Cannes 2024: Anora – Crítica de la película ganadora de la Palma de Oro
La comedia del cineasta estadounidense Sean Baker, que cuenta el amorío entre el hijo de un multimillonario ruso y una escort, revitaliza con ingenio el género de la screwball comedy.
Desde que Tangerine (2015) le diera reconocimiento internacional, el cineasta estadunidense Sean Baker ha forjado una carrera que ha sabido surcar las aguas de Hollywood sin sumergirse del todo en las mismas y sin comprometer un sentido estético y narrativo; a pesar de que las ofertas para hacerlo no han faltado desde que ganara mayor proyección con El proyecto Florida (2017), estelarizada por Willem Dafoe y que fue presentada en la Quincena de Realizadores. Después vendría Red Rocket (2021), también presentada en la competencia oficial, que contó con una vibrante participación del actor Simon Rex, una estrella de clase B, quien, como suele suceder cuando recibe papeles como este, se comprometió de una manera en la que ningún “estelar” se atrevería.
Navegar en los márgenes implica siempre un esfuerzo constante por mantenerse a flote y Baker lo sabe perfectamente. Esa resistencia le ha otorgado una fuerza única como cineasta, que rebosa vitalidad e ingenio en Anora, su más reciente película, estelarizada por otra miembro del Rancho Spahn de Once Upon a Time in Hollywood (Tarantino, 2019): Mikey Madison. Después de ser destrozada por Brad Pitt en aquella película, aquí la actriz se convierte en Annie –Anora–, una escort y bailarina que se enreda con Vanya (Mark Eidelstein), el joven hijo de un mega millonario ruso que está viviendo en Estados Unidos y que se enamora perdidamente de ella. Tras una semana de intenso amorío, el joven adinerado decide casarse con Annie en Las Vegas, lo que provoca un desastroso problema para los guardianes de Vanya, quienes deben corregir la situación lo antes posible sin tomar en cuenta la ferocidad de la protagonista.
Ya habiendo explorado odiseas urbanas similares tanto en Tangerine como en Red Rocket, en esta ocasión Baker se acerca más a los terrenos de la screwball comedy, género clásico del cine estadounidense de los años 30 y 40, teniendo como referentes precisos a cineastas con la energía y vigor de Howard Hawks y George Cukor. El cineasta entrega una película que junto a What’s up Doc? (Bogdanovich, 1972), Damsels in Distress (Stillman, 2010) o Mistress America (Baumbach, 2015) revitaliza el género con códigos contemporáneos, sin dejar de lado lo que hace tan efectivo a dicho género, que es el contacto entre personas que quizá en otras circunstancias no podrían conocerse, escucharse o ni siquiera mirarse.
Lo que comienza como un idilio lleno de sexo, dinero, fiestas y lujos se transforma con la misma celeridad en una búsqueda frenética, en la que Annie y los guardianes de Vanya deben buscarlo después de que éste escapa al enterarse que sus padres se dirigen a Estados Unidos con la intención de llevárselo y anular el matrimonio.
Es a partir de ahí que la película toma un ritmo frenético que Baker sabe mantener, principalmente porque, como en sus trabajos anteriores, conoce y siente un profundo afecto por cada uno de sus personajes, incluso cuando son ridiculizados, llevados al punto de desesperación o histeria. Tal como sucede en El proyecto Florida, existe un sentido de comunidad que parece espontáneo y que es increíblemente fácil de compartir como espectadores.
La generosidad y bonhomía de un cineasta como Baker iguala su energía e ingenio y las hace extensivas, en mayor o menor medida, en cada una de sus películas. Así como Vanya, el carismático e inútil millonario ruso, trata con gentileza y cariño a Annie, así Baker trata a sus espectadores, devolviéndonos a nuestras respectivas realidades con el grato recuerdo de un momento de ensueño.