Birds of Prey: Aves de Presa – Crítica
Aves de presa logra emancipar finalmente a la figura femenina en una industria que no les había permitido brillar en el cine de acción.
Algo muy curioso sucedió durante el otoño de 2016. Al mismo tiempo que Escuadrón Suicida era despedazada por la crítica y la taquilla, el público se enamoraba de esa rubia enloquecida llamada Harley Quinn, encarnada por la talentosa y visionaria Margot Robbie. A ella, la mala reputación de aquel filme le importó poco. Mientras ardía el mundo cinematográfico –del DCEU, por supuesto–, ella caminaba alegremente al lado del fuego, al ritmo de cualquier canción que resonara en su mente y balanceando su mazo sin mayor preocupación. Ese porte que cautivó a propios y extraños, nos demostró que la famosa arlequina no necesitaba a nadie para triunfar. Finalmente, cuatro años después, Aves de Presa le da la oportunidad de brillar en su máximo esplendor; esta vez sin obstáculos, sin amores tóxicos, sin su Joker.
La cinta dirigida por Cathy Yan (Dead Pigs) no pierde el tiempo en mostrarnos que su protagonista realmente se está emancipando del pasado. No han transcurrido ni siquiera 30 segundos de metraje cuando la historia ya se deshizo por completo de la figura del Guasón. Eso le da a Harley la oportunidad de deambular por una Ciudad Gótica –colorida y extravagante; algo pocas veces visto desde la esquizofrenia visual de Batman & Robin en 1997– sin un propósito fijo más que disfrutar su libertad y los peligros que eso conlleva.
Ya sin su Joker, la arlequina vuelve a ser una “presa fácil” para sus detractores quienes, cobardemente, se atreven atacarla y cobrar viejas venganzas. En su mente, Harley no es más que una mujer vulnerable y despechada. Desde luego, lo que encuentran es algo totalmente opuesto. Sin mayor preocupación más que sólo divertirse, Quinn aniquila uno a uno a sus adversarios, dándole una lección no sólo a los hombres de Ciudad Gótica sino también a muchas personas del otro lado de la pantalla.
Escrita por Christina Hodson– guionista de BumbleBee y encargada del futuro cinematográfico de Batgirl–, Aves de Presa triunfa en liberar a Harley Quinn de su pasado. Pero también, tal y como su título lo indica, la cinta logra emancipar al cine de superhéroes de los estigmas que irresponsablemente –tanto el público como la industria– hemos ido solapando por décadas.
Pensemos por un segundo en la forma en la que Hollywood ha retratado al poder femenino en las cintas de acción y en el cine de superhéroes. Podríamos hablar horas acerca del vestuario, de los diálogos, de las secuencias que ellas protagonizan y de como, de una u otra forma, al final siempre será un hombre quien venga a rescatarlas o a enmendar los errores que ellas cometieron.
Huntress (Mary Elizabeth Winstead), Black Canary (Jurnee Smollett-Bell), Renee Montoya (Rosie Perez) y Cassandra Cain (Ella Jay Basco) posiblemente sean el completo opuesto a todo ello. Estas cuatro peculiares damas de Ciudad Gótica –que brillan en la pantalla por su enorme talento y una química contagiosa– de pronto tienen que trabajar juntas para cumplir un propósito en común. Roman Sionis (un Ewan McGregor espectacular), uno de los villanos más siniestros de aquella urbe, desata el caos cuando, junto a su sádico secuaz Victor Zsasz (Chris Messina) pone precio a la cabeza de la pequeña Cassandra. Mientras toda la ciudad enloquece por encontrarla –y por conseguir el botín que trae consigo–, los caminos de estas antiheroínas se cruzan para acabar con aquel enemigo que tantos dolores de cabeza les ha dado.
En un momento en el que el cine busca hablar cada vez más de feminismo y trata de normalizar el mostrar personajes femeninos empoderados, es curioso cómo Aves de Presa se atreve a dar un salto más allá de esa valiente lucha. La película no busca empoderar a sus personajes ni las retrata en su búsqueda de libertad porque ellas ya tienen todo eso. Las protagonistas del filme ya son seres libres y poderosos, capaces de ponerse al tú por tú con quien sea. A veces ganarán; a veces no. Así sea una Huntress cumpliendo finalmente sus deseos de venganza, o a una Renee Montoya derrotada, abandonando su trabajo por nunca haber sido valorada, pero portando una playera enormemente divertida y con la frente en alto, la cinta destaca por la forma tan humana en que retrata a sus personajes.
Desde luego no estamos celebrando únicamente que se trate de la primera gran cinta del subgénero para adultos que es escrita, producida, dirigida y protagonizada por mujeres. Eso es algo que, en pleno 2020, debería ser común. Pero como tristemente todavía no lo es, entonces sí vale la pena reconocer lo que significa para la industria esta producción comandada por Margot Robbie. En mundo cinematográfico de hombres, Harley llega y domina todo.
Si ella existiera en el mundo real y decidiera hacer su propia película, se robaría sus secuencias favoritas del cine de acción –de los autores que gusten imaginar– y las reinterpretaría a su gusto, las adaptaría con su estilo y los llevaría a los lugares que ella quería; todo al ritmo de un soundtrack atascado de grandes canciones –una tras otra, al igual que en Escuadrón suicida–. Todo eso es justamente lo se logra en Aves de presa con el trabajo de Hodson, de Yan y, sobre todo, el talento de Margot, sin duda la mejor opción para dar vida al personaje.
Su narrativa puede sentirse revuelta y con algunos momentos inconclusos, porque es la propia Harley la que relata aquí su propia historia. Es interesante oír su voz dándonos contexto de lo que ocurre, brincando al pasado porque olvidó mencionar algo importante o distrayéndose con algo que llamó su atención. Para algunos, esto podrá ser un gran tropiezo –las comparaciones con Deadpool no se harán esperar–. Pero para otros –como su servidor– esto es una buena forma de moldear una película siguiendo al pie de la letra la esencia de este personaje.
Aves de Presa podría confirmar que, finalmente, DC descubrió la razón principal de esos grandes fracasos cinematográficos que tuvo en el pasado: el espíritu trasgresor de sus personajes no pueden filmarse en películas de superhéroes masticadas y fáciles de digerir. Las historias de todos ellos pueden y deben retar a los espectadores. Lo único que el estudio debe hacer es dejarlos en libertad para que exploren lugares a donde otros no se han atrevido a llegar .
Ahí está lo que ha logrado, por ejemplo, el espíritu aventurero de la Mujer Maravilla de Patty Jenkins, la inocencia del Shazam de David F. Sandberg o hasta el corazón despiadado del Joker de Todd Phillips. Ahora, la locura desbordada de la Harley Quinn de Cathy Yan se une a todos ellos, y lo hace, de paso, emancipando a la figura femenina en una industria que no les había permitido brillar en el cine de acción.