Dos más dos – Crítica de la película
Que en pleno 2022 se hable de temas sobre sexualidad con un enfoque moral alejado de la imparcialidad resulta en algo peligroso.
Durante años el cine mexicano ha enfocado sus esfuerzos en la comedia romántica. Si bien este género no es significado obligado de obras de dudosa calidad, los creativos que se han abocado a él pocas veces tienen algo nuevo que aportar. En ocasiones aquellos filmes quizás no consiguen en sumar al género, pero al menos se desenvuelven con soltura dentro del mismo para regalarnos experiencias placenteras. Con dichas ideas en mente, uno comprueba que la película Dos más dos del cineasta Alfonso Pineda no triunfa en ninguna de las dos.
Dos más dos es el remake de una película «original» argentina, que a su vez está basada en una obra de teatro homónima. Los involucrados detrás de ambas, nunca consiguen ponerse de acuerdo al dilucidar cuál realmente se originó primero, pero aquello no es importante. Lo interesante de esta obra son los temas que pone sobre la mesa y cómo estos van dirigidos hacia un público adulto y conservador. Este tipo de público en ocasiones desconoce los conceptos «relación abierta» o «parejas swinger«. O simplemente conoce poco y es demasiado temeroso para investigar a fondo.
El drama sigue a Sara (Adriana Louvier) y Enrique (Arath de la Torre), un matrimonio longevo que atraviesa la monotonía. Especialmente en los terrenos sexuales y las dinámicas de pareja. Abocados a sus empleos y a la figura de su hijo, este par dedica sus días a llevar una vida más común que corriente. Sin embargo, todo cambia cuando de entre sus amistades surge otra pareja -interpretada por Tessa Ia y Luis Ernesto Franco- que les invita al mundo swinger y confiesa que se conducen por la relación abierta.
Lo anterior llama la atención de Sara, quien decide convencer a su esposo de probar estos caminos. Con intenciones de así encender de nuevo aquella llama agonizante. Enrique es reservado, hosco y machista. La simple idea de pensar a su mujer con otra persona le aterra. Pero cuando comprende que en la dinámica él también conseguiría estar con alguien mas, poco a poco accede a realizar el intento (primera red flag).
El cine nacional ya tiene experiencia al hablar del tema de la sexualidad. Sin embargo, lo hizo mal y lo perpetuó de la peor manera durante una época en donde la industria caminó sin rumbo. El llamado «cine de ficheras» promovió conductas caducas que ahora mismo serían reprobadas por cualquier persona pensante fuera o dentro del cine.
Los exponentes mexicanos le dieron un giro a estos temas a principios de los noventa. Películas como Sólo con tu pareja (1991) de Alfonso Cuarón; Sexo pudor y lágrimas (1999) de Antonio Serrano Argüelles; e incluso Como agua para chocolate (1992) de Alfonso Arau, fueron muestrarios que exploraron la sexualidad. Todas ellas desde enfoques y géneros distintos.
Entre otras cosas, lo anterior permitió que el cine nacional floreciera. Y que el público estuviera dispuesto a cuestionar ciertos temas tabús en el acto. Por ello que en pleno 2022 se hable de temas sobre sexualidad con un enfoque moral alejado de la imparcialidad resulta en algo peligroso.
Desde el inicio el humor de la película se revela en ocasiones como misógino y ciertamente machista. Los personajes están configurados de tal forma que uno esperaría obtener de ellos un progreso rumbo al final de la cinta, pero no un retroceso (como ocurre). La trama del filme invita al espectador a ponerse en el lugar de una pareja inexperta en prácticas sexuales poco convencionales. De inmediato la conexión del público es con ellos y su viaje de descubrimiento.
No obstante, el guion en lugar de explorar dichas situaciones sin juicios de valor, para permitir que el espectador saque sus propias conclusiones, pronto da un giro para mostrarnos las consecuencias negativas de las mismas. Es como si toda la película fuera un folleto que te advierte sobre los peligros de llevar una relación abierta, o de probar la práctica swinger con tu pareja. Lo anterior revela una ignorancia e ideología preocupante que puede o no existir detrás de los autores.
Desde luego, la persona que escribe esto no se jacta de conocer a las personas que están detrás del proceso creativo de esta historia. La otra posibilidad es que se eligiera el camino fácil para entretener a la audiencia. Aquel enfocado en la comedia tontorrona, en donde incluso albures salen a relucir. Y en donde el conflicto y el drama son el punto de inflexión para crear un clímax digno de las expectativas del espectador.
Sin embargo, virar hacia tal camino complaciente y seguro, tampoco es digno de reconocimiento. La película también falla al momento de infundir un verdadero peligro en el espectador. El cuarteto de protagonistas están dibujados en el guion a partir de arquetipos clichés que poco o nada tienen que ver con las personas que caminan afuera de las salas de cine. Este fallo tan característico del cine mexicano es un impedimento para que el público realmente conecte con lo que sea que sucede en la pantalla.
A lo sumo el filme resulta entretenido entre toda esta narrativa, confusa e incongruente consigo misma, gracias al elenco. Arath de la Torre quizás no es el divertido comediante que las audiencias conocieron por la televisión, pero con su trabajo logra transmitir las inquietudes e ideologías estrechas de su personaje. Adriana Louvier, por su parte personifica a aquel tipo de mujer dispuesta a expandir su bagaje cultural y sexual, pero que se contrae por tratar de seguir a la par de su esposo.
Cuando entre ambos existen los desacuerdos y las fricciones es cuando se crea el diálogo más interesante de la película. Es allí cuando el filme involuntariamente crea una conversación entre lo anticuado y lo moderno. Entre el prejuicio e ignorancia, contra una libertad de pensamiento más reflexiva. La pareja de actores están a la altura para dotar de carisma la pantalla.
Tanto Louvier como De la Torre ya trabajaron juntos en una telenovela en donde sus personajes eran enemigos acérrimos. Resulta curioso recordarlos a ambos en Caer en tentación (2017), especialmente cuando en ésta el tema central también era la relación entre dos parejas de casados. Para muchos resultará impensable el constatar que aquella producción televisiva, sin embargo, sabia parlar sobre temas como la pareja, la sexualidad, la infidelidad y los conflictos emocionales de una forma mucho más madura que lo hecho en esta película.
Al final de cuentas, Dos más dos es ese tipo de película que funciona solo para entretener al público en la sala de cine. Una cinta que pierde la oportunidad de charlar oportunamente sobre temas de interés. Algunos podrían argumentar que se trata sólo de una comedia romántica, de la cual no debería exigirse tal nivel de profundidad. Pero dicha argumentación resulta errónea, cuando comprobamos que dentro del cine contemporáneo nacional, existen verdaderas muestras de comedia con narrativa responsable y progresista como Cindy la regia (2020), por mencionar alguna.
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