Belle – Crítica de la película y dónde ver
Belle es un festín cinematográfico con mensajes de empoderamiento, libertad y esperanza para la era digital.
¿Alguna vez te has sentido frustrado con tu yo del mundo real? ¿Incapaz de expresar abiertamente tus ambiciones, talentos o intereses? ¿Agobiado por no encajar dentro de los moldes tradicionalmente aceptados por la sociedad? Y, ¿si existiera un espacio alterno en donde pudieras convertirte en quien realmente eres? Belle, la nueva película del director nominado al Óscar, Mamoru Hosoda (Mirai, mi pequeña hermana), explora las ansiedades primarias de las generaciones más jóvenes en torno a la construcción de su propia identidad, en medio de un contexto en el cual las revoluciones tecnológicas pronto dejarán de limitarnos a una sola realidad. Con imágenes arrebatadoras, un diseño sonoro magistral y números musicales conmovedores, esta reinterpretación de La bella y la bestia para la era digital se posiciona, tranquilamente, como la producción más deslumbrante en toda la filmografía del aclamado cineasta japonés.
Ambientada en un futuro no muy distante, la cinta nos presenta a Suzu Naito, una chica tímida de 17 años que vive con su padre en una comunidad rural en la Prefectura de Kōchi. Pese a sus esfuerzos por seguir su pasión por la música, ella no ha sido más que una sombra de sí misma desde la muerte temprana de su madre. Las cosas cambian cuando esta joven, en apariencia ordinaria, ingresa a ‘U’, un mundo virtual con cinco mil millones de usuarios, en donde tus datos biométricos, personalidad y dones ocultos son escaneados para crear tu avatar ideal. Un mundo donde tu verdadero yo es digitalizado. Así, nuestra heroína se convierte en ‘Bell’, una cantante sublime que se alza rápidamente como una sensación global. Pero un día, uno de sus conciertos se ve interrumpido por una criatura monstruosa que es perseguida por vigilantes. Atraída por las similitudes personales que percibe en el corazón atormentado de la bestia, Suzu emprenderá una búsqueda para descubrir su verdadera identidad, y vencer juntos los miedos que les aprisionan en la vida real.
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Exponerse apenas unos minutos al lado oscuro de la red puede ser razón suficiente para temer por un futuro en el que las barreras entre lo virtual y lo real se hayan desvanecido. Sin embargo, ese día se encuentra cada vez más cerca. Por ello, la óptica humanista del autor nipón siempre resulta tan refrescante. En contraste con los escenarios distópicos retratados por la mayoría de sus colegas, el responsable del cortometraje primigenio de Digimon Adventure (1999) o de la épica de ciencia ficción Summer Wars (2009), continúa abogando por una perspectiva optimista del ciberespacio. Como un espejo de nuestra sociedad actual, el metaverso de Belle no es ajeno a una cultura tóxica, las conductas autodestructivas o a los claroscuros del anonimato en línea. No obstante, la película hace hincapié en el potencial de estas innovaciones como vehículos de autodescubrimiento, aceptación y creatividad; como plataformas para relacionarnos en un modo significativo y crear comunidades solidarias con personas de cualquier rincón del planeta; o bien, como herramientas para cambiarnos de forma positiva y al mundo.
Desde luego, debemos hablar de la influencia de La bella y la bestia; un relato que el también director de La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Los niños lobo (2012) o El niño y la bestia (2015) ha atesorado desde que vio las adaptaciones cinematográficas de Jean Cocteau de 1946 y, en especial, el clásico de Disney de 1991, al cual atribuye no haber dejado la industria de la animación cuando apenas se abría paso en este demandante medio. En retrospectiva, Hosoda hace un buen trabajo al resignificar el núcleo temático y los principales simbolismos del cuento de hadas francés. Aquí, la belleza se traduce en la voluntad y la fortaleza internas para crecer como seres humanos, y la moraleja adquiere una manifestación literal a través de las nuevas tecnologías. Una vez que Suzu puede liberar a ese “otro yo” que dormitaba dentro de ella en U, esta identidad virtual la ayuda a recuperar gradualmente la confianza, a tener un mejor entendimiento de sí misma y de otros, a convertirse en una mejor versión de su persona en el mundo real.
