Glass – Crítica
James McAvoy regresa con más personalidades y se enfrenta a un Bruce Willis que ha aceptado su naturaleza de héroe.
Los fans la conocen como la trilogía Eastrail 177: se trata de la serie de películas conformada por El protegido (Unbreakable, 2000), Fragmentado (Split, 2017) y ahora el capítulo final, Glass. Llamar a esta última producción un milagro podría parecer exagerado, pero si tomamos en cuenta que tuvieron que pasar 18 años de la primera a la última parte, que la mayoría del reparto de Unbreakable está de regreso y que un estudio del tamaño de Disney le permitiera a una productora como Blumhouse «jugar» con sus personajes (Buenavista produjo y es dueña de los derechos de El protegido), quizá no sea una exageración. Al final el acuerdo quedó en que Universal distribuiría Glass en Estados Unidos, mientras que en territorios internacionales lo haría Disney.
Con Glass, M. Night Shyamalan logra cerrar una arco para tres personajes bien dibujados desde su creación. Me refiero no sólo a La Horda y su complejidad, sino a un David Dunn (Bruce Willis) que ha aceptado su papel como el vigilante nocturno con su ya característico impermeable verde y un Elijah Price (Samuel L. Jackson) que está dispuesto a demostrar, de una vez por todas, su hipótesis de que los superhéroes existen entre la población. Aquí se les une Sarah Paulson como la Doctora Ellie Staple, cuyo rol será refutar la creencia del señor Glass.
Con El protegido, Shyamalan demostró que su voz como cineasta dentro del género del thriller era peculiar, y esto no es necesariamente a lo que está acostumbrado el público en Estados Unidos, de ahí que la cinta pasara sin pena ni gloria y en algunos casos no fuera debidamente apreciada. Esto, sin mencionar que se adelantó no sólo al boom de los superhéroes, sino al pequeño nicho del superhéroe dramático oscuro. En cambio, Fragmentado obedece más a una fórmula ya estudiada, mas no por ello significa que todo debe ser un éxito: lo que logró con esa película fue también gracias al trabajo sólido de James McAvoy como La Horda. Aquí en Glass estamos ante el Shyamalan que experimenta y que se toma libertades a la hora de contar una historia.
De entrada, para disfrutar Glass sí es necesario haber visto El protegido y Fragmentado, aunque ésta no se trata de una saga común en Hollywood. Y es que, por ejemplo, el personaje que le da nombre a la película no aparece sino hasta los 30 o 40 minutos de empezada la historia, algo no tan común en una producción de este tipo. De igual forma, la edición nos lleva por estos tres personajes de una forma más parecida al «cine de autor» o a lo que normalmente veríamos en un cinta de ensamble. Pero ésta es la característica del cine de Shyamalan, el Shyamalan que realizó El sexto sentido o Señales y aquel que extrañamos en Después de la tierra y en El último maestro del aire.
Resulta increíble la «frialdad» con la que el director logra retomar los temas de El protegido y seguir presentándolos en Fragmentado y ahora en Glass. Esto no sólo se ve en la fotografía de Mike Gioulakis (de quien veremos pronto su trabajo en Nosotros de Jordan Peele), sino en la música a cargo de West Dylan Thordson, quien utiliza los acordes más característicos que hiciera James Newton Howard y los convierte en el tema principal de David Dunn, mientras que La Horda tiene el soundtrack de Fragmentado. Por su parte, Elijah Price goza de un tema propio.
La psicología de los personajes sigue estando presentada acorde a como los vimos en las anteriores películas sin perder el rumbo. Bruce Willis regresa al que para muchos –incluído Quentin Tarantino– es el mejor papel en toda su carrera. Él presenta a un David Dunn contenido, casi en un estado de eterna nostalgia por lo que dejó en el pasado, a pesar de aceptarse como un superhombre entre nosotros. Por otro lado, Samuel L. Jackson, este enemigo de cómics que encanta con su personalidad –sin herir tus sentimientos, Loki– pero que trama en secreto la forma de salir y llevar a cabo su plan. Pero el trabajo físico más demandante le tocó a James McAvoy, quien explora muchas más personalidades de las que le conocimos en Fragmentado, incluso llega a cambiarlas en cuestión de segundos, mostrando una gama actoral interesante y sin duda uno de esos retos que buscaría cualquier actor.
El uso de flashbacks hacia las dos películas previas logran darle un mayor sentido de coherencia a la historia, no sólo hacia el pasado de Kevin Wendell Crumb, sino al del propio Elijah y David, y más si consideramos que en algunos momentos estos flashbacks son escenas eliminadas de El protegido, las cuales conectan de forma sutil con lo que están pasando nuestros personajes. Del resto del reparto es interesante volver a ver los mismos rostros, ya 18 años más grandes, de la mamá de Elijah Price y del hijo de David Dunn, pero quizá se extraña la poca presencia de Casey Cooke (Anya Taylor Joe) aunque sí logramos conocer lo que le sucedió, y cómo está llevando su nueva vida, después de haber sobrevivido a La Bestia.
Es el tercer acto de Glass el que podría dividir al público, nuevamente estamos ante el Shyamalan que toma riesgos, pero también ya es un cineasta consciente de sí mismo –gracias a una que otra racha de fracasos– para saber que debe estar consciente de las reglas de su propio universo, que el clímax de su historia no puede terminar de forma extravagante o grandilocuente, pero sí que debe terminar. Es quizá lo suficientemente meta hacia el género de superhéroes que podría parecer exagerado, pero estamos hablando de que el núcleo de El protegido, a través de Elijah Price, siempre fue «así como en los cómics, existen superhéroes entre nosotros».
La trilogía Eastrail 177 siempre ha sido acerca de las personas rotas, gente que a pesar de sufrir ya sean huesos débiles, abuso infantil o un matrimonio fallido, logran salir adelante, logran vencer esos enemigos invisibles y seguir luchando, ganando una batalla a la vez, tal cual como ha sido la filmografía de M. Night Shyamalan.