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Cine de animación en México: El futuro está aquí

03-03-2021, 12:38:00 PM Por:
Cine de animación en México: El futuro está aquí

Como nunca antes en la historia de México se está gestando un movimiento que, en pocas palabras, podría convertir a la animación en el futuro de nuestra industria cinematográfica.

Por Arturo Magaña Arce @arturhd y Jessica Oliva @PennyOliva
Fotos: Manuel Cerón @manuelceronte. Producción: Xóchitl Rodríguez @xochitl_arg

¿Qué tiene el agua de Guadalajara?”, se les pregunta frecuentemente a los animadores tapatíos. Como ninguna otra ciudad en el país, la capital de Jalisco ha visto nacer a hombres y mujeres que han explorado con éxito el lenguaje del cine de animación en México para contar aquellas historias que obsesionan a su mente y a su corazón. A base de talento y perseverancia, todos ellos han convertido a esta urbe en una suerte de capital nacional del stop motion. ¿Cuál es el secreto de esta tierra fecunda, en donde germinan creadores?

La respuesta es compleja y puede que tenga que ver con la ausencia de trabajos en publicidad, industria que suele comerse las energías y los sueños de los animadores emergentes en lugares como la Ciudad de México. Sin embargo, en realidad, este florecimiento es producto de algo más difícil de replicar: la cercanía, la conexión y la sensación de proximidad. Karla Castañeda, Rita Basulto, Juan José Medina, León Fernández, Sofía Carrillo y Luis Téllez son parte de una generación de animadores inspirada y apoyada –no sólo en espíritu– por sus propios ídolos locales, sus vecinos. Figuras como Guillermo del Toro, Rigo Mora y René Castillo han estado ahí, a sólo unas calles de distancia, creando grandes obras y comiendo en los Churros La Bombilla.

Lo mismo ha sucedido entre ellos, competidores hermanos, que han aprendido juntos, colaborado constantemente en los cortometrajes de unos y otros, como directores de fotografía, guionistas, productores. Son, sobre todo, artistas plásticos y narradores, que se han abierto camino robando espacio para sus escenarios (en su propia casa, museos, bodegas, etc.) y que se han encontrado en este estilo de vida llamado animación.

Hoy, después de un largo camino de esfuerzo y perseverancia, el futuro luce prometedor. Como nunca antes en la historia de México se está gestando un movimiento que, en pocas palabras, podría convertir a la animación en el futuro de nuestra industria cinematográfica. Con todos los premios y el reconocimiento del mundo bajo el brazo, Guillermo del Toro decidió volver a casa para cimentar el camino que permitirá a este grupo de animadores –y, sobre todo, a las nuevas generaciones– consolidar sus sueños animados más alocados. Sueños que hasta ahora habían sido casi imposibles, como, por ejemplo, filmar el primer largometraje de stop motion en la historia del cine mexicano.

El Centro Internacional de Animación –mejor conocido por sus integrantes como El Taller del Chucho– llega a Guadalajara para convertirse no sólo en el epicentro de la animación en México, sino en un ágora: en donde las mentes brillantes podrán colaborar con los grandes talentos mexicanos. Bajo el liderazgo de Del Toro y de estos siete animadores, el centro tiene como objetivo convertir a una hermandad ya existente en una industria creativa.

El futuro de la animación en México está aquí. Por ello nos acercamos a todos estos animadores para conocer lo que hay detrás de esos sueños que depositaron en la construcción del Taller del Chucho; un lugar que, en las condiciones actuales de nuestro México, no sólo podría cambiar el rumbo del país, sino salvar vidas.

De izquierda a derecha: Karla Castañeda, René Castillo, Rita Basulto, Luis Téllez, Juan José Medina, León Fernández y Sofía Carrillo. Foto: Manuel Cerón

Luis Téllez: Hereda su amor por la animación

«Me gustaría pensar que el futuro del cine mexicano está en la animación”, nos dice Luis Téllez al interior de su estudio, albergado en el corazón del Museo Trompo Mágico de Guadalajara. Desde hace unos años, el cineasta ha trabajado en la filmación de Inzomnia, proyecto de largometraje en stop motion que ha crecido frente a los ojos de los pequeños que diariamente visitan ese lugar.