Dicho lo anterior, la dinámica del dúo titular al estilo La bella y la bestia es uno de los aspectos más débiles en ejecución. El tributo a la versión de Gary Trousdale y Kirk Wise se siente forzado, fuera de lugar y hasta contradictorio en términos de la presentación y el subtexto. La ausencia de un desarrollo orgánico en la relación entre Belle y “la Bestia” orilla a la audiencia a llenar los vacíos con preconcepciones, pero su vínculo no nace del romance, sino de un entendimiento mutuo por el duelo, el dolor y el trauma que han experimentado. Por ende, recargarse en tropos familiares se vuelve una decisión narrativa contraproducente, un enorme distractor. Una sensación similar de disociación puede provenir de ciertas subtramas originales de la película, aunque estas cumplan con la función deliberada de enriquecer los conceptos asociados a esta exploración de la vida dentro y fuera de internet, más que de tener una repercusión legítima en la historia. A veces, la escala del argumento puede ser demasiado ambiciosa para su propio bien.
En ese entendido, su final resultará divisivo. Si bien, la conclusión pretende ser asimilada meramente en un nivel alegórico, los eventos requieren que el público suspenda por completo su incredulidad para funcionar dentro de parámetros terrenales. De otra forma, las elecciones de los actores involucrados son completamente irresponsables, contraproducentes y hasta egoístas.
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Como cabría esperara de un proyecto que conmemora el 10º aniversario de Studio Chizu, Belle es el espectáculo cinematográfico más glorioso que Mamoru Hosoda ha llevado a la pantalla grande, con una combinación impecable de animación a mano para el “mundo real” y un uso inteligente de CG para representar el espacio virtual. Digital Frontier (Gantz: O) fue responsable por materializar los artes conceptuales de U, cortesía del arquitecto londinense Eric Wong. Un trabajo exquisito que luce como una evolución del mundo de ‘Oz’ visto en Summer Wars y, al mismo tiempo, se ajusta con naturalidad a la estética habitual del nativo de Kamiichi. La producción contó además con contribuciones del galardonado estudio Cartoon Saloon (Wolfwalkers: Espíritu de lobo) en los exteriores del castillo de la bestia, así como del reconocido animador de Disney, Jin Kim (Frozen), quien se encargó del diseño de Belle. Aunque la magia de su octavo largometraje no se limita únicamente a una propuesta visual grandilocuente. Con su tradicional dirección minimalista, Hosoda refleja en formas sutiles el conflicto interno de su protagonista, a partir de planos generales que nos muestran lo insignificante, estática y oprimida que ella se siente con su vida campirana; en contraste con el asombro que traen los horizontes abiertos, ilimitados y sugestivos de U desde el primer instante.
La música, por supuesto, juega un rol crucial en el arco de Suzu. Por un lado, se trata de la última conexión que le queda con su madre; por otro, sus composiciones se transforman en un símbolo de emancipación: un lenguaje universal que le permite expresar sus verdaderos sentimientos y conectar con mayor facilidad con el resto. Cabe destacar el talento de la cantautora Kaho Nakamura para transmitir en un modo genuino la introversión e inseguridades del personaje, pues sus dotes como intérprete eran incuestionables entre los conocedores de la escena musical de Japón. Los compositores Taisei Iwasaki, Ludvig Forssell y Yuta Bandoh, en colaboración con Millennium Parade, nos deleitan con una colección de hits en línea con la imagen global del pop y el techno contemporáneo, pero que no envejecerán desfavorablemente dados los arreglos, las letras y, sobre todo, la poderosa voz de Nakamura. El ritmo con el que van in crescendo baladas como “Lend Me Your Voice” o “A Million Miles Away” es una receta segura para reducirte a un mar de lágrimas.
Belle dista de ser la mejor obra en la ilustre carrera de Mamoru Hosoda. Sin embargo, con reflexiones fascinantes y mensajes de empoderamiento, libertad y esperanza para las próximas generaciones, es un festín cinematográfico que traslada a un escenario moderno los conceptos cardinales de una fábula atemporal.
¿Dónde ver Belle?
Belle, de Mamoru Hosoda, llega el 7 de septiembre del 2022 a Netflix.