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Cine

El renacido

07-12-2015, 12:10:45 PM Por:
El renacido

La sexta película de Alejandro González Iñárritu es una obra de arte preciosa, de un cineasta que exige de sí mismo la perfección.

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Iñárritu es un personaje global. Todo el mundo tiene una opinión sobre él y sobre su cine. Durante esas conversaciones, siempre hay quien llega a ese lugar común, ya manoseado, de que gran parte de su éxito se lo debe, primero, a su colaboración con el escritor Guillermo Arriaga y, ahora, con el director de fotografía Emmanuel Lubezki. El renacido es la enésima prueba, quizá la definitiva, de que Alejandro G. Iñárritu es el cruce de caminos más brillante de las carreras de estos dos artistas mexicanos que acabo de mencionar… o de todos los demás profesionales que tienen la suerte de trabajar con él. Leonardo DiCaprio incluido. El cine de Iñárritu es, lo lleva siendo desde hace 15 años, sólido como una roca.

Como seguro ya vieron que le puse cinco estrellas, voy a dejarlo claro: El renacido es una película preciosa. Preciosa por única, y preciosa por bella. No sólo es eso. También es una película compleja, en lo técnico y en lo narrativo, sujeta, además, por alambres muy delgados, por un argumento mínimo, bíblico, como declaró el propio Iñárritu. Tiene, pues, varios niveles de lectura. Para quien quiera una realista historia de venganza en un contexto épico, una aventura, sin más, ahí lo tiene; quien quiera tratar de escarbar en sus imágenes y en sus silencios, quien quiera proyectarse e identificarse con un hombre perdido que busca sobrevivir, quien quiera vivir ese viaje sensorial, quien quiera sentir las flechas silbando tras sus orejas… También lo tiene. Y ya, los clavados de la vida que quieran sentir la inmensidad del mundo sobre sus hombros, quienes tengan curiosidad por seguir tratando de responder las preguntas que se ha hecho el ser humano desde el principio de los tiempos… También tienen chance.

Casi sin palabras, DiCaprio interpreta con enorme expresividad el viaje de un hombre que lo perdió todo y sólo vive para tratar de hacer justicia, de ser fiel a su hijo, al recuerdo de la mujer que amó y a sí mismo. Cuando un hombre sencillo, sincero, lo pierde todo, es capaz de contemplar el mundo con total reverencia. Verlo en todas sus dimensiones, naturales y, qué sé, yo, cosmogónicas. Las preguntas están ahí, en el silencio. ¿Tiene sentido este viaje, tiene sentido levantarse y seguir luchando? Iñárritu se lo encuentra y nos lo cuenta. Se detiene para que disfrutemos de un copo de nieve que cae en la lengua de los protagonistas, en la conversación alrededor de un fuego, en la llegada de un extraño que ofrece la bondad que los íntimos compañeros de Hugh Glass (DiCaprio) no le ofrecieron. Iñárritu quiere, por ejemplo, que sintamos el vértigo de comer carne cruda con las manos. En este viaje con destino al cruce de cuchillos, quién sabe si a la muerte, hay lugar para encontrar rastros de belleza, de bondad humana, de alegría, de verdadera revelación. En el dolor más profundo es donde Iñárritu encuentra la belleza.

Iñárritu deja claras muestras de su cinefilia. Apocalipsis ahora o el cine de Kurosawa o Herzog planean sobre la película, pero fundamentalmente, a mí me recordó a otra película cercana a nosotros (y al mundo entero), Gravedad, de Alfonso Cuarón. En lo esencial, son la misma película. Gravedad tiene un argumento sencillo que se desarrolla en un contexto extremo. Cuenta la búsqueda de la protagonista de sus ganas de sobrevivir, de ser fiel al recuerdo de los suyos para renacer como una persona nueva y más agradecida al mundo. 

Y claro, tiene sus peros y, sobre todo, Iñárritu sus detractores, pero, valorando sólo el cine, las más de dos horas y media de trepidante y fascinante paseo por las montañas rocosas,… ¿qué más podemos pedir? Es una película de una factura técnica prácticamente incomparable, además de ofrecernos un recorrido emocional tenso y salvaje. Una película demasiado bien hecha sobre lo mal hechos que estamos nosotros. He llegado a leer que eso es algo malo. Que parece demasiado perfecta, dicen, que los planos están demasiado bien planificados, que las imágenes son demasiado hermosas. Esta idea, la de menospreciar al listo de la clase, hacer de menos al que lo hace bien, ¿no es ridícula? La perfección, o la pretensión de acercarse bastante a ella,  la ambición artística, ¿desde cuándo es algo malo?

Ni siquiera digo que El renacido sea perfecta, porque no lo es. Iñárritu no es un cineasta delicado. Subraya, cuenta a gritos, por eso en ocasiones aturde, de puro derroche de elementos, de dramatismo, de música, de belleza, de todo. Este exceso lleva a que, tras una escalada de emociones a lo largo de los primeros cien minutos de película, de subir y subir, de mostrar situaciones cada vez más extremas, duras o sangrientas… Llega un momento en que uno deja de sentir y padecer esas barbaridades que vemos. 

Ese pequeño bajón lleva, en cuesta abajo, hacia el final de la película, que de nuevo recupera la tensión y violencia esperadas. Claro que las expectativas son tan altas en el caso del enfrentamiento, el antagonismo entre los personajes interpretados por Leo DiCaprio y el también brillante Tom Hardy, que son difíciles de satisfacer en su duelo final. Es un duelo magnífico, pero… es convencional. Es crudo, emotivo y salvaje, pero no por eso deja de ser un duelo entre el bueno y el malo. Es lo que tiene ofrecer tanto, ser tan generoso, que el espectador no deja de demandar más, de exigir que cada escena sea un ataque de oso, o un hombre que renace desde las tripas de un caballo.

Y habrá quien diga que en El renacido no ven asomos de profundidad, que sólo ven técnica y exhibicionismo. Birdman sí se puede entender como un brillante ejercicio egocéntrico  sobre el arte y la representación, se le veían las costuras, las bambalinas –literalmente-.  Ahora, quien piense en esta película como ejercicio de estilo calculado es que no sabe nada sobre cine. Alguien tuvo la necesidad de contar esta historia, contarla de esta manera y acercarnos a una serie de ideas y conceptos a través de una película que, por si sola, es totalmente reivindicable… aunque no les guste el cine de Iñárritu, aunque crean que les debe la vida a Arriaga y Lubezki. 

Sea como sea, les invito a acercarse a El renacido como… pioneros en las montañas rocosas, como inocentes espectadores, como gente capaz de disfrutar y vivir una historia humana pequeña, la historia de amor entre un padre y su hijo mestizo, en un contexto vasto y espectacular. La paradoja de vernos en nuestra justa medida. Y es que somos tan diminutos, como avariciosos y poco agradecidos frente a esa inmensidad de la naturaleza que nos acoge… y que nos perdona la vida. 

autor Guionista de cine y TV, escribo series, telenovelas, artículos, bodas y comuniones. Empecé en esto haciéndome socio del club de fans de Freddy Krueger, y aunque ya perdí la credencial, sigo con la ilusión de ver qué se cuece al otro lado de la pantalla. www.roomservice.mx
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