El cineasta afirma que el amor por la animación en Guadalajara ha crecido gracias al contagio. Su historia inició al lado de René Castillo en la creación del cortometraje Hasta los huesos. Hoy, Luis hace posible que todos aquellos pequeños curiosos que observan su labor sepan que cualquiera de ellos puede seguir sus pasos. “Ahora la tecnología nos lleva a que se pueda empezar a practicar con lo que sea”, explica. “El cine de animación puede cambiar el futuro para las siguien- tes generaciones y eso me emociona mucho”.

“Hay mucho que dar y seguir aprendiendo en el stop motion”, explica Luis, quien ha llamado la atención de la comunidad internacional de animación con la historia de Inzomnia. En ella, una pequeña se pregunta qué pasaría si dejáramos de dormir y no pudiéramos soñar más.

Definida por él mismo como una distopía en un mundo steampunk, la película podría convertirse en el primer largometraje en stop motion en la historia del cine mexicano. “Pero no tengo presión de ser el primero”, aclara. “Si no es una buena película pierde todo sentido. Si llega alguien y me rebasa, no pasa nada. Estamos concentrados en hacer bien los procesos y en crear una buena conexión con el público”.

Con cinco cortometrajes a la fecha filmados con esta técnica –incluido Viva el rey, nominado al Ariel 2019–, Luis ha nadado contracorriente para hacer de Inzomnia una realidad. “En la medida que te enamores de una historia, eso te da la fuerza suficiente para terminarla”. Para él, no hay nada más valioso que el apoyo que ha recibido de sus colegas animadores desde que su sueño inició. “Todos aportan sus experiencias y un crecimiento que no se había visto en la historia de la animación. Es crecer como amigos, como profesionales, y aportar experiencias a los proyectos en turno de cada uno”. Ahora, junto a ellos, está por embarcarse a una nueva aventura a bordo del Taller del Chucho, desde donde, como dijo al inicio, podrá hacer de la animación el futuro del cine mexicano.

Luis Téllez animación en México

Karla Castañeda: Las respuestas de la vida… animadas

Para Karla Castañeda, la animación ha sido algo catártico. A lo largo de su vida, la jalisciense ha encontrado más preguntas que respuestas. Sin embargo, su trabajo detrás de la lente le ha ayudado a darle significado a todas sus interrogantes. “Estoy sacando todo lo que tengo; todo lo que siento”, afirma cuando se le pregunta de su cine.

Su acercamiento al mundo de la animación ocurrió de la misma forma que con sus ahora compañeros de aventuras. El set de rodaje de Hasta los huesos le permitió conocer la magia que René Castillo traía entre manos. Ahí, rodeada de maquetas y figuras de plastilina, Karla descubrió que todas esas historias que vivían en su mente podrían cobrar vida.

Jacinta (2008); La noria (2012) y un tercer proyecto actualmente en rodaje forman la “trilogía de la muerte” en la que Castañeda ha podido mezclar su pasión por la literatura, el dibujo, el cine de animación y esas historias que han marcado su vida. “Aquí tengo todo. Puedo hacer lo que yo quiera: sujetar a mis personajes, pintar sus mundos y ensuciarme las manos para convivir con ellos”.

La cineasta lleva su carrera paso a paso. Hoy, sus prioridades son terminar su tercer cortometraje, concluir un guion que está coescribiendo con Guillermo del Toro, trabajar en el equipo de arte de Pinocho –filme en stop motion dirigido por Del Toro para Netflix– e iniciar las actividades del Taller del Chucho. “Son siete cabezas en un universo. Son historias y maneras distintas de contarlas, lo cual es bien enriquecedor. Somos siete que estamos iniciando, pero vienen más generaciones detrás. Es pasar la estafeta, como nos ha dicho Guillermo”.

Sus esfuerzos de capacitación dentro del centro no sólo estarán enfocados a formar nuevos directores y directoras de animación, sino a demostrar que la técnica requiere de profesionales en distintos ámbitos. Y que la animación no puede entenderse como una labor en solitario, sino como un trabajo en equipo que, como le ha sucedido a Karla, puede dar respuesta a aquellas interrogantes que rodean nuestras vidas.

