Instintos asesinos – Crítica de la película
Instintos asesinos termina siendo un thriller disfrutable de inicio a fin; uno que sabe guardarse una que otra carta bajo la manga y que goza de dos poderosos estelares.
Tres veces, las célebres actrices Anne Hathaway y Jessica Chastain han coincidido en una misma película. Primeramente lo hicieron en la aventura espacial Interestelar (2014) de Christopher Nolan y años después se sumaron al ejercicio semi-autobiográfico El tiempo del Armagedón (2022) de James Gray. Sin embargo, no hay ni una sola escena en este par de títulos que las muestre juntas o interactuando. Por suerte, la tercera fue la vencida y a través de Instintos asesinos (título original: Mothers’ Instinct) ambas fuerzas actorales pudieron finalmente encontrarse y de qué manera: un thriller donde estas histriones ganadoras del Óscar —grandes amigas en la vida real— se zambullen en una atmósfera de duelo, culpa y paranoia que amenaza con engendrar una rivalidad con nefastas consecuencias.
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Ubicada en una comunidad suburbana de los años 60, se cuenta la historia de Alice (Chastain) y Céline (Hathaway), dos amas de casa cuya amistad se derrumba a partir de una tragedia. Max, el pequeño hijo de Céline, muere en un accidente que Alice pudo atestiguar desde su jardín sin conseguir evitarlo. A partir de ese momento, la madre en duelo, además de atormentada, comienza a mostrarse distante con quien antes fuera su mejor amiga. Alice cree que los progenitores del difunto la culpan por el deceso y eventualmente surge en ella la sospecha de que Céline quiere de algún modo cobrar venganza.
Instintos asesinos es un remake de la cinta belga Duelles (2018), la cual en su momento arrasó en los premios Magritte —el equivalente de los Óscar en Bélgica— con un total de nueve galardones, incluyendo el de Mejor película. A nivel narrativo, ambas producciones son prácticamente idénticas. Si bien el remake opta por situarse en EE.UU., el curso de la historia y el ambiente de suburbio sesentero son los mismos, como también lo son el nombre de los personajes y los distintos acontecimientos —cada vez más oscuros— en los que se ven inmersos.
Bajo la dirección del cinefotógrafo francés Benoît Delhomme (La teoría del todo), ésta, su ópera prima, si acaso se propone explorar otros matices de las madres protagónicas, aunque cayendo un poco en lugares comunes que en nada aportan al argumento. Por ejemplo, Alice menciona al inicio su frustración de vivir encerrada en casa y su deseo de volver a trabajar como periodista. Pero el thriller apaga con suma rapidez toda promesa de riqueza o complejidad en los personajes. Incluso si esperan una mirada aguda al tema de la pérdida y el duelo materno, este largometraje ciertamente les quedará mucho a deber.
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En Instintos asesinos, al igual que en muchas otras cintas y libros de suspenso —de hecho, la película original se basa en una novela thriller de 2012—, sucede que la protagonista está convencida de las perversas intenciones de otro personaje que todos a su alrededor creen inofensivo. En este caso, Alice juraría que Céline pretende deliberadamente lastimarla a ella o a su familia. No obstante, su esposo e inclusive los espectadores podrían no estar enteramente de su lado. Un logro de la película es que, a pesar de hacernos ver la gran mayoría de los acontecimientos desde la perspectiva de Alice, consigue insertar la duda de si realmente Céline está conspirando en contra de su vecina.
Tristemente, los méritos del guion son escasos, pues en general está falto de lucidez y deja en la trama no pocos huecos. Más bien hay que aplaudir las actuaciones estelares, empezando por la de Anne Hathaway, cuya vasta expresividad —que en el plano de lo real, algunos haters han juzgado como falsa o calculada— es de lo más cautivadora y convincente en este largometraje. En otros, los exabruptos emocionales que exige su personaje se sentirían over the top. Pero Hathaway los abraza con una naturalidad asombrosa. Memorable y desgarrador es el gesto de confusión, inmediatamente seguido del de terror, que exhibe Céline al cobrar conciencia del destino fatídico de su hijo.
Chastain, por su parte, entrega una interpretación más contenida y quizás en modo de piloto automático, pero no por ello deja de funcionar, al menos para lo que el personaje le demanda. Si la química entre Alice y Céline falla en más de una ocasión —y efectivamente lo hace—, la culpa no es de ninguna de las intérpretes, sino de los diálogos desangelados con los que tuvieron que trabajar.
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Cuando mucho, Instintos asesinos termina siendo un thriller disfrutable de inicio a fin; uno que sabe guardarse una que otra carta bajo la manga, en aras de alcanzar un desenlace plausible. Conforme uno la vaya digiriendo después de salir del cine, es probable que más defectos le encuentre. Pero así como hay novelas policiacas sólo diseñadas para entretener, sin ánimos de trascender, hay que darle a este remake puntos a favor por su nula presuntuosidad. La idea es que el espectador pase un buen rato y qué mejor que con dos actrices de alto calibre. Sólo ojalá pronto podamos verlas juntas a cuadro en un proyecto más ambicioso.