Había una vez… en Hollywood: El verano de Tarantino
Además de pensar en su propia biografía, Tarantino situó su película en uno de los momentos de mayor transformación en Hollywood. Uno que dejaba atrás al sistema de estudios en favor de cineastas con visiones autorales, originales y de contracultura.
Había una vez… en Hollywood, la novena película de Quentin Tarantino, es un homenaje a la ciudad y a las personalidades que él creció admirando. Luego de 25 años de carrera, es el resultado de una vida dedicada al cine.
La regla más importante en un set de Quentin Tarantino es que no están permitidos los celulares. “¡Si estás haciendo una película, estás haciendo una película!”, exclama emocionado, cuando se le cuestiona por qué. Así como ésa, el cineasta californiano tiene muchas reglas que han guiado su forma de trabajar y que han dado cauce a su carrera. Algunas vienen de su propia experiencia, pero muchas han surgido de sus años “estudiando” la cultura popular moderna.
Otra de ellas, por ejemplo, es la que le llevó a declarar durante la promoción de Los 8 más odiados –su cinta anterior– que él no era un director de westerns, ya que, para serlo, “uno tiene que dirigir al menos tres”. Sin embargo, el axioma que más le gusta repetir es que la dirección es un “juego de jóvenes” y que no le gustaría “abusar de la hospitalidad” del público. Por eso después de su décima película, él ya no tiene pensado hacer más.
“Él tiene el New Beverly [una sala de cine en Los Ángeles], hará libros y sé que continuará aportando algo al público”, nos dijo Shannon McIntosh, una de sus colaboradoras más cercanas desde Death Proof en 2007.
El realizador dio sus primeros pasos en la página impresa en 2015, cuando publicó una novela gráfica –una secuela de Django sin cadenas, en la que su héroe une fuerzas con El Zorro–; sin embargo, antes que eso había comenzado a escribir una novela. Aunque no tenía el argumento de la misma del todo claro, el director tenía una única certeza: sería un tributo al Hollywood que él creció admirando.
Situada en 1969, la novela seguiría la historia de Rick Dalton, un actor de una serie televisiva cuya carrera espejeaba la de Steve McQueen. Ambos actores (el inventado por Tarantino y el McQueen verdadero) habían sido estrellas de una serie western; eran adorados por el público e intentaron dar el salto al cine. McQueen logró convertirse en una estrella fílmica, pero Dalton no podría dar el salto. “Reescribí los dos primeros capítulos una y otra vez a lo largo de cinco años”, nos dijo el realizador. “En ellos había una conversación con su agente en la que Rick repasaba toda su carrera y así lo fui desarrollando a él y a Cliff Booth [su doble de acción]”.
No obstante, y aun con cinco años de trabajo, algo no terminaba de cuadrar. Fue entonces que el cineasta reconsideró y llegó a la conclusión de que si su intención era hacerle un tributo a Hollywood, quizá su libro debía ser una película. “No quise aceptarlo durante mucho tiempo”, dijo durante su paso en el pasado festival de Cannes, donde estrenó la película que resultó de este proceso creativo. “Pero al final lo hice y dejé que se convirtiera en lo que realmente quería ser”.
Hoy, aquella historia se ha convertido en un largometraje de $90MDD, protagonizado por dos de las estrellas más grandes del momento –y que nunca habían coincidido en ningún proyecto hasta ahora–: Leonardo DiCaprio (como Rick Dalton) y Brad Pitt (como su fiel doble de acción).
“Pienso en ella como mi pieza de memoria”, le dijo Quentin a Esquire poco antes de Cannes. “Alfonso [Cuarón] tenía a Roma y a la Ciudad de México en 1970. Yo tengo a Los Ángeles y 1969. Esto soy yo. Es el año que me formó. Tenía seis años. Es mi mundo. Y ésta es mi carta de amor a L.A.”.
Bienvenido a Hollywood
El verano de 1969 fue uno interesante para Estados Unidos. En un plazo de dos meses, la NASA puso a un hombre en la luna y un loco llamado Charles Manson se convirtió en el primer asesino en masa mediático de la historia. Joan Didion lo puso mejor en su libro The White Album: “Mucha gente […] cree que los 60 terminaron abruptamente el 9 de agosto de 1969”.
Ese día, la actriz Sharon Tate –esposa de Roman Polanski– y cuatro personas que se encontraban con ella, fueron brutalmente asesinadas por miembros de la “familia Manson”. La historia paralizó a Hollywood y le puso un freno brusco al ambiente de “paz y amor” que se vivía en el sur de California.
