Dos veces tú – Crítica
Una película de paralelismos y realidades alternas que tiene una premisa interesante, pero cuya ejecución narrativa nunca logra estar a la altura.
No es suficiente con que una película tenga una narrativa sofisticada llena de encuadres prolijos y saturada de cortes directos que llevan de una toma brevísima a otra. Tampoco lo es que cuente con una edición sonora como pocas en el cine mexicano; que sea un alejamiento de la comedia romántica que pulula en las producciones nacionales del circuito más comercial; ni que tenga una ambientación en deuda con el cine de misterio, ni una historia aparentemente atractiva por su aparente temática transgresora. Nada de esto es suficiente si al final la confusión acaba por entrometerse y desbarrancar todo el relato.
Dos veces tú, segundo largometraje del director y guionista Salomón Askenazi, tiene una historia que muy lyncheanamente (toda pero absolutamente toda proporción guardada) entrelaza dos historias que, más que desatarse, se descosen a partir de un accidente para dar pie a las posibilidades del hubiera. O eso parece porque al final no se sabe ni cómo ni cuándo ni dónde porque fondo y forma se le van de las manos al director.
Daniela (Melissa Barrera) y Tania (Anahí Dávila) son primas y también mejores amigas. Drogadas y alcoholizadas durante una fiesta, se les ocurre jugar a intercambiar esposos para divertirse. Cuando más tarde se encuentran en la avenida, cada una al volante de un auto y con la pareja de la otra, ocurre un accidente. Tania y Rodrigo (Mariano Palacios) parecen los sobrevivientes, pero en un giro interesante que abre la historia al terreno de las realidades alternas también se presenta a Daniela y Benny (Daniel Adissi, además coautor de la música original) como sobrevivientes. Así empieza una narrativa de paralelismos que acabará conectando las realidades cuya ruptura, se infiere, ocurrió en el accidente que implica a un mago.
Askenazi no consigue amarrar el relato. El personaje del mago es el gran ejemplo de lo que le ocurre a la película: un cabo suelto dejado a medias sin que sea justificable su presencia, ni para el desarrollo de un thriller vindicativo ni para dar rienda suelta a elementos fantásticos. La historia de Daniela se centra más que nada en elementos sobrenaturales y en el duelo llevado a terrenos melancólicos. En la de Tania, en el robo de la personalidad y en un duelo depresivo. Tanto Melissa Barrera como Anahí Dávila hacen su trabajo de forma aceptable. El problema son sus contrapartes masculinas, dejados a lo caricaturesco, en especial en el caso de Daniel Adissi.
Dos veces tú pierde el fuelle antes de la mitad de la película. No encaja las piezas ni desarrolla sus posibilidades. El trabajo de Beto Casillas en la imagen es sobresaliente, lo mismo que el de Pablo Tamez en sonido, pero el estorboso score pueril de Adissi y Sebastián Zunino le resta mucho a la historia. Y no se diga la serie de incoherencias en la trama. Lejos de ser un relato sobre las posibilidades de la vida o de realidades alternas, acaba por ser confuso y da patadas de ahogado en un intento por ser transgresor en términos morales. Hacia el final precisamente, los planos se van haciendo cada vez más cortos, como si le hubieran pedido a Jorge García, el editor, que intentara paliar la ambigüedad de la historia con una ambigüedad visual que por lo menos fuera apantallante. Y no se logró ni lo uno ni que la historia redondeara ni que lo visual fuera suficiente.