El señor de los anillos: El retorno del rey, la batalla final por la Tierra Media
Así se desató la batalla más grande con tintes medievales que se recuerde en la historia del cine.
Antes de iniciar el rodaje, un sacerdote maorí bendijo el set de El señor de los anillos: El retorno del rey. “Dijo que era increíble que esta película hubiera llegado a Nueva Zelanda y que era bueno que alguien como Peter Jackson la hiciera”, comentó Billy Boyd (Pippin) con un marcado acento escocés. “Que independientemente de que viniéramos de tantas partes para filmar la película, teníamos que recordar que las montañas y los ríos habían estado aquí antes que nosotros y que seguirán mucho después de que nos vayamos; que debíamos tratarlos con respeto… Ese acto nos dio un sentimiento muy especial para realizar este filme”.
Aquel halo místico que inauguró la filmación se ha extendido durante años. Me encuentro con algunos de los involucrados en el proyecto a meses de que este fenómeno cultural presente su conclusión. Se perciben melancólicos y se emocionan al relatar sus experiencias en el estudio. Saben que esta cinta les ha cambiado la vida y que les va a costar trabajo dejar de estar inmersos en su fantasía.
“Hace unas horas estaba tirando mi última escena de El señor de los Anillos en la alfombra y en las escaleras de la casa de Peter Jackson”, confiesa Andy Serkis, célebre ya por su encarnación de Gollum. La fotografía principal de la escena a la que se refiere se filmó hace cuatro años. Fue en el cráter de un volcán extinto: aquella cuando dos hobbits (o tres, si contamos a Sméagol) están frente a la Grieta del Destino intentando cumplir su misión. “Había una toma que Peter realmente quería incluir, así es que se la echó en video. Lo que yo tenía que hacer era reaccionar ante las acciones de Frodo, claro Elijah no estaba ahí”.
La forma de “pulir” la escena climática de la saga a unos años de distancia me pareció curiosa. Pero cuando agregó: “De hecho, terminando esta plática regreso a perfeccionar algunas cosas de la voz que necesitan retocarse”, me quedé con la impresión de que al verdadero Gollum realmente lo regía la voluntad del Anillo.
Mañana llega el rey
Otro que aún parecía poseído por su personaje era Viggo Mortensen. No puedo especificar hasta dónde su personalidad se mezclaba con la de Aragorn. Lo que sé es que cierto respeto imponía el saber que lo iba a entrevistar. Llegó a la mesa descalzo, tranquilo, con una matera que pocas veces dejó de sorber durante la conversación. Seguramente no fui el único en sorprenderse al verlo tan delgado, lampiño y con el cabello castaño.
El señor de los anillos: El retorno del rey se refiere al camino de Strider, Aragorn o como lo quieran nombrar, en busca del trono de Gondor. Todo después de que sus antepasados y otros gobernadores lo dejaran en franca decadencia.
“Al igual que el Rey Arturo o Moisés, Aragorn no es invocado por el pueblo al que está relacionado comenta pensativo con la vista hacia la única ventana del cuarto”, me dice. “A él lo impulsan los elfos de Rivendell. Siendo así, tiene que comprender todo el pasado para lograr lo que se espera de él en el futuro”.
En esta cinta el personaje de Viggo sacará a la luz todos aquellos secretos y cualidades que durante años guardó y que hasta el momento poco se habían explotado: “De hecho, en esta parte Aragorn se tiene que convertir cada vez más en un líder público. Tiene que inspirar a otros a sacrificarse. No solamente es cuestión de tener el valor de hacerlo por el grupo. En El retorno del rey llega a la Puerta de los Muertos, lo que para él es un gran reto psicológico porque está enfrentando sus miedos, sobre todo el miedo a su destino”.
“Creo que lo interesante de esta historia es que él tiene partes iguales de destino y voluntad. En lugar de lo que enseña la religión católica, en esta cinta predomina la filosofía de las sagas épicas, como Beowulf, en donde hacer lo correcto es la recompensa en sí”, menciona tras hacer una pausa para filosofar. “No es como si hubiera un tipo con gran barba blanca que te juzgará al final. Tú sabes lo que está bien y está en tus manos ser honorable o no, lo que tiene más en común con las sagas de los samuráis. Pero cuando entra al Sendero de los Muertos —lugar donde se encuentran los espíritus que sólo ayudarán al verdadero rey— tiene sus propias dudas, no sabe si es una versión mala, diluida, de lo que es un monarca en términos de sangre. No sabe si tiene la dignidad de los otros reyes que vinieron antes que él y fracasaron. Si con ellos pasó eso, ¿por qué él debería de ser mejor? Pero más tarde, cuando dirige a todos a la Puerta Negra —a orillas de Mordor— en una misión kamikaze, les dice que van a morir y que ésa es la mejor cosa que pueden hacer. En cierta medida es una postura pública que Aragorn tendrá que asumir».
