Chavela Vargas y el retrato de una sobreviviente
En el documental de Catherine Gund y Daresha Kyi muestra a la mujer que se atrevió a cantar las canciones y a vivir las pasiones que le pertenecían a los hombres.
Chavela Vargas tenía 75 años de edad cuando cantó por primera vez en su escenario de ensueño: se paró en el Palacio de Bellas Artes con su poncho rojinegro, los pies firmes y los brazos bien abiertos, con toda la vida que ni 40 mil litros de alcohol tomado en siete décadas (según sus propias cuentas) le habían podido quitar. Su última presentación en México la dio 18 años después, a los 93, sentada y débil, pero fincada en sus bravuras legendarias: la de haberse adueñado de las canciones que sólo eran cantadas por hombres, la de usar pantalones, la de haber sido amante de Frida Kahlo (y de otras) y la de vivir su lesbianismo en tierra de hombres.
Nadie que la hubiera visto rebosante en ese escenario, con esa carrera tan longeva e inquebrantable, hubiera adivinado que su don principal, de hecho, había sido morir y resucitar varias veces. Lo hizo tras su llegada a México de su natal Costa Rica, para renacer como mexicana; tras cada acto de discriminación hacia su sexualidad; tras la muerte de su protector y cómplice, José Alfredo Jiménez; tras cada desamor y tras los 12 años en que sucumbió al alcoholismo y estuvo fuera del escenario. Por fortuna, la documentalista y activista estadounidense Catherine Gund capturó a principios de los 90, y sin saberlo en ese entonces, el inicio de la última resurrección, la más importante de todas.
“Después de la muerte de mi mejor amigo me fui a México y estaba en un estado de dolor y de duelo”, nos platicó la cineasta, quien, sin saberlo, asistió con sus amigas al primer pequeño concierto que Chavela dio tras su pausa por el alcohol. Gund sacó su cámara y grabó una extensa plática con ella al terminar. “Mi amigo había muerto de SIDA, tras varios años de lucha por cambiar el sistema médico. Chavela cantaba de forma poderosa sobre el amor y la pérdida, así que eso resonó en mí profundamente. Ella era sexy y magnética, yo no podía quitarle la vista. Después supe que, cuando hablamos, ella estaba pasando por un momento clave: su amor la había dejado recientemente y estaba tratando de cantar sobria por primera vez en su vida”.
Aquella plática íntima que Gund tuvo con la cantante hace casi 30 años es ahora el corazón de su documental Chavela, dirigido en conjunto con Daresha Kyi, y estrenado en el pasado festival de Berlín. “Ahí estábamos, un grupo de lesbianas y ella, platicando, cuando ni siquiera le gustaba ese término. Ella no aceptó la palabra ‘lesbiana’ para referirse a sí misma sino hasta que tenía 80 años, porque había sido usada en su juventud para menospreciarla. Pero ahí estaba hablando con nosotras de mujeres, del amor, de la soledad. Cuando platicábamos tenía 71 años de edad, así que ¡pensábamos que ese era el final para ella! Pero eso fue tan sólo unos días antes de que Manolo Arroyo se la llevara a España y su carrera despegara”.
Lejos de una biografía, el documental echa mano de las canciones de la propia Chavela Vargas para contar su historia: Gund y Kyi usan los versos para enmarcar sus etapas espirituales y sentimentales, con ayuda de testimonios de sus amigos, exparejas y allegados, que incluyen personalidades como el cineasta Pedro Almodóvar, Tania Libertad, Eugenia León y Miguel Bosé. La estructura deriva en un viaje interno, a través de la juventud de quien fuera Isabela Vargas Lizano –cuando rompió esquemas al desnudar las canciones rancheras y le fueron negados los escenarios de teatros importantes–; las fiestas que la consumieron, su soledad y, sobre todo, su “muerte” de doce años y su renacimiento en la tercera edad, que le daría otros 20 años más de carrera y éxito inédito.
“Era importante mostrar que se trató de una sobreviviente”, nos dijo Gund. “Tocó fondo. Ella era un pez fuera del agua. En esa época no había forma de crear comunidad, no había Internet, solo tenía los bares. Así que se puso a cantar con los hombres y bebía con ellos. A eso fue a lo que se afilió. En algún punto, el alcoholismo la dominó. Pero algo en ella sobrevivió. La depresión, sentirse no aceptada y la soledad es algo que es parte de la historia de todos”.
“Chavela Vargas tenía que ser más macha que todos los machos de un país en el que no había lugar para una lesbiana”, reflexiona uno de los entrevistados en el documental. Sin embargo, en la cinta también se deja ver su amor apasionado por México, país que desde siempre adoptó como suyo. “En México se descubrió a sí misma”, señaló Gund. “Descubrió artistas como ella. Sí sufrió discriminación pero nunca culpó a México por eso. Me hubiera encantado tener en mi película el pietaje de ella diciendo su famosa respuesta: ‘Los mexicanos nacemos donde se nos da la chingada gana’. Ella estaba en España y pidió venir a morir a México. En EE. UU. actualmente necesitamos ese tipo de actitud sin fronteras, sin barreras”.
No es sorpresivo que Catherine Gund se haya interesado por la historia de Chavela Vargas. La filmografía de la cineasta se ha concentrado en temas LGBT o sociales, que combinan la valentía y el arte, conceptos que siempre presenta conectados. Su cinta anterior, Born to Fly: Elizabeth Streb vs Gravity, seguía de cerca a una coreógrafa y sus bailarines «voladores», cuyas audacias en las alturas desafían los límites que le ponemos tanto a lo que consideramos humano, como a lo que llamamos arte, juventud y género. “Los artistas se vuelven vulnerables a la hora de exponer su punto de vista del mundo», nos dijo la cineasta. «Es un esfuerzo desnudo de comunicarse. Por eso ahí hay valentía. No sé qué es lo que haga que unas personas resuciten y otras no, pero son fascinantes los recursos que personas como Chavela tienen para seguir adelante. Son artistas, tienen una sensibilidad que está en otra dimensión. Los demás no tenemos que estar creyendo en una realidad que no existe aún. Ellos, por el contrario, tienen una curiosidad desesperada de buscar cómo es que podríamos existir en este mundo”.
Chavela, según su directora, también es un documental sobre la temeridad de arriesgarlo todo, como deja claro el testimonio de Miguel Bosé: “Al cantar, parecía que Chavela se iba a morir en cada estrofa, que dejaba la vida ahí. Y luego respiraba”.