El joven Ahmed – Crítica
Fieles a su filmografía, los hermanos Dardenne hacen de El joven Ahmed un retrato cruel de las consecuencias del radicalismo religioso en nuestra sociedad.
Ahmed era un joven que vivía entre juegos de PlayStation y los pósters que adornaban las paredes de su cuarto. Hoy lo único que hace es rezar. Aquella sonrisa traviesa poco a poco fue desapareciendo entre versos del Corán. Esa inocencia propia de su edad poco a poco fue desapareciendo ante aquello que el fanatismo desmedido le hace a las almas inocentes y maleables.
Fieles a su filmografía, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne presentan en El joven Ahmed un lado oscuro, cruel y despiadado de los seres humanos. Los responsables de títulos como Dos días, una noche (2014); El niño (2005) o Rosetta (1999), entre otros títulos, hacen de su filme más reciente un retrato cruel del modus operandi del radicalismo musulmán que busca preservar desesperadamente “la pureza” por la que se han cometido los crímenes más atroces alrededor del mundo.
Atormentado por circunstancias ocurridas alrededor de su familia, este adolescente de gafas redondas y cabello rizado comienza a ser manipulado por el imán de su congregación. Apoyado en una interpretación extremista del Corán, el hombre logra que Ahmed –interpretado por el joven y destacado actor Idir Ben Addi– intente asesinar a su profesora; una mujer moderna, libre, aspiracional. Una “apóstata”, como le llaman sus detractores.
Con una cámara sumamente discreta que poco a poco logra convertirse en los ojos de Ahmed –a cargo del cinefotógrafo belga Benoît Dervaux– El joven Ahmed –cinta inaugural del Festival Internacional de Cine de Morelia 2019– va presentando sin concesiones la forma de engañar y manipular a quienes todavía no han generado una conciencia propia sobre su identidad religiosa.
Siendo también un reflejo de su tiempo, el filme no duda en reflejar la verdadera situación emocional de los migrantes que hoy pueblan ciertas zonas de Europa. Con mucha sutileza pero sin tocarse el corazón, la cinta se desarrolla en una comunidad de Bélgica donde habitan aquellos que huyeron de los conflictos armados de Medio Oriente para encontrarse, crecer y desarrollarse en una sociedad xenofóbica que no los termina de aceptar.
Nuevamente, los Dardenne se apoyan en esa vieja creencia de que el cine es un agente de choque para liberar mentes y aniquilar los males sociales. El joven Ahmed es una de esas cintas que funcionan para ver en la pantalla lo que uno no ve en la realidad; para darse cuenta de aquellas cosas que suceden a nuestro alrededor y no queremos ver. Con su premisa, aterradoramente universal, uno puede entender qué hay detrás de los supremacistas blancos en EE.UU. o en las razones que llevan a muchos jóvenes mexicanos a unirse a las filas del narcotráfico, por ejemplo.
Y así, como parte del mejor cine capaz de transformar mentes y que se nos planta enfrente como un arte desesperanzador, el filme ganador a Mejor dirección en el Festival de Cannes 2019 termina por mostrarnos que, a pesar de toda la oscuridad que permea al mundo, siempre habrá un halo de esperanza e inocencia dentro de nosotros mismos que podrá rescatarnos.