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Cine

Las horas más oscuras (Darkest Hour) – Crítica

18-01-2018, 6:18:24 PM Por:
Las horas más oscuras (Darkest Hour) – Crítica

En Las horas más oscuras, Gary Oldman es una fuerza de la naturaleza.

Cine PREMIERE: 4
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Gary Oldman es uno de los mejores actores del mundo, un profesional del método que se esfuerza por encontrar la voz de cada personaje que interpreta para darle un sonido particular que lo distinga del resto. Convertirse en Winston Churchill para Las horas más oscuras (Darkest Hour) fue un magno reto en este aspecto, por la particular forma de hablar del Primer Ministro británico: no solo arrastraba las palabras, sino que aunado a su enérgica voz, tenía un seseo y una forma de mascullar muy particular –a veces incluso era ininteligible–, aún más cuando tenía un puro en la boca.

¿Y qué hace el también actor de El perfecto asesino? Aprovechar todos estos aspectos para crear un Churchill como no se había visto en el cine –en la pantalla chica nombres como Brendan Gleeson (Into the Storm), Albert Finney (The Gathering Storm) y más recientemente John Lithgow (The Crown) han hecho trabajos sobresalientes y galardonados–. Incluso la reciente cinta Churchill, protagonizada por Brian Cox, es opacada tanto en términos fílmicos como histriónicos por lo conseguido por Oldman, quien no sólo se transforma mediante sus movimientos corporales, modulaciones y vestuario, sino también por un excelso maquillaje que lo desvanece en el personaje histórico y, a diferencia de lo que sucedió con el J. Edgar de Leonardo DiCaprio, es imperceptible y sutil.

Gary Oldman es una fuerza de la naturaleza, el amo y señor de la cinta y un Oscar podría estar en su panorama. Su presencia escénica es magnética pese a que la polémica personalidad del político polarizaba y podía ser antipática. En el filme, el director Joe Wright (Orgullo y prejuicio, Anna Karenina, Hanna) deja a un lado muchas de sus decisiones estilísticas –la fotografía es menos luminosa, la cámara no danza en complejas coreografías y planos secuencias, más que en las escenas en que Churchill viaja en su automóvil y observa a Londres desde la ventanilla–, para dejar que la vibrante actuación de Oldman, sus encrucijadas y el momento específico de su vida al que nos remonta, hablen por sí mismos.

Estamos justo en los días en que Neville Chamberlain renuncia a su cargo y se debe buscar a un reemplazo. Churchill es elegido –no sin escepticismo, preocupación y renuencia–, pues su postura pro bélica se interponía entre una posible negociación pacífica con Adolf Hitler vía Mussolini. El recién electo Primer Ministro necesita decidir si conciliar o tratar de erradicar a las fuerzas germanas para evitar una invasión a territorio isleño. Al mismo tiempo, requiere encargarse de que se ejecute la Operación Dynamo –como se llamó al rescate de soldados atrapados en Dunkerque, recientemente retratado por Christopher Nolan–.

Las horas más oscuras avanza al remarcar fechas clave en los primeros días de gobierno del político de bastón, bombín y tabaco. Es una biopic seria, de debates internos externalizados mediante el humo de los puros que fuman los personajes, simbolismo de los claroscuros que acompañan las grisáceas decisiones de gobierno.

A través de las posturas políticas de los dos principales partidos británicos –los conservadores y los laboristas–, Wright nos muestra a un dirigente de mente pragmática que se atreve a tomar las decisiones difíciles que se necesitan para liderar una nación, que se debate entre escuchar solamente a otros políticos o prestar atención a lo que opina la gente de a pie. Que se cuestiona si negociar es doblar las manos o si es válido a cambio del bien común y de la seguridad nacional. Sin embargo, cuenta con algunos tintes de alarde patriotero y obedece a ciertos principios ideológicos, lo que parece inevitable siempre que el cine retoma temas políticos.

autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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