Juan José Medina: La magia de una mente analítica

Egresado de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara, Juan José Medina piensa que la ideas son las que deben dictar la técnica y no al revés: “He circulado por este camino de la animación por- que el tipo de historias que he escrito lo han pedido así. Veo a la animación como una posibilidad más de creación”.

El ganador de cuatro premios Ariel –tres en la categoría de Mejor cortometraje animado y uno en la de efectos visuales por su trabajo en Desierto adentro (2008)–, pasó varios de sus primeros años balanceando lo que considera artes complementarias: pintura, escultura, videoinstalaciones y animación. Recorrió diversos festivales del mundo con los tres cortometrajes animados que ha dirigido–El octavo día de la creación (2003), Jaulas (2009) y Zimbo (2015)–, pero también ha portado muchos sombreros, como suele suceder en este rubro. Ha sido productor, guionista, editor, animador y director de arte, tanto en sus propios proyectos, como en los de sus colegas.

En 2011 fundó Outik Animation, en conjunto con Rita Basulto y León Fernández, estudio que , sobre todo, ha servido para impulsar los proyectos independientes de cada uno: una suerte de hogar y punto de reunión. Ante un panorama de animación cada vez más abierto, el cineasta reconoce que las cosas han cambiado en estos 20 años: hay más espacios formativos, mejor tecnología y más especialistas. Sin embargo, los apoyos institucionales siguen siendo inestables, insuficientes cuando se trata de proyectos que no se adaptan a las limitadas fórmulas comerciales de costo-beneficio. “Por eso la coproducción internacional es una gran vía para lograr los valores de producción a los que estamos acostumbrados”, nos dice.

Juan José Medina se encuentra hoy trabajando en su corto- metraje Tío, sobre una deidad minera, que en realidad funge de ensayo para hacer su primer largometraje, Niño carbón. “Lo más difícil es escribir historias que en realidad vayas a poder hacer, con los recursos que tienes. En la universidad te impulsan a escribir sin pensar en presupuesto pero eso no es real. No te sirve de nada escribir 50 locaciones si no vas a poder tenerlas. De to- das formas, para empezar no necesitas mucha infraestructura, sólo tu celular, tu laptop. A los animadores nada nos detiene”.

Juan José Medina animación en México

René Castillo: Lleva la animación en los huesos

En algún punto de su vida, René Castillo sólo visualizaba un futuro como administrador de empresas. Pero un buen día, un accidente sacudió todos los planes que había imaginado. “Estuve en coma una semana y, cuando desperté, caí en cuenta de lo frágiles que somos y que no quería dedicar mi vida a eso”, dice con una enorme sonrisa. Esos planes macabros del destino lo encaminaron a tomar un taller de animación en plastilina, cuya primera sesión le permitió ver algunos cortos animados del mundo que se habían hecho en aquel entonces. “Estaba impactado”, recuerda. “Ahí dije: ‘si me voy a morir, esto es lo último que quiero hacer en mi vida. Esto es lo mío. Y para eso estoy aquí’”.

Hoy, hablar de René Castillo es referirse a un pilar fundamental de la animación stop motion en México. Su trabajo en los galardonados corto- metrajes Sin sostén (1998) y Hasta los huesos (2001) le permitió iniciar un camino que ha inspirado a incontables generaciones en México y en el mundo; desde los nuevos talentos hasta animadores de Pixar o el propio Tim Burton, quien le confesó alguna vez que su trabajo fue una referencia directa para la construcción de El cadáver de la novia (2005).

Pero cuando uno platica con René, todos esos premios y reconocimientos pasan a segundo plano. Cada una de sus palabras provoca que, invariablemente, hasta el menos interesado termine inspirado y motivado para contar una historia. “Para mí la animación fue un descubrimiento maravilloso”, explica emocionado. “Encontré un lugar don- de podía realmente disfrutar todos los procesos: desde la idea, el guion, los diseños, la construcción de personajes y animarlos hasta ver cómo cobran vida en la pantalla. Es muy gratificante. Y estoy muy feliz de que ahora la animación es mucho más factible para todos. La tecnología nos ha acerca- do y los procesos se han simplificado. Hoy cualquiera puede agarrar un teléfono y animar en unos minutos”.

