Cómo entrenar a tu dragón 3 – Crítica
Admirable desenlace de una trilogía y de sus personajes principales, respetando los valores de aceptación y tolerancia vertidos durante la saga.
El relato del león agradecido, aparentemente de origen romano y atribuido a Aulus Gellius en su versión más antigua, podría ser la base de muchas historias fílmicas que nos resultan familiares. En ella, el esclavo Androcles se encuentra con un león que sufre por una espina en una de sus patas. Androcles se le quita y prosigue su camino. Tiempo después, el esclavo es arrojado al anfiteatro para ser devorado por las fieras. Ahí se reencuentra con el león, quien lo reconoce y en lugar de devorarlo se le acerca dócilmente.
El relato sobre la gratitud y la amistad ha evolucionado a lo largo de los siglos, y no es difícil encontrar similitudes en proyectos fílmicos, donde se han forjado amistades entre niños y diversas criaturas, como E.T. El extraterrestre (1982) o El gigante de hierro (1999). En otra vertiente, la criatura en cuestión pudiese ser producto de la imaginación ante la tragedia y el dolor, en filmes tan perturbadores y catárticos como El laberinto del Fauno (2006) o Un monstruo viene a verme (2016).
En 2010, Dreamworks presentó el largometraje animado Cómo entrenar a tu dragón, basado en la serie de libros de Cressida Cowell. La película tuvo muy buena aceptación por parte de público y crítica. Los realizadores Dean DeBlois y Chris Sanders, eran –ni más, ni menos– los creadores de Lilo y Stitch (2002), por si quedaba alguna duda del patrón narrativo.
El canadiense Deblois ha sido el encargado de dirigir las dos secuelas. Con esta última entrega, cierra el ciclo iniciado hace casi una década, sobre el Hipo, el joven vikingo que ataca y después rescata un dragón, con quien desarrolla una fraternal relación y a quien nombra Chimuelo.
En los años transcurridos desde la primera película, es notable la evolución y sofisticación de la animación digital, que ahora se presenta desde poderosos momentos de claroscuros, hasta vibrantes e hipnotizantes escenas luminosas. Madurez sería el término más apropiado para describir todos los aspectos en torno al nuevo filme. Se percibe hasta en la forma de contar la anécdota. Hay mayor seriedad e incluso algunos aspectos sórdidos, como el cruel trato de los cazadores de dragones hacia los animales.
Madurez en el propio crecimiento de los personajes principales, que han pasado de adolescentes a jóvenes adultos. Y madurez para aceptar la imposibilidad de las utopías y enfrentar con entereza las decisiones que haya que tomar, incluido el valor para quienes deban ocupar roles de liderazgo.
Los elementos básicos de respeto y tolerancia han trascendido en las tres entregas. A través de la fantasía se logra abordar el cuidado del entorno natural y consideración a los animales. De la aversión a las bestias, hasta un entendimiento recíproco.
Con todo y que los amigos de Hipo continúan sirviendo como elemento humorístico simplón, la serie de películas ha sido enfática con aspectos serios como la pérdida de seres queridos y la fortaleza para superar las deficiencias físicas. No resulta gratuito que Hipo y Chimuelo eventualmente compartan experiencias que han afectado sus cuerpos.
Pero no todo es tan encomiable en la cinta. Habrá por ahí, por ejemplo, algún eco innecesario a una emblemática escena de El rey león (1994). Las imágenes irrumpen en una trilogía que se había distinguido por hacer el menor uso posible de referencias a la cultura pop, en una época en que no sólo está de moda, sino que a veces hasta parece obligatorio en muchas producciones fílmicas.
Pese a la peccata minuta, Cómo entrenar a tu dragón 3 resulta un formidable cierre de la trilogía, gracias a sus entrañables momentos y emotividad. Pero sobre todo por la sensata resolución de su planteamiento y premisa original.