El muñeco diabólico – Crítica
Esta nueva versión de Chucky resulta muy adecuada para nuestros tiempos y, aunque falla en los sustos, tiene una sólida ejecución.
Chucky se ha ganado el respeto del género desde su primera aparición. A diferencia de otros asesinos, incluso más letales que él, de los 80 y 90 como Jason o Freddy, el encanto de Chucky está en ser un pequeño juguete poseído que está dispuesto a matarte, ya sea con un cuchillo o con cualquier artefacto que se encuentre en su pequeño caminar.
Después de aquella primera película de 1988 vendrían secuelas que, como buena película slasher, irían bajando de calidad y acrecentando su base de fans. Una vez más, se demostró que el fan del género es uno de los más nobles que existe.
El reboot de la franquicia sabe adecuarse a los tiempos actuales a la perfección. Aquí Chucky (o Buddi) es una suerte de Alexa de Amazon, es decir, un juguete inteligente que controla lo que hay a su alrededor, siempre y cuando pertenezcan al mismo ecosistema tecnológico. Para cuestiones prácticas, Chucky controla todo aquello que esté en casa.
Aunque no parezca a primera vista, El muñeco diabólico coquetea con ser un cine referencial, pero lo hace de una forma discreta y sin perder la esencia de su historia (un muñeco “poseído” que quiere matar). Es así que no sólo nos encontramos con que el niño protagonista se llama Andy (como el Andy de Toy Story) o que viste una sudadera roja bastante similar a la de Elliot en E.T., sino que Chucky vendría a ser este pequeño amigo que con el brillar de su dedo puede hacer cosas alrededor de la casa. Incluso existe una referencia más profunda en la que un personaje hace mención a una frase típica de Robocop (que es del mismo estudio que hace esta nueva película de Chucky: Orion Pictures).
La química del reparto es fluida, pero son Brian Tyree Henry (Paper Boi en la serie Atlanta) y Aubrey Plaza los que se desenvuelven con mayor naturalidad y humor sin perder nunca ese toque de seriedad que ha caracterizado sus actuaciones. El resto del peso cae en el cast infantil, el cual, al tratarse de una película de terror, se les permite las malas palabras y el bullying. Vamos, se comportan como niños de su edad, logrando así más naturalidad. Del lado de Mark Hamill, el actor ha demostrado que está a la altura de hacer cualquier trabajo de voz, dejando atrás cualquier imagen de Luke Skywalker. Chucky incluso llega a burlarse de Star Wars.
El logro en El muñeco diabólico es crear una historia de origen diferente a la de la cinta original y que se sienta fresca y ad hoc a nuestros tiempos -con la casa inteligente siendo controlada por el muñeco-, sin embargo esto no impide que sintamos una especie de deja vu y pensar que estamos viendo un episodio de Black Mirror. Aunque para como ha ido avanzando la serie de Charlie Booker, quizás es un episodio de las dos primeras temporadas cuando eran más viscerales.
Al principio la historia nos pide tener cierta empatía con el muñeco, y hasta cierto punto logra hacerlo, sin embargo, es hacia su último acto donde estamos ante una ejecución mucho más básica y directa. Aquí nos recuerdo incluso a lo que sería una cinta ochentera en la que las muertes y asesinatos son más importantes que generar tensión. Sencillamente nos tenemos que dejar llevar sin exigir mucho a cambio. Si en un principio El muñeco diabólico jugaba en terrenos poco conocidos para la franquicia, teniendo así un desempeño más interesante, el temor a perseguir esta idea termina en ejecutar el safe mode. Así, al final resulta un producto entretenido, pero que difícilmente destacaría en una vitrina de juguetes.