El futuro de René ahora se ve muy distinto al de aquel administrador de empresas. Hoy está trabajando arduamente en su primer largometraje en stop motion, mismo que realiza con un estudio de animación en China.Al mismo tiempo, se prepara para ser parte del Taller del Chucho junto a sus viejos compañeros de batalla. “[El taller] es un gran regalo de Guillermo del Toro. A través de los años, muchos se han quedado en el camino, pero otros hemos seguido. Y con esto, podremos hacer animación como siempre habíamos soñado”.

René Castillo animación en México

León Fernández: El aeronauta que llegó para quedarse

León Fernández pasó los primeros 26 años de su vida sin siquiera pensar en la posibilidad de la animación. Dedicado exclusivamente al trabajo escultórico des- de los 11 años de edad, entró por accidente al rubro cuando se topó con dos ganadores del Ariel que se convirtieron, con el tiempo, en grandes amigos. “Me metí a un curso que daban Juan José Medina y Rita Basulto, quienes acababan de ganar el Ariel. Para mí fue todo un descubrimiento. No sabía que había artistas así, haciendo historias profundas que nada tenían que ver con las caricaturas”.

Su primer cortometraje animado, Mutatio, estrenó en 2011 y de ahí ya no paró. Al ser relativamente nuevo en el mundo del stop motion –aunque hoy suma ya cuatro corto- metrajes en su filmografía–, se supo afortunado desde el inicio. “No tengo muchas quejas, el camino de la animación ya estaba relativamente abierto cuando ingresé. No pasé por los problemas que experimentaron mis amigos. A Juan y a Rita les tocó, por ejemplo, animar con cámaras de 35 mm”

Para el también fundador de Humanimalia Studio –dedicado a la creación de marionetas–, es importante apoyar la inventiva que los animadores tapatíos han demostrado ante las carencias, así como sus voces únicas. De Los aeronautas (2016) a Taller de corazones (2016), en la obra de León Fernández siempre es posible detectar una reflexión de corte social, aun cuando también comparta la sensibilidad onírica y oscura típica de esta generación de animadores. El cineasta atribuye esta coincidencia a un interés compartido por los mismos autores. “A todos nos gusta mucho por ejemplo Jan Švankmajer, el animador checo”.

Ahora, sin embargo, Fernández está a apunto de iniciar una aventura fuera de su zona de confort: una parodia de los superhéroes. Su siguiente cortometraje, en cuya preproducción empezará a trabajar a finales de año, tendrá como protagonistas a unos niños con superpoderes absurdos. “La comedia es algo nuevo para mí, y tendrá lugar en una zona rural de esas olvidadas por Dios. Un ambiente muy parecido a lo que podrías encontrar en El llano en llamas, muy rulfiano”, revela.

León Fernández animación en México

Rita Basulto: Mirada que ilumina

Cada vez que Rita Basulto pasea por las calles ocurre una suerte de safari: su mirada siempre está a la caza de objetos y formas interesantes que puedan enriquecer esos “altares” que construye para contar sus historias. Esos escenarios son muestra de su alma de recolectora de detalles: desde el universo nostálgico de Lluvia en los ojos (2013), hasta el sobrio pero siempre curioso teatro del protagonista de Zimbo, corto que codirigió con Juan José Medina y que le valió su Ariel número cuatro.

“No concibo lo que hago como un producto. En realidad, para mí la animación es una forma de vida”, nos confiesa.

“Cada proyecto es algo muy personal, son nuestras preocupaciones, nuestras obsesiones. Hacer un corto animado es como armar un rompecabezas, poner la música, tus dibujos, tus libros favoritos, las películas que te han influido. Es casi como un arte-objeto, todo se amalgama ahí”.

