Buscador
Ver el sitio sin publicidad Suscríbete a la revista
Cine

Chicuarotes – Crítica

28-06-2019, 9:56:18 AM Por:
Chicuarotes – Crítica

Aunque cuenta con una efectiva dirección actoral, la segunda cinta dirigida por Gael García Bernal se pierde en el melodrama más convencional y menos sutil.

Cine PREMIERE: 2.5
Usuarios: 4
Votar ahora:

El «chicuarotismo» de Gael García Bernal por hablar de las clases sociales de México es evidente. Es decir, su necedad o su insistencia. La terquedad es una de las acepciones que tiene «chicuarotes», gentilicio de los pobladores de San Gregorio Atlapulco y título del segundo largometraje como director del experto actor, en el que vuelve a la cuestión de clase que tocó en su ópera prima, pero ahora desde la contraparte. Si en Déficit eran los vicios de los juniors, en ésta es la ausencia de virtud en la vida de dos adolescentes miserables (en todos los sentidos).

«Cagalera» (Benny Emmanuel) y «Moloteco» (Gabriel Carbajal) realizan rutinas cómicas como payasos, a bordo de microbuses en los que también asaltan. Pero ni el intento honrado ni el aficionadamente agresivo les resulta en más que baratijas y algunas monedas. Convenientemente, una secuencia después se encuentran con un amigo que les plantea la estrategia para salir de pobres: reunir $20 mil pesos para comprar una plaza en el Sindicato de Electricistas. Más convenientemente aun y otra secuencia más tarde, otro amigo les propone un robo a una lencería, por el que cada uno podría llevarse –vaya sorpresa– $20 mil pesos.

Dos policías obesas frustran el botín raquítico de tangas y sostenes multicolores en un episodio de esos en los que la comedia revela bastante de quien se ríe, en este caso de una amenaza de violación. Y ese camino de Chicuarotes es el que, con una dirección más cuidadosa, pudo resultar interesante, pues la torpeza en la que caen los delincuentes más risibles de la Ciudad de México funciona a modo de gags y lo absurdo de las situaciones esboza una comedia oscura y hasta atrevida, cualidad de la pluma del guionista, Augusto Mendoza.

El score también hace lo suyo al tejer inicialmente atmósferas surrealistas gracias al sonido de un instrumento familiar al theremín, aquel que acompañaba al cine silente. Pero la promesa de un acercamiento novedoso a la precariedad se desvanece cuando cede el paso al melodrama más convencional y menos sutil, en el que la complejidad que se quiso trazar en los personajes se pierde entre gritos, lágrimas, golpes y otros lugares comunes con los que se representa la pobreza en el cine mexicano. La necedad o el chicuarotismo puede ser virtud o flaqueza, según como se ejecute y, en este caso, se percibe un intento muy forzado por llevar la historia a terrenos que pretenden ser serios, alejados de un camino que se sentía más natural y acorde hasta con los increíbles apodos de los habitantes del pueblo de Xochimilco: «el Planchado», «el Chillamil» y «el Baturro».

La notable experiencia de García Bernal como intérprete se nota más en otro aspecto, la dirección actoral. Es ahí donde juega en terreno conocido y, con virtuosismo, guía a su elenco joven. Leidi Gutiérrez, quien junto con Nancy Talamantes resultaron el hallazgo actoral de David Pablos en Las elegidas, confirma su talento para proyectar ternura y sagacidad con el papel de Sugehily; Benny Emmanuel, ahora ganador del Ariel como Mejor revelación, aporta el carisma necesario para equilibrar a un personaje que se hace odiar; y Gabriel Carbajal, actor no profesional, construye la vulnerabilidad y lealtad que sólo se gesta tras un profundo abandono. Son ellos las luces de una película en la que los pobres no ríen más que por maldad, no se divierten más que por vicio y no gozan más que por perversión

autor Periodista y crítica de cine. Le interesa la diversidad de miradas en películas y series. Habla y escribe sobre cine hecho por mujeres, por cineastas indígenas y latinoamericanos.
Comentarios