La última pelea
Un drama deportivo y una de las más gratas sorpresas del año.
El Génesis relata que Caín, iracundo y celoso, llevó a su hermano Abel al campo y lo asesinó con violencia. La sangre de su sangre que yacía sobre la tierra, demostró que la filosa rivalidad por el amor de un Dios –o de un padre–, podían vulnerar los lazos familiares más fuertes y complejos.
Este mito bíblico, fuente inagotable de inspiración artística gracias a sus lecturas generales y sus angustias particulares, resucitó hace algunos meses en el terreno del cine con El peleador. Y, aunque en teoría La última pelea podría parecer una imitación malograda de esta fórmula de hermanos-distanciados-reunidos-por-el-deporte… afortunadamente en la práctica, demuestra que es una película que se rige bajo sus propias leyes de la redención, honestidad y una calidad técnica impecable.
La trama es prácticamente un refrito de un sinfín de melodramas deportivos (una pizca de Rocky, un tanto de Rudy, un poco de la ya mencionada El peleador), donde el protagonista renace de las cenizas y tiene que experimentar una curva de aprendizaje y madurez para salir victorioso. El guión del director Gavin O’Connor, se puede adivinar desde el primer minuto: sabes en qué va a terminar y te empalaga con todo su ambiente feel-good; sin embargo, de la misma forma en que te endulza la pantalla, tiene la gran virtud de que su cinta se transforma una fábula sobre el dolor que fabrica (o destruye) el amor dentro de una familia.
La última pelea no es un retrato del mundo del MMA (Mixed Martial Arts), es sobre dos hermanos, uno profesor de física a punto de perder su casa (Joel Edgerton) y con una hija enferma , y el otro un ex soldado de Irak (Tom Hardy). Ambos deben lidiar con su pasado, perdonar al padre alcohólico (Nick Nolte) que busca reconciliación… y al mismo tiempo, participar en un torneo donde el ganador se lleva una bolsa de $5 millones de dólares.
Sí, podemos imaginar quiénes lucharán en la final. ¿Spoiler? No, no lo es porque la maestría del filme radica en que todas las peleas ¾magistralmente y muy bien filmadas, con detalles visuales íntimos¾, son viñetas secundarias que llenan de testosterona a una historia cuya fortaleza radica en la acción que desarrolla fuera del cuadrilátero.
O’Connor se apoya directamente en la actuación de los tres protagonistas, para dotar de honestidad al largometraje. Las escenas que comparten (nunca están a cuadro juntos) son una lucha de poder, de represión y que señalan temas universales como el orgullo perdido o una ansiedad visceral por no poder cumplir con metas a corto plazo. Los personajes son reales, tanto que sabes que debajo de esa coraza de músculos, hay seres humanos tan frágiles que sólo pueden encontrar la redención a través de la violencia.
La última pelea es una de las más gratas sorpresas del año, un drama deportivo que envuelve la catarsis emocional de una familia. No mentimos, es de verdad, una gran sorpresa fílmica.
Ve el trailer de La última pelea.