Aun así, la artista y directora acepta que, aunque la animación es para ella más una necesidad, “algo que no podría dejar de hacer”, de vez en cuando es necesario pensar en su dimensión de industria, si es que se quiere vivir de eso. “Hacer cine aquí en México es difícil. Los apoyos son pocos y están muy peleados”, afirma, aunque también cree en el potencial de su arte. “Se están levantando proyectos como Inzomnia, de Luis Téllez, y el centro de animación de Del Toro justo buscará crear una industria creativa”.

La forma en que Basulto pone en orden la iluminación en la habitación para hacer esta entrevista deja al descubierto el superpoder que ella trae a esta comunidad de creadores. Una que aprovecha las fortalezas de sus miembros para perfeccionarse. “A mí se me da la luz y la foto, por eso a veces fotografío los cortos de los demás, pero a León se le facilita más la escultura, por ejemplo. Yo no soy buena productora, porque soy algo desorganizada, pero ahí es donde entra Juan. Nos complementamos, identificamos las habilidades de cada uno y tratamos de desarrollarlas”.

Con tres cortos animados dirigidos a la fecha, Basulto fue una de las animadoras invitadas por Guillermo del Toro para participar en Pinocho, y aunque la cineasta aún no sabe si se concretará, ya está trabajando en Humo, su siguiente corto, así como en su primer largometraje, que será
para toda la familia.

Rita Basulto

Sofía Carrillo: Las obsesiones de una vida

Antes de comenzar nuestra charla, Sofía Carrillo le acomoda el cabello a la pequeña Cerulia, protagonista de su cortometraje homónimo de 2017 con el que la animadora triunfó en el mundo. “Me cae muy bien”, dice entre risas, sobre la muñeca con la que ha viajado y a la que le construyó un pequeño Ariel de plastilina cuando, el año pasado, ganaron el premio a Mejor corto animado. “Creo que es una representación de mis hermanas y mía cuando éramos chiquitas. Su mundo tiene que ver con mis abuelos y con mi niñez. Siento que cuidarla es como cuidarme a mí misma cuando era chiquita”, afirma.

En su filmografía de siete cortometrajes animados a la fecha, Sofía ha plasmado su obsesión por las casas abandonadas, por las gemelas y por historias sobre los pensamientos más oscuros que habitan en la mente humana. Para la joven tapatía, ser animadora es el cumplimiento de un sueño que no surgió sólo en su mente, sino que le fue he- redado poco a poco por quienes hoy son sus compañeros de trabajo. Hija de una familia de artistas plásticos, Sofía se inició en el mundo de la animación gracias a que, durante la universidad, se colaba a los talleres de Rita Basulto, Juan José Medina y René Castillo.

“Cuando empecé a estudiar cine se hablaba de ellos y era muy inspirador saber que estaban animando a unas cuadras de nosotros. Para mí era increíble ver lo que ha- cían. Y lo ves como algo alcanzable porque es gente a la que puedes conocer y terminar queriendo muchísimo. Esa cercanía te da la sensación de que las cosas pueden pasar”.

Para ella, animar es también un compromiso, no sólo con esas historias que llenan su mente y su corazón, sino también con la gente que está por llegar. “Verme dentro de [El Taller del Chucho] y pensar que el futuro puede tener mejores condiciones es impresionante y un poco abrumador”, confiesa. “Hay mucha esperanza y mucha expectativa. Pero vienen muchos jóvenes por los que hay que hacerlo”.

A ellos les pide que sean muy tercos y necios; que aprovechen las herramientas que la tecnología les ofrece. Pero también recomienda seguir siendo “análogos”; que se den la oportunidad de construir, de modelar y de sentir con sus manos el material con el que están creando una historia animada. “Cuando sólo hay palabras y algoritmos siento una desconexión con esta parte artesanal que sólo tiene el stop motion”. Quizá por ello, su futuro inmediato incluye proyectos en este formato. Después de todo, lo más importante para ella es seguir contando sus historias: ésas que lleva dentro de la mente y que, como Cerulia, la seguirán acompañando por el resto de su vida.

Sofía carrillo
autor Este texto fue ideado, creado y desarrollado al mismo tiempo por un equipo de expertos trabajando en armonía. Todos juntos. Una letra cada uno.
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