Hotel Transylvania 3 – Crítica
Como trilogía, Hotel Transylvania refrenda su mensaje de tolerancia e inclusión. Esta vez lo hace en alta mar, con singular jovialidad y buen aprovechamiento de su soundtrack.
A decir verdad, no resulta novedoso recurrir al universo del horror para rescatar criaturas fantásticas y reimaginarlas en contextos de comedia como sucede en Hotel Transylvania 3. Baste decir que en la televisión, series como Los Locos Addams (1964-1966) y The Munsters (1964-1966) gozaron de gran popularidad en su momento y gracias a las repeticiones se volvieron objeto de culto en décadas posteriores.
No es casual que el mismísimo Mel Brooks interprete con su voz a Vlad, el padre de Drácula, desde Hotel Transylvania 2. En su amplia trayectoria por cine y tv, destaca su película El Joven Frankenstein (1974) donde ironiza sobre la novela y versiones fílmicas basadas en la obra de Mary Shelley. Y por ello obtuvo una nominación al Óscar en la categoría de guion adaptado.
Desde 2002 Genndy Tartakovsky –responsable del genial Laboratorio de Dexter y de Samurái Jack en Cartoon Network– se ha encargado del Hotel Transylvania, dirigiendo los tres largometrajes animados digitalmente. Esta peculiar saga ya nos ha mostrado a Drácula como celoso padre y aprehensivo abuelo. Ahora nos lo presenta como un nervioso, indeciso y torpe pretendiente. Ya saben, bla-bla-bla (broma recurrente en los filmes) de un amor prohibido. Una atracción que no sólo trasciende la brecha entre monstruos y humanos, sino también entre ancestrales enemigos.
El séquito de engendros que incluye a Frankenstein, la Momia, el hombre lobo, el hombre invisible, la mancha voraz (Blob, pues), y muchos otros más, se embarcan en una nueva serie de peripecias. Las ocurrencias van desde un avión tripulado por gremlins, hasta un crucero manipulado por un vengativo humano y una vistosa y simpática visión del triángulo de las Bermudas.
La moraleja expresada desde la primera entrega y avalada por la segunda, se ratifica nuevamente. Es posible vivir la diversidad en armonía. El mensaje es simple, contundente y aderezado con una serie de gags que encuentran un estimulante sustento en la selección musical de la película.
Con algunos temas conocidos, otros no tanto y otros escuchados globalmente hasta la saciedad (es parte de la broma), podemos disfrutar atractivas secuencias. Los espectadores adultos reconocerán alguna persecución al estilo de las caricaturas clásicas de Warner Bros. (el Coyote y el Correcaminos) en la cubierta del barco, o descubrirán un tango ejecutado en un contexto que nos remite a Los cazadores del arca perdida. Y qué decir de un duelo de DJ’s, con música de Tiesto, entre el bien y el mal. El cautivante colorido y diversidad de personajes cautivarán nuevamente a los pequeños.
Hotel Transylvania 3 es un afable entretenimiento familiar, que alude con sus criaturas a un cine de otros tiempos y género. Es sencillo y simple en su narrativa, bien ejecutado en su técnica y asequible para un amplio público. Porque los monstruos sólo quieren divertirse. Y nosotros también.