El sistema diplomático de Gondor
Me pareció interesante la reacción de Viggo a la pregunta de que si consideraba que Aragorn era un modelo a seguir hoy en día. Por primera vez dejó su matera sobre la mesa y hablando pausado y reflexivo dictó:
“Quisiera que nuestros líderes se parecieran más a él. Esa pregunta en este país es fundamental porque los Estados Unidos es como Gondor. Lo que pasa en Gondor y lo que Gondor decide hacer en El retorno del rey tiene mucho que ver con lo que pasa en la era de los hombres hacia el final de la historia cuando los elfos se van por los Puertos Grises. Lo que Gondor quiere tiene una enorme repercusión en la Tierra Media; lo que Estados Unidos hace y quiere tiene un gran efecto en el mundo. En El señor de los anillos lo podemos tomar como una advertencia. Al menos ahí hay alguien en el poder que le interesa la gente y que tiene algo que a simple vista parece su debilidad, pero que en realidad es su fortaleza: un constante cuestionamiento a sí mismo y el cómo trata a los demás. Yo veo una falta total de eso en el mundo real, en el Gondor real, y creo que es una pena y obviamente un peligro”.
En la máxima cúpula monárquica, Bernard Hill, sin las barbas ni la larga cabellera de Théoden, tampoco dudó en proclamar su parecer. Durante la plática salió al tema una de las frases que promociona el trailer: “No hay libertad sin sacrificio”. “La verdad, esa frase me puso un poco incómodo”, soltó la respuesta sin dudarla, “porque intenta hacer que el filme sea algo que no debería. No estoy seguro que la hayan creado así para que esté de acuerdo con los tiempos que ahora vivimos. Lo que me incomoda es que puede ser interpretada de manera errónea y no sé si es el camino de promoción que deberíamos de tomar”.
Pareciera que entre más lo pensaba más se enojaba, el color rojo le empezaba a subir. “Se ha creado un doloroso paralelo entre aspectos de El señor de los anillos y la sociedad de hoy. Aunque nosotros empezamos a trabajar antes del 11 de septiembre, es peligroso que esta frase se Interprete de diferente manera… Me acuerdo que hubo un día en que Peter se sentía mal al percatarse de que el tipo que corre con la antorcha para hacer volar el Abismo de Helm podía interpretarse como un hombre-bomba. Él no se había dado cuenta hasta que en las noticias empezaron a hablar repetidamente de este tipo de atentados… Cuando hicimos la película, el término ‘hombre-bomba’ no era tan común como lo es ahora pero de repente se creó un paralelo. El mundo definitivamente ha cambiado y esa frase puede ser malinterpretada”, concluyó.
Campos de Pelennor por siempre
Para que un par de hobbits se deshagan del Anillo en las tierras de Gondor, es preciso más tiempo. Se hace indispensable distraer al gran enemigo. Una situación que iniciará la gran batalla de los Campos de Pelennor. Elfos, humanos, un enano y un par de medianos tratarán de contrarrestar la poderosa ofensiva de Sauron en las faldas de la majestuosa ciudad de Minas Tirith.
“Es de proporciones épicas. Es la batalla más grande de la saga. Hay más orcos y más tipos malos”, comenta emocionado Dominic Monaghan, quien encarna a Merry. “Puedes ver la batalla desde diferentes ángulos: desde el plano de un hobbit, en contrapicada, desde un olifante, desde el cielo, desde el punto de vista de un humano”.
Pero la perspectiva que resonó más veces en la mesa fue que ésta era la batalla con tintes medievales más hermosa y mejor orquestada de la historia del cine.
“Casi al comenzar la pelea”, recuerda Bernard Hill, “pensé que si las lanzas estaban todas en una hilera apuntando hacia el enemigo era porque debería de cabalgar a lo largo de ellas con un grito de guerra: se vería como si el espíritu del Rey fuera de su espada hacia las lanzas y de ahí hacia el espíritu de los otros guerreros. Se sentiría como que todos estamos juntos en esto; todos juntos en la muerte… Tras algunas conversaciones logré que metieran eso en el guion, pero después me di cuenta que no iba a poder galopar de esa forma tan temeraria, menos sin armadura. Tuve que ir unas cinco veces por semana a entrenar con mi caballo porque Peter puso la cámara de tal forma que era imposible usar un doble”.
Para acentuar al máximo el realismo de esta crucial y masiva contienda, se convocó a todos los jinetes de Nueva Zelandia. Eso sí, con la condición de que tuvieran la habilidad de cabalgar con una pesada armadura alrededor de una intrépida muchedumbre. Atendieron al llamado unos 250 jinetes. “Algunos eran mujeres y se les tuvo que poner barba y muchas eran mejores que los hombres!”, añade Hill. Para interpretar a los elfos llegaron unas 80 personas cuyo sexo era difícil reconocer a simple vista. “Y si hubiéramos pedido 250 marineros, rápidamente hubieran aparecido en la planicie en la que estábamos…”, concluyó alegre y alzando la voz.
