Diva adolescente – Crítica
Una comedia decepcionante que no se decide entre lo infantil y lo juvenil. De pena ajena.
En un fracasadísimo intento por presentarnos algo similar a Legalmente rubia (2001), o al menos a La casa de las conejitas (2008), a lo que más nos recuerda la película Diva adolescente, es a Niñas mal (2007), siendo mucho mejor la versión mexicana.
Con una peluca rubia, barata y mal puesta, Emma Roberts hace el típico papel de la chava popular de Los Ángeles, pero consentida y rebelde, que es “enclaustrada” en un “estricto” colegio para que aprenda a comportarse. Desde la premisa, la cinta está armada de puros clichés: el baile cenicientesco, la cita con el “príncipe”, la “divertida” ida de compras con las amigas, el cambio de look, las travesuras disque chistosas, el malentendido, y el discurso final en el que se supone, la protagonista madura. Nada de esto está bien presentado y resulta tan forzado que es aburrido. Los personajes son muy planos (las amigas no tienen tridimensionalidad), y las actuaciones resaltan, pero por lo falsas.
Aunque Poppy Moore, la protagonista, intenta ser una chica cool y aspiracional –como en su momento lo fue Elle Woods (Reese Witherspoon)–, más bien da penita. Si se topara con la Regina George (Rachel McAdams) de Chicas pesadas (2004), acabaría arrodillada y echa trizas.
Como película Diva adolescente no encuentra identidad propia. La trama y su narrativa están enfocadas a niñas de doce años de edad, a lo mucho. Pero de pronto toca temas sexuales o ligeramente vulgares que se salen de tono, en una comedia que no se decide entre lo infantil o lo juvenil.
Está bien para televisión. Y probablemente le cambiaríamos de canal.