Familia de medianoche – Crítica
Un merecido homenaje a la familia Ochoa, unos superhéroes de la vida real, que nos abre los ojos a una realidad que merece ser atendida con urgencia.
La inquietante tranquilidad de la noche en la Ciudad de México es sacudida por una ambulancia que avanza a toda velocidad. El ruido de esa estremecedora sirena trata de quitar de su camino a autos imprudentes –e inconscientes– porque hay una persona en peligro y sólo ellos la pueden ayudar. Al interior del vehículo, ocurre un trabajo que podría ser similar a lo que sucede dentro de un reloj suizo: mientras una persona maneja, el otro trata de descifrar cuál es el mejor camino para llegar en minutos a su destino. A sus espaldas, el resto de los tripulantes alista todo su equipo para entrar en acción apenas se disminuya la velocidad. A estos héroes anónimos, a esta familia de medianoche que trabaja con una coordinación envidiable, le interesa una sola cosa: salvar vidas.
Luego de un exitoso camino que inició en Sundance 2019 –y que los colocó muy cerca de la carrera por el Óscar este año–, el documental de Luke Lorentzen (New York Cuts, 2015) llega a las salas de cine con un relato adrenalínico y profundamente desgarrador sobre una realidad poco vista en la Ciudad de México. En esta capital –una de las urbes más pobladas del mundo– el insuficiente servicio médico gubernamental cuenta con poco más de 40 ambulancias para una población de alrededor de 9 millones de personas.
Debido a la escasez de estos vehículos, una serie de ambulancias particulares –no reguladas– se distribuyen diariamente a lo largo y ancho de la CDMX para atender lo más rápido que se pueda las emergencias que ocurren en esta peligrosa y salvaje ciudad. De la misma forma en la que Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) corre a toda velocidad en Primicia mortal (Dir. Dan Gilroy) para ser el primero en filmar una tragedia ocurrida en Los Ángeles, California, la familia Ochoa vive noche a noche a bordo de su camioneta para llegar antes que nadie a atender una urgencia médica.
Sin nada más que una cámara que logra meterse a las entrañas de esta ambulancia –y con una fotografía vertiginosa y un diseño sonoro estremecedor– Luke Lorentzen deja que sus mismos protagonistas –y todo lo que ocurre en su entorno– sean quienes cuenten la realidad tan desesperanzadora que ocurre aquí. Aunque pareciera que el mayor problema de los Ochoa son las motocicletas imprudentes o los vehículos inconscientes que bloquean su paso, cada minuto de Familia de medianoche nos muestra un mundo tan irreal, desvergonzado y corrupto que enferma.
Los Ochoa se enfrentan noche a noche a lo peor lado de los seres humanos: desde los policías que son capaces de dejar morir a un ser humano con tal de forzar a las ambulancias privadas a soltar una mordida, hasta aquellos pacientes que, después de haber sido atendidos o, mejor dicho, después de que les salvaron la vida, cuestionan el precio que se les está solicitando por el traslado y la atención o incluso son capaces de negarse a pagar porque “ellos no solicitaron el servicio”. En una ciudad cada vez más violenta y salvaje, resulta interesante que lo que más impacto puede provocar en la audiencia sea el rostro desencajado de una mujer cuyo familiar se encuentra en la parte trasera de la ambulancia debatiéndose entre la vida y la muerte.
Pero, a pesar de que hay varias noches en las que no obtienen un pago justo por su trabajo heróico, los Ochoa no pierden nunca aquella motivación de querer salvar el mayor número de vidas posibles. Puede que haya días en los que con trabajos junten lo que cuesta una lata de atún, una mayonesa, verduras y galletas para tener algo en el estómago. Puede que haya momentos en los que, la burocracia y la desvergüenza gubernamental los saque de quicio. Puede que haya ocasiones en las que una persona descargue en ellos su profundo dolor e impotencia por haber perdido a alguien en un accidente aparatoso. A pesar de todo ello, siempre que alguien necesite de su ayuda, los Ochoa estarán ahí: desde una joven aterrada que pide un abrazo para tratar de tranquilizarse o un bebé que no puede respirar, hasta los casos más dolorosos que ocurren al interior de su vehículo.
Ganadora a Mejor fotografía en Sundance 2019, a Mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) y acreedora del Premio Mezcal a Mejor película en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), Familia de medianoche termina convirtiéndose en un merecido homenaje a estos superhéroes de la vida real: a Fernando Ochoa, al intrépido Juan Alexis, al valiente Manuel Hernández y al pequeño Josué, de apenas ocho años, cuya presencia, en toda esta vorágine, se convierte en una bocanada de aire fresco. (Sin olvidar, claro, a una mujer llamada Jessica quien, desde el otro lado del teléfono, se convierte en una gran compañía y escaparate para uno de ellos).
Este documental triunfa en revolvernos las entrañas y en abrirnos los ojos a una realidad que merece ser atendida con urgencia. En una Ciudad de México en la que, minuto a minuto, suceden crímenes cada vez más atroces y accidentes impactantes, es urgente que las autoridades contribuyan a que personas como los Ochoa puedan trabajar libremente; de forma regulada, sí, pero sin obstáculos burocráticos que les impidan rescatar a alguien en peligro. Si hay alguien que, además de nosotros, los ciudadanos de a pie, necesita ver con urgencia Familia de medianoche, ésa es Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la CDMX. Las vidas que en un futuro sean salvadas por lo que logre esta cinta lo agradecerán.