Sueño de invierno (Winter Sleep) – Crítica
La ganadora a la Palme d'Or en Cannes, Winter Sleep, es un debate filosófico sobre las relaciones humanas.
Sueño de invierno (Winter Sleep), la más reciente ganadora de la Palma de Oro, es un ensayo sobre las mentiras que nos contamos para desarrollar la historia de nuestra vida. Ésta es la tesis principal de la obra del realizador Nuri Bilge Ceylan, en la cual por más de 3 horas, muestra la vida de un matrimonio enclaustrado en un hotel de la provincia turca.
Ceylan a lo largo de su carrera se ha caracterizado por escribir parlamentos inteligentes y desmenuzan la psique de sus protagonistas. Si en Una vez en Annatolia –ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, 2011– el director demostró esta capacidad incisiva para describir ambientes y nostalgia, ahora lleva esta maestría a otro nivel: logrando adentrarnos dentro de una comunidad recluida, gracias al intercambio de ideas –la mayoría crueles y punzantes–, donde cada palabra derriba la concepción que cada uno de los personajes tenía sobre sí mismo. Es como ver la caída de la Torre de Babel o la decadencia de un cuento de hadas.
Porque visualmente, Sueño de invierno parece retratar una leyenda medieval rodeada de montañas, casas labradas en piedra y un soberano que gobierna un reino lejano. Este rey es Aydin (Haluk Bilginer), un exactor dueño de un pequeño hostal inhabitado durante los meses invernales. El negocio ruin no es su verdadera vocación, sino escribir una columna en el periódico local y un libro sobre la historia del teatro turco. El dinero no es problema para su hermosa esposa Nihal (Melisa Sözen) ni para su hermana divorciada Necla (Demet Akbag), ya que Aydin es un rico heