El legado del diablo (Hereditary) – Crítica
Una cinta de suspenso y terror psicológico creada por una de las voces más creativas y emocionantes del género actualmente.
Dentro del circuito de cortometrajes, el director Ari Aster sorprendió al mundo con la nada convencional, incómoda y hasta terrorífica The Strange Thing About the Johnsons (disponible online) sobre un hijo que “bullea” a su padre y la extraña relación que hay entre ellos dos. Después, cada cortometraje siguió la línea de los lazos familiares y lo extremos que pueden llegar a ser: ya sea un hijo que no puede ir a ver a su madre por un inquietante robo (Beau), hasta el Síndrome de Münchhausen que desarrolla una mujer hacia su hijo que pronto irá a la universidad (en Munchausen, el cual está narrado bajo un tono estilo Up de Pixar).
El legado del diablo (Hereditary) sigue esta misma línea y nos presenta a una mujer (Toni Collete a quien se le extraña en el género) que pierde a su madre y la complicada relación que tuvo con ella. Al mismo tiempo, ella debe lidiar con sus dos hijos: Peter, un adolescente interesado en chicas y marihuana, y Charlie, una callada niña con una fijación hacia las palomas muertas.
Desde los primeros segundos de la película, Aster nos introduce a este extraño mundo a través de una muy detallada y bien construida maqueta de una habitación en miniatura. Mientras se acerca la cámara, la realidad se vuelve cada vez más notoria, hasta que deja de ser una maqueta y vemos que es una habitación… ¿o será que sólo somos diminutos ante las fuerzas que se presentarán?
El terror que presenta el director está construido más sobre ideas y conceptos, que sobre los saltos en pantalla. Poco a poco vamos bajando en una espiral hacia el infierno, hacia lo desconocido y, extrañamente, hacia los pecados familiares. Aunque no hay que dejarse engañar, pues estas ideas y conceptos se desarrollan a un ritmo lento, pero en su tercer acto es imposible detener la velocidad de la información que se nos va presentando y lo que vemos en pantalla es cada vez más y más perturbador.
El director ha señalado que cuando era niño vio a escondidas El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, una de las mejores películas que ha entregado Peter Greenaway. En aquella cinta, la historia se desarrolla sobre grandes escenarios increíblemente fotografiados, y en los que la incomodidad se percibe conforme avanza la película. Su influencia es muy clara en El legado del diablo.
Hereditary pertenece así a una pequeña pero jugosa lista de películas de terror con un marcado sello de autor, que no responden a caprichos de grandes estudios, sino que se toman su tiempo para desarrollar no sólo a los personajes o la historia, sino para construir el miedo en el espectador a la par de que abordan temas que van más allá del simple miedo. En The Babadook (Dir. Jennifer Kent), por ejemplo, tenemos un drama sobre una madre que debe ser el apoyo para su hijo; en Está detrás de ti (David Robert Mitchell), encontramos una analogía de la transmisión de enfermedades sexuales, y La bruja (Dir. Robert Eggers) es clara la analogía con la presión en las jóvenes de cumplir roles y expectativas. Aquí La herencia del diablo, como en la mayor parte del trabajo de Ari Aster, el tema central recae en las complejas y tóxicas relaciones familiares, que guardan secretos imposibles de contener hasta que se abren las puertas del infierno.
La película jamás titubea en generar imágenes perturbadoras, que incluso logran sacar un “Jesus Christ!” a directores de la talla de Edgar Wright: sangre, muerte, Toni Collette en papel de madre desquiciada, el siempre misterioso –y alguien a quien también se extrañaba dentro del género– Gabriel Byrne, y una infravalorada Ann Dowd (Compliance, The Handmaid’s Tale) capaz de generar en el público un sinnúmero de dudas, paz y temor al mismo tiempo.
La herencia del diablo es una película que demanda paciencia para el espectador que espera los sustos maquilados, producidos. En cambio, desarrolla una historia que atrapa por su suspenso y por lo misterioso de cada uno de sus personajes. Pero, más que nada, la cinta funciona por lo que dice sobre las conexiones familiares y los secretos que a veces entierran. Algunos de estos son cosas que no somos capaces de comprender a primera instancia y que comenzaremos a cuestionar apenas empiecen los créditos finales. Si investigamos más, quizás estas incógnitas puedan ser contestadas… pero quizá no queremos bajar por la espiral de la respuesta.