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Cine

Desencantada – Crítica de la película

18-11-2022, 8:26:32 PM Por:
Desencantada – Crítica de la película

Desencantada no supera la grandeza subversiva de su predecesora, pero sus actuaciones y su hechura a la vieja usanza son un deleite. Además, tiene pertinentes lecturas sobre la nostalgia por el pasado. La magia sigue intacta.

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La película Desencantada llega 15 años después de que conocimos a una singular princesa de un cuento de hadas animado que fue empujada por un pozo y, mágicamente, se trasladó al Nueva York de principios del siglo XXI. Giselle (Amy Adams) llegó confundida, para, al poco tiempo, comenzar un proceso de adaptación paulatino pero efectivo. En ésta ella se dio cuenta de que el amor no tiene que ser una línea recta donde, después de ver una sola vez a la persona que te gusta, “almuerzas y la desposas”. Sin embargo, ella, con sus acciones bondadosas y despreocupadas, también logró que algunas personas que habitan el mundo real –dentro de la ficción, y a su vez el público al otro lado de la pantalla– abrieran sus ojos a que el optimismo y la curiosidad se pueden abrazar cuando se tiene la voluntad de hacerlo.

Desencantada, la secuela a esa entrañable primera historia, llega por fin, después de múltiples reescrituras de guion y cambios en la silla de dirección. Por mucho tiempo, la idea de una continuación se abordó con cautela, como si de una leyenda urbana se tratara. No fue sino hasta 2020 que el proyecto se anunció oficialmente y, de ahí, sólo quedó esperar. De cierta forma, el motor narrativo de todo lo que ahora sucede es el paso del tiempo del que la audiencia fue víctima.

película desencantada
Crítica de la película Desencantada.

Somos testigos de cómo Giselle, a más de una década de vivir su “felices para siempre” con Robert (Patrick Dempsey), comienza a tener deseos de cambiar de aires, pues no sólo tienen que cuidar a su bebé recién nacida, Sofía; además, tienen que lidiar con el humor cambiante de Morgan (Gabriella Baldacchino), hija de él, hijastra de ella, quien, como adolescente, ya no cree ciegamente en la magia, a pesar de vivirla a diario. Así, la familia decide mudarse al suburbio de Monroeville, dirigido por la controladora Malvina Monroe (Maya Rudolph). En su nuevo hogar, todo comienza a cambiar.

Temáticamente, esta segunda parte empata sin problema con la original. Al final, ambas cintas tienen al centro un tema universal: enfrentarse a lo desconocido. Encantada (2007) funciona de maravilla en todos los aspectos porque navega con elegancia las olas creadas por la preocupación de un mundo globalizado cuya sociedad está enfrascada en sus asuntos, mostrándose indiferente ante la creciente diversidad cultural. Esto lo hace mediante un recurso que, en su momento fue, y hasta la fecha es, una genialidad: contraponer los tropos de los cuentos y las películas clásicas de Disney con la cultura neoyorquina, que ya despertaba a una realidad más abierta y autorreflexiva.

Hoy, eso de cuestionarse el pasado ya se ha hecho infinidad de veces en el cine. Ahora, Giselle ya sabe que no es la damisela en aprietos; que quizá los príncipes azules no son tan comunes. Sabe que, aunque cante y los animalitos vengan a ayudarla en lo que necesite, el llanto de una bebé no es algo que se pueda acallar de manera sencilla. Y que las relaciones interpersonales, aún si son entre familiares, requieren tiempo para tomar forma. Por eso, el camino que toma el filme desde sus primeros minutos es uno sumamente lógico, pues aquí, lo que importa es la nostalgia. Quien fuera la elegida para gobernar el reino de Andalasia de pronto se pregunta cómo estaría si regresara a su vida mágica. ¿Sería mejor ser una princesa por siempre?

Desencantada, la película.

