Las sufragistas
Grandes actuaciones protagonizan un parcial pero oportuno recordatorio de la lucha feminista.
En una época en la que actrices como Meryl Streep, Patricia Arquette, Naomi Watts, Nicole Kidman o Jennifer Lawrence han alzado la voz para pedir la igualdad de salarios en Hollywood, llega una película que habla de los primeros esfuerzos en la lucha por la equidad femenina a principios del siglo XX: Las sufragistas (Suffragette).
Escrita por Abi Morgan (La dama de hierro) a partir de una historia real, muestra las injusticias, golpes, daños y maltratos físicos y emocionales a los que se expusieron las pioneras del grupo feminista, que tenía como misión conseguir el voto para las mujeres en Inglaterra. Conocidas como Sufragistas, fueron la carne de cañón de una persecución liderada por la policía y autoridades británicas entre 1911 y 1913.
Para adentrar al espectador ajeno al movimiento y sus costumbres, la directora Sarah Gavron (Village at the End of the World) utiliza una historia particular, la de Maud Watts (Carey Mulligan). Es una joven acostumbrada a ser explotada en una lavandería desde niña, víctima de abusos sexuales y el deterioro físico que acompaña al puesto. Maud tiene un esposo y un hijo y todo parece estar en orden hasta que paulatinamente se involucra con aquellas mujeres mal vistas.
Sus ojos primerizos son nuestros ojos también, mientras descubrimos con ella todo lo que yace detrás del movimiento a través de la cámara bailarina del cinefotógrafo Eduard Grau, que añade una estética de documental a una cinta perfectamente ambientada. Los vestuarios, el maquillaje (principalmente explotado en los golpes que reciben las mujeres) y los escenarios nos trasladan con éxito a la época en cuestión y sus precariedades.
A través de Maud conocemos las tácticas del movimiento y la división de ideas cuando algunas mujeres como Edith Ellyn (Helena Bonham Carter) se muestran a favor de cometer actos violentos; mientras que otras como Violet Miller (Anne-Marie Duff) no están de acuerdo. En medio hay sacrificios, melancolía y más injusticias que, pese a ser reales, a veces parecen tener la función de conmover forzosamente al espectador. Sin embargo, hacia el final, cuando una mártir se convierte en la bandera que impulsó el éxito del grupo, llega uno de los mejores momentos de la película. Esfuerzo valioso y heroico que se realza con imágenes de archivo.
Las Sufragistas triunfa por completo en la elección del cast y su desempeño ante la cámara. Carey Mulligan tiene escenas que rompen el corazón, pero Helena Bonham Carter llega a robarle el show al encarnar a una mujer casada y de buena educación, pero que representa la fiereza con sus miradas y acciones. Quien queda a deber es Meryl Streep, pues únicamente aparece en una ocasión en el filme en el rol de Emmeline Pankhurst, la verdadera líder moral del movimiento.
Si bien la película acierta al retomar un movimiento que recuerda una época en que las condiciones de vida de la mujer eran infrahumanas, es parcial en su tratamiento. Se olvida de mostrar la complejidad del movimiento (sólo se centra en unos cuantos rostros), la verdadera dimensión de sus divisiones o sus propias limitaciones, como el hecho de que las mujeres de color ni siquiera estaban contempladas en la lucha. Únicamente explica el movimiento a través de la experiencia de un personaje y es ahí en donde radica su parcialidad. De cualquier modo, es un filme indispensable para comprender nuestros tiempos, lo lejos que hemos llegado y lo lejos que aún estamos del ideal.