Doctor Strange en el multiverso de la locura – Crítica de la película y dónde ver
Multiverse of Madness pertenece más a Sam Raimi que a Marvel. Un festín deliciosamente macabro de los mejores momentos de su cine de horror.
Tuvieron que pasar veinte años para que el director de la original Spider-Man pudiera regresar al cine de superhéroes. Pero tuvieron que pasar poco más de diez, para que el Universo Cinematográfico de Marvel por fin perdiera la batalla ante la personalidad, sello y estilo cinematográfico de un autor. Por mucho que Doctor Strange en el multiverso de la locura intente pertenecer al MCU, este filme pertenece enteramente a Sam Raimi. Un festín deliciosamente macabro de los mejores momentos de su cine de horror, combinado con una suerte de exploración de la figura del superhéroe.
Si bien dicha figura Raimi la desarrolló completa en su trilogía del arácnido, aquí más bien se trata sobre conocerse a sí mismo. Al inicio se habla de piezas faltantes, de personas que ya no están a nuestro alcance y de familias (o hijos) inexistentes que dejan un vacío. El eje que el guion de Michael Waldron traza es el de encontrarse a uno mismo, antes de buscar afuera lo que se ha perdido.
En esta ocasión Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) ya no es aquel ególatra y sarcástico de su cinta origen. Por el contrario, la pérdida y los sacrificios han puesto sobre sus pies el camino de la humildad. No obstante, sus otras versiones del multiverso son utilizadas por la historia para atormentarlo y obligarle a demostrar a todos que él no es igual.
En ese sentido es importante resaltar que el multiverso es un mero pretexto que se deja en segundo plano. Es probable que los fans más acérrimos e imaginativos de Marvel se sientan decepcionados. Las posibilidades ofrecidas por diversas versiones de los personajes, son sólo incentivos para que estos logren entender cosas sobre sí mismos. Por ello lo que más resalta en la película no son los universos y los mundos, sino las personas que habitan en ellos.
La amenaza a la que se enfrenta Strange es una motivada por el dolor. Y ambas partes constantemente aseguran que refrenan sus manos para no provocar más pesar del existente. En medio de esta lucha de egos y secuelas de trauma, se encuentra un personaje nuevo que resulta la manzana de la discordia porque posee una habilidad codiciada por varios. Y ésta no es otra que la de viajar físicamente por el multiverso.
Al centro de todo el dolor y la crueldad, se abre paso la mano de Sam Raimi. Si las intenciones de Marvel eran las de coquetear con el género del terror, sin duda la elección del director fue la correcta. Sin embargo, por primera vez se siente que la libertad creativa fue completa. Lo que más brilla de Doctor Strange en el multiverso de la locura no es lo que proviene de los cómics y cómo está conectado con ese mundo. Sino las ganas de transitar por caminos estéticos y narrativos distintos.
Para los no iniciados en el estilo de Sam Raimi, en ocasiones la cinta podrá parecer excesiva, ridícula y grotesca. De pronto la aventura se transforma en una fantasía oscura muy cercana a Darkman (1990) en donde es una persona quebrada, quien se convierte en justiciera. Y en ese momento es cuando el cineasta aprovecha cada pretexto y característica de sus personajes para construir un festín de lo siniestro -al estilo de su clásico Evil Dead (1981)- que a su vez es sumamente divertido y satisfactorio.
Sus planos inclinados están presentes. Los movimientos de cámara dinámicos son constantes. Los momentos de inquietud por amenazas que solo se escuchan, pero no se ven, dominan por completo un suspenso que culmina en cínicos jumpscares. Al tener a Strange y Wanda a disposición, el director extrae lo más macabro de la hechicería, los demonios, nuevos conceptos sobre la posesión y todo aquello que tenga siquiera un tinte sobrenatural.
A menudo sus escenas recuerdan sobre todo a Arrástrame al infierno (2009), en donde la comedia y el horror se abrazan como amantes para crear escenas estimulantes que no paran. A decir verdad desde el primer minuto Doctor Strange en el multiverso de la locura es un viaje que no se detiene. El ritmo más entretenido y divertido del director está presente de inicio a fin.
Pero sobre todo esa inventiva de la que quizá de pronto carece el MCU. No es que, para quien escribe, las películas de Marvel sean fallidas. Pero es innegable que su hechura está marcada por una línea segura y funcional, que aquí desaparece por completo. Ninguna otra película del estudio conserva de manera tan evidente el sello de su autor. Raimi se adueña por completo del Multiverso de la locura con su puesta en escena particular, sus ganas de exceder los límites y aquella juguetona curiosidad de mezclar la fantasía con el gore (medido eso sí).
La película tiene un par de escenas que serán memorables, ya no para el MCU, sino para la filmografía del cineasta. Escenas de rituales que remiten a los mejores episodios de las series Charmed (1998) o Buffy la cazavampiros (1997). Ambas referenciadas en este texto no porque sean inspiraciones directas, sino porque mejor describen esa suerte de género de terror que está casado con un producto de entretenimiento, aventura y acción.
Por si fuera poco, incluso Raimi se permite colocar un cameo -muy personal y divertido- que resonará en aquellos que conocen sus filmografía. Por supuesto también hay una buena tanda de complacencias que rápido caen en la categoría del fanservice. Probablemente este combo de apariciones es una de las flaquezas de la película. El único momento en donde se percibe la interferencia de Marvel por colocar ciertos rostros que a final de cuentas poco aportan al arco narrativo, más que gritos en la sala de cine. Sin embargo, todos ellos son insertados y explotados en la medida correcta para no desviar la atención del verdadero corazón de la cinta.
Un corazón que -además de la mirada de Raimi- son sus personajes. Elizabeth Olsen es quien se roba el show al mostrar su faceta más terrorífica. Mientras que Benedict Cumberbatch sabe demostrar en pantalla la evolución de su personaje. Especialmente cuando dos versiones del mismo se enfrentan en una batalla sinfónica memorable y ultra creativa que rememora a los momentos más inspirados de series como Doctor Who.
Especialmente en dicha secuencia sobresale uno de los aliados más importantes de Sam Raimi. Desde luego me refiero al compositor Danny Elfman, quien de pronto pierde la cabeza en medio de la locura en pantalla. En momentos donde un rock psicodélico extraído de su disco como solista (Big Mess, 2021), la fantasía macabra de Tim Burton y la grandilocuencia superheroica de Spider-Man encuentran una armonía musical única.
Con el pasar de los años, sin duda lo que será más memorable de Doctor Strange en el multiverso de la locura, será más su forma que su fondo. Una necesaria muestra estilística de que el MCU puede apuntar hacia ciertas direcciones sin perder el propósito de su gran maquinaria. En donde otros como Chloe Zhao intentaron dejar su marca, Sam Raimi es quien hasta el momento lo ha logrado por completo con resultados memorables.
Stan Lee ya estaría orgulloso del tratamiento que se le ha dado a sus personajes. Pero estoy casi seguro que Steve Ditko es quien se sentiría más honrado por las imágenes que ha configurado Raimi sobre con su Hechicero Supremo.
Doctor Strange en el multiverso de la locura llega a Disney Plus el 22 de junio de 2022.