Convenientemente, la protagonista recibe un regalo que le ayudará a responderse su pregunta. Sin afán de llegar al terreno del spoiler, es preciso revelar que este regalo le permite cumplir, gracias a un hechizo, su sueño de volver a tener una vida de cuento de hadas. Con esto, Monroeville se convierte en un pueblo como salido de La bella y la bestia (1991) o Cenicienta (1950), que comparte las mismas características que Andalasia: hay magia, animales, criaturas mitológicas y, evidentemente, maldad.

Es en este aspecto donde Desencantada deja claros sus elementos nostálgicos. Sin duda, estamos ante algo muy cercano al teatro filmado. Atrás quedó la grandilocuencia de la gran manzana, en la que los personajes se podían desenvolver con naturalidad en un entorno más abierto. Aquí, el director, Adam Shankman (Hairspray) homenajea obras pasadas y sitúa prácticamente toda la acción en el pueblo y en sus pequeñas casas, jardines o tiendas. Estas cuentan con un diseño de producción colorido pero modesto y contenido que no nos oculta que lo que vemos está sucediendo en un set. Incluso durante la primera mitad batalla por despegar totalmente hacia una calidad cinematográfica y roza la estética televisiva.

De nuevo, es probable que esto haya sido hecho deliberadamente para emular la experiencia de ver una película del catálogo de antaño en la sección Maravilloso mundo de Disney un viernes o domingo por la noche. En este sentido hay que decir que, a ratos, a la cinta le pesa mucho la estética televisiva. Aunque en su tercer acto hace gala de un despliegue técnico impresionante, en el cual el CGI resulta cautivador. Es una pena que se haya descartado un estreno en cines.

Crítica de la película Desencantada.

Los vestuarios, las coreografías, las canciones y las actuaciones también recuerdan una forma de hacer las cosas que ya casi no tiene cabida en el Hollywood actual. Lo teatral, pues. Pese a que no son tan memorables, las melodías compuestas por Alan Menken y Stephen Schwartz encajan bien con el resto del conjunto. De hecho, esta entrega se siente más como un musical, con grandes trabajos vocales y canciones propositivas. Aplausos para el dueto entre Adams y Rudolph, y para el número de Idina Menzel.

Algo que destaca sobremanera es el peso que se le da dentro de la trama al reino animado de Andalasia. Las secuencias que toman lugar ahí son mágicas en toda la extensión de la palabra. Tienen easter eggs a la primera aventura y nos muestran una interesante historia de origen para Giselle. Además, poseen un peso sentimental importante al dotar al conjunto de oscuridad y peligro al por mayor.

No obstante, lo impresionante de la película son sus interpretaciones. Ésas son las que, cuando el experimento de hacer un cuento viviente comienza a flaquear, sacan todo a flote y nos recuerdan por qué el concepto conectó con la audiencia hace tanto tiempo.

El carisma de Amy Adams, quien es excepcional en todo lo que hace y no ha perdido la gracia ni la chispa de su personaje. El profesionalismo de Patrick Dempsey, quien ahora canta y demuestra su talento para la comedia. La magna presencia de Idina Menzel, quien por fin tiene una canción y nos eleva con sus notas. Y el talento de James Marsden para hacernos sentir bien cuando lo vemos. Nadie ha perdido el toque.

Incluso la nueva villana de Maya Rudolph, aunque no logra igualar la excelente actuación de Susan Sarandon como la malvada reina Narissa, sale avante al momento de infusionar la narrativa con su humor seco y sarcástico. Mención aparte para la ardilla Pip (voz de Griffin Newman), cuya ternura y espontaneidad siguen siendo bienvenidas.

película desencantada
Desencantada, la película.

Desencantada no supera la grandeza subversiva de su predecesora, pero tampoco lo intenta. Si bien palidece en ciertos aspectos técnicos, todavía nos hace bailar a un “compás feliz”. Su guion (escrito por Brigitte Hales) ya no le habla a quienes, a principios de los 2000, buscaban desprenderse de lo convencional. De manera cíclica, apela a quienes, en 2022, anhelan un pasado que no volverá. A veces, por buscar las glorias del pasado, nos perdemos de un presente que puede ser encantador.

La película Desencantada ya está disponible en Disney Plus.

autor Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los "Philly Steps" y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.
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