Los pingüinos de Madagascar
El spin off protagonizado por las aves favoritas de Madagascar es un rápido y divertido disparate, sin llegar a ser un clásico de la animación.
Hace tiempo que sucede: los personajes secundarios suelen robarse las cámaras; sobre todo, cuando se trata de tiernas criaturas con una mente loca y mucha iniciativa. Tal es el caso del Gato con Botas, Tigger, los Minions –quienes estrenarán su propia película próximamente– o como los héroes “monocromáticos” de esta animación: Los pingüinos de Madagascar (Penguins of Madagascar).
Kowalski, Skipper, Rico y Cabo han dejado atrás su condición de sidekicks y ahora protagonizan su 1era aventura cinematográfica (aunque ya cuentan con una serie de televisión). El resultado es una completa locura: un thriller animado de espías à la James Bond, hilarante, frenético y absurdamente divertido.
Una ráfaga de incidentes disparatados invaden cada minuto de esta odisea, que lleva a los 4 pingüinos a enfrentarse al malévolo Dr. Octavius Brine, un pulpo que desea secuestrar a los pingüinos del mundo. Viajes a Shangai, persecuciones en góndola por Venecia y pingüinos-sirena son sólo algunos de los elementos de esta aventura deschavetada, que en manos de los directores Eric Darnell (Madagascar) y Simon J. Smith (Bee Movie) se mueve a la velocidad de la luz.
Con un guión que retoma la loca actitud que los popularizó, Los pingüinos de Madagascar ubica su historia después de la 3a entrega de Madagascar, completamente independiente del argumento de la serie de televisión. De hecho, todo inicia con un vistazo al pasado, cuando Kowalski, Skipper y Rico encuentran en la Antártida el huevo del que nacerá el nuevo miembro de su clan: Cabo.
De vuelta en el presente, una cadena de sucesos obliga a los 4 amigos a perseguir al pulpo villano y a sus secuaces, ayudados a regañadientes por la Ráfaga polar, otro grupo de profesionales liderados por un lobo. Los obstáculos que enfrentan se convierten en la prueba que el pequeño Cabo había estado esperando, para mostrar que tiene lo que se necesita para convertirse en un espía de verdad y, así, dejar de ser “la mascota” del equipo.
La película está dirigida a la audiencia infantil, pero su ritmo relámpago de bromas e incoherencias es capaz de mantener una sonrisa en la cara de los adultos durante el viaje entero. Ello, a pesar de que en el argumento pasa demasiado de todo: hay múltiples problemáticas que pueden atarantar a los más serenos o a quienes esperaban encontrar un estructurado clásico de DreamWorks. Su 3D no es particularmente propositivo, pero su humor –aunque más absurdo– la pone al mismo nivel que Madagascar 3 Los fugitivos.
La buena noticia es que Penguins of Madagascar tiene esa cualidad de inmediatez de las caricaturas de los Looney Tunes o Animaniacs, con situaciones tan sucesivas que no importa cuántas de ellas te pierdas a la hora de parpadear o ir al baño. En tan sólo un segundo la historia habrá pasado a otras tantas cosas y no habrá mayor problema para disfrutar el camino. Para apreciarla, es mejor dejar la sensatez a la entrada de la sala y dejarse llevar.
Al final, la película es como los planes ideados por estos pingüinos: disparatada, pero funciona.