Hostiles: Violencia americana – Crítica
Un western mediocre salpicado de las nuevas tendencias de la industria hollywoodense sin nada nuevo que mostrar o decir.
Desde que Obama asumiera la presidencia de los Estados Unidos, la industria hollywoodense ha virado hacia narrativas que cierren brechas de inclusión y discursos que superen el arraigado racismo que corre en las venas de un alto porcentaje de ciudadanos estadunidenses desde tiempos coloniales, usando como principal recurso la redención del hombre blanco a través de la destrucción de sus prejuicios. Esta narrativa ha tomado un fuerte impulso con la llegada de Trump, multiplicando historias de intenciones nobles pero de resultados francamente mediocres en términos cinematográficos. El ejemplo más reciente de esta tendencia es Hostiles el conciliador western del cineasta y actor Scott Cooper.
Cooper cuenta en su trayectoria con películas sólidas pero poco memorables como Loco corazón (2009) o Pacto criminal (2015), y en Hostiles continúa explorando temas de vigencia sociopolítica de la mano de Christian Bale, con quien hiciera en 2013 La ley del más fuerte (Out of the Furnace), un eficiente y vigoroso trabajo sobre la depresión económica y moral de aquellos olvidados por Obama y reivindicados por Trump.
Hostiles se sitúa en el año de 1892, cuando el legendario capitán Joseph J. Blocker (Bale) debe fungir como escolta de un jefe de la tribu Cheyenne y su familia a lo largo de territorio hostil, acompañado de un grupo de soldados y de Rosalie Quaid (Rosamund Pike), una mujer que en los primeros minutos de la película pierde a su familia en un ataque perpetrado por nativos americanos.
Con el pesado yugo de películas como Más corazón que odio (The Searchers, 1956) o Rio Grande (1950) de John Ford, la película de Cooper decide no tratar de emularlas y seguir su propia ruta, tanto visual como moralmente, pero al hacerlo carece de contundencia o de fuerza suficiente para distinguirse como un western más del montón, a diferencia por ejemplo de la revisión de las relaciones entre nativos americanos y blancos que se logra en Enemigo de todos (Hell or High Water, 2013) o incluso en la menos lograda Muerte misteriosa (Wind River, 2017).
Aunque su ensamble actoral es bastante nutrido en actores de cuadro como Stephen Lang, Bill Camp, Jesse Plemons y el gran Ben Foster, la película padece con una de las actuaciones más flojas de Christian Bale, quien parece pensar que impostando la voz de nuevo como Batman le dará la seriedad necesaria al asunto. Por su parte, el legendario Wes Studi, quien interpreta al jefe Cheyenne, se limita a hacer lo mismo que su director: modelar su trabajo en la condescendencia moralina de Danza con lobos (1990), sólo que con más groserías y violencia.
Hostiles es una película de buenas intenciones, solvente en sus aspectos técnicos y frustrantemente predecible cuya simplista visión del mundo, más que ayudarlo, la coloca en terreno francamente hostil.