En la película de Tarantino, el rol que Sharon Tate (Margot Robbie) y Roman Polanski (Rafal Zawierucha) juegan, es el del rostro de uno de los tres “estratos” que el director ha detectado en Hollywood (otra de sus teorías sobre esta ciudad de estrellas). “En ese momento [ellos dos] vivían la vida glamurosa, no podrían estar en un mejor lugar. Especialmente después de El bebé de Rosemary”, nos dijo el realizador, quien situó su película en un momento en que Hollywood dejaba atrás al sistema de estudios en favor de cineastas con visiones autorales, originales y de contracultura.
Estos cambios en la industria, sin embargo, también fueron crueles y traicioneros con quienes ya eran figuras establecidas. Tal es el caso del personaje con el que Tarantino comenzó el viaje de su película. “Rick se queja de su situación, pero en realidad le está yendo bastante bien”, nos explica el director. “Está trabajando, tiene dinero y ya compró una casa. Pero él no lo ve así”.
Además de Steve McQueen, la carrera de Rick Dalton está inspirada en el fallido intento de Burt Reynolds –quien falleció antes de poder filmar un pequeño papel en ésta– de dar el brinco al cine. Luego de abandonar la serie Gunsmoke en 1966, Burton, a pesar de ser famoso y de contar con una cuenta bancaria envidiable, se sentía desesperanzado, pues no lograba “hacerla” en el cine.
De vuelta en la ficción, Tarantino quiso restregarle en la cara a Dalton el éxito de otros al hacerlo habitar la casa contigua a la de Polanski. “Eso es lo interesante de Hollywood”, nos dijo el director, quien creció en Torrance, un condado a las afueras de Los Ángeles: demasiado lejos de Hollywood para ser parte de él, pero demasiado cerca para evitar su magnetismo seductor. “Aquí tienes grandes éxitos y grandes fracasos viviendo uno junto al otro”.
El tercer estrato, por su parte, es el que ocupa Brad Pitt, quien interpreta a Cliff Booth, el doble de acción de Dalton y que está basado en el doble real de Reynolds, Hal Needham. Se trata de un tipo de clase trabajadora que vive en Panorama City (un poblado que, al igual que Torrance, está a 30 kilómetros de Los Ángeles), pero trabaja en Hollywood. “Rick y Cliff representan a gente fuera de tiempo”, nos dijo el productor David Heyman. “Son el Hollywood pre-hippie. Los que se están aferrando al pasado, pero su estrella va en caída”.
California Dreamin’
Los signos de una industria y una ciudad que se encuentran en transición están plasmados a lo largo de toda la película. “Es un sueño vuelto realidad”, nos presume Shannon McIntosh, quien dice no haber tenido problemas para conseguir los permisos de cerrar múltiples calles por toda la ciudad.
“El nombre Tarantino te abre muchas puertas aquí”, nos dijo. Además de las cuatro cuadras de Hollywood Boulevard que visitamos completamente “vestidas” de la época, la producción “regresó el tiempo” en las zonas de San Pedro, Chatsworth, Westwood y otros lugares que Tarantino personalmente seleccionó. “Reconstruimos fachadas que ya no existen y conseguimos los derechos de muchas de las cosas [carteles, marcas y música] que aparecerán en pantalla. Quentin insistió en que estuvieran las películas correctas en las marquesinas”.
Aunque la ciudad fue recreada con una obsesión comparable a la de Roma –y a pesar de que aparecen personalidades de la época como Steve McQueen y Bruce Lee–, a diferencia de la cinta de Cuarón, la narrativa de Había una vez… en Hollywood existe firmemente dentro de la ficción. Tarantino –para quien alterar la historia no es nada nuevo– se dio permiso de jugar con sus personajes ficticios en lugares y situaciones reales. “Es una fantasía, un cuento de hadas”, nos dijo Tarantino. “Por eso está el ‘Había una vez…’”.
Desde su estreno en Cannes, la película ha sido llamada la cinta más personal y con más corazón de Quentin Tarantino. Tanto así, que quizá se trate de la obra con la que finalmente se retire: recientemente dijo que, si el éxito de ésta es suficiente, tal vez ni siquiera llegue a las diez películas. De ser así, sería un final apropiado para su carrera como director, uno que se ha caracterizado principalmente por ser, primero que nada, un cinéfilo.
Es una película que celebra Hollywood, pero lo reimagina como al cineasta le hubiera gustado que fuera. Es la visión de alguien que, como Rick Dalton, siempre ha visto a Hollywood desde afuera. Ahora es parte de él, pero lo último que quiere es sentir que ha abusado de la hospitalidad del público.