Camino a la perdición
Fui fácilmente seducido por la manera en que el elenco hablaba de esta batalla. Pero después del comentario de Peter Jackson, me cayó el veinte de que no valdría la pena manchar de sangre los campos de Pelennor si Frodo y Sam no continuaran con el camino que les propuso:
“Hay una guerra masiva en el exterior y al interior tienes a dos hobbits literalmente arrastrándose a pies y manos para llegar a la cima de la montaña”, aclaró el director. “La relación entre ellos dos es de lo que realmente se trata esta película”.
Y si de eso se trataba, de eso había que hablar. “Puedes sentir cómo se van deteriorando el alma y el cuerpo de Frodo conforme el viaje se desarrolla”, me comenta Sean Astin. “Fue muy emocionante ver cómo Peter y Elijah pudieron dramatizar esa realidad interna; hacer que pareciera un drogadicto o un muerto de hambre”. “Me gustó llevar a Frodo a ese extremo”, contesta Elijah Wood. “Cuando el Anillo comienza a ganar terreno y afecta su relación con Sam y empieza a obsesionarse, a querer poseerlo para sí”.
Alcanzar ese nivel dramático no fue nada sencillo, más si se toma en cuenta que dentro de los 274 días de filmación (que sirvieron para fotografiar toda la trilogía), igual podían estar trabajando en escenas de La comunidad del anillo que en las de El señor de los anillos: El retorno del rey. Así lo vivió el joven actor:
“A los tres meses de estar filmando la primera parte nos sorprendió una inundación que destruyó nuestro set, entonces tuvimos que empezar a filmar escenas de la conclusión de la saga. ¡El problema es que yo tenía cuatro páginas de diálogo y no había preparado nada! En esa escena le grito a Sam que se regrese a casa. Era una de las más fuertes y difíciles porque es algo maligno, muy intenso y además algo que requirió de un gran esfuerzo físico y emocional… Me lo tuve que echar así; creo que después de muchas veces que pasó lo mismo le agarré el modo”.
No fueron las caras que me imaginé del hobbit hambriento y enrabiado lo que más me asustó, sino escucharlo confesar que el final (sí, El Final) “era un poco diferente”. Me dijo que aquello de que Gollum estuviera saltando de alegría no era muy “cinematográfico” y que por eso se modificó un poco para adaptarlo a un medio audiovisual. “Al final es muy fiel al libro”, se retractó como si hubiera echado a perder la noticia. Después me tranquilizó un poco al escucharlo decir: La cinta va más allá del Monte del Destino. Es muy emocionante, las lágrimas fluyen y todos lloran… ¡es muy triste!”. Me reconfortó saber que sí habrá un poderoso remate, tal y como lo dicta el libro.
El viaje ha terminado
“En cierta medida afectamos al que escribió el libro”, volvió a tomar la palabra Elijah, “porque ahora cuando lea el libro alguien que ya vio la película nos imaginará a nosotros. Me siento un poco mal por eso, porque leer es una experiencia muy personal y quisieras tener una visión propia de los personajes. En cierta medida le arruinamos esa experiencia a la gente. Pero por otro lado es increíble estar asociado con algo tan bello y que ha sido representado tan magistralmente”.
De todo lo que él ha dicho, hay un par de cosas en las que concuerdo en absoluto: que no dejaremos de pensar en los actores que dieron vida a los personajes y en que la obra fue representada con una bella y fantástica imaginería. Más que hacer una película bien balanceada entre pirotecnia y drama, el gran acierto de Peter Jackson es haber revitalizado el mito de El señor de los anillos sin cambiar el sabor propio de la obra literaria. Entregar los mismos sentimientos de un libro a una generación que tal vez nunca se hubiera acercado a ellos sin estas cintas como primer paso.
El señor de los anillos: El retorno del rey es la pieza final, la culminación de una (y sólo una) obra cinematográfica de más de nueve horas. Un gran filme que cambió la historia y la vida de muchas personas. Por eso lo único que le faltaba agregar a Peter Jackson era: “Ha sido un privilegio contribuir con mi trabajo a la vida y obra de Tolkien. Con el estreno de este filme mi propio viaje está completo”. Y con un dejo de tristeza, aquellas páginas que comenzara a redactar Bilbo, continuara Frodo y Sam concluyera después, se dejarán de escribir; hasta aquí llega esta versión de El señor de los anillos. Seguramente los juglares cantarán la odisea de su recreación fílmica, con todos los héroes que la hicieron posible y con todo un reino que se los agradeció hasta el final.
Una versión de este artículo se publicó por primera vez en la Edición Especial de El señor de los anillos: El retorno del rey de Cine PREMIERE en 2003.