basado en la muy modesta comedia australiana The Little Death de 2014, que fue escrita y dirigida por Josh Lawson, pero León y su coguionista Fernando Pérez la enriquecieron por mucho situándola en un caliente verano madrileño en el que nos presentan un muy bien logrado ensamble de cinco historias, tan bien narradas y entrelazadas al más puro estilo de la comedia española, que por momentos nos recuerda a obras de Almodóvar como Mujeres al borde de un ataque de nervios o Kika, en donde las situaciones son tan dramáticas, que matan de risa.
Así, Kiki, el amor se hace nos introduce al universo de las múltiples relaciones, filias, fobias y preferencias sexuales que rigen al siglo 21, a través de Paco y Ana, una pareja que se ama pero que inicia una serie de terapias sexuales en un intento por recuperar el ardor perdido; de José Luis, un médico que desarrolla somnofilia ya que sólo puede tocar a su mujer paralítica cuando está dormida; de Candela quien no logra embarazarse ni tener un orgasmo hasta que descubre que padece dacrifilia y por lo tanto, sólo las lágrimas de Antonio, su marido, la prenden; de Natalia, que alcanza el clímax de manera inigualable cuando es asaltada y por eso su novio Alex hará todo lo posible por satisfacerla, y finalmente de Sandra, una mujer sorda con elifilia, lo que la hace perder el control ante el tacto de la seda.
Pero más allá de la mera trama en la que se ven envueltos los personajes, lo que la cinta pretende en realidad es retratar lo que vivimos hoy los humanos frente al sexo, que ha perdido ya su estatus de mero medio de procreación y ha pasado a ser uno de los ejes centrales de nuestra existencia. De esta manera, León pone sobre la mesa la búsqueda incansable de la satisfacción sexual en la que todo se vale: desde el poliamor, los swingers y los clubes sexuales, hasta el sadomasoquismo, el bondage, y las fiestas furry; todo dentro del marco de una sociedad en la que el matrimonio se vislumbra como el más grande asesino de la líbido y el orgasmo femenino sigue siendo ese gran misterio que muchos hombres aún están por descifrar.
El mayor acierto de Paco León, sin embargo, consiste en utilizar todos los recursos cinematográficos al servicio de la historia para mostrarnos todo, sin tapujos ni remilgos, y ponernos delante del espejo con nuestra humanidad y secretos más obscuros a cuestas, y así hacernos sentir totalmente identificados con una serie de situaciones, que de tan reales y cercanas, arrancan más de una carcajada. Y es que el sexo, visto desde afuera, es en realidad bastante cómico, sobre todo cuando uno intenta ser en la cama alguien diferente a lo que en realidad es.
Kiki, el amor se hace es una película redonda que igual hace reír que reflexionar, porque al fin y al cabo todo se vale en nombre del amor o el sexo, lo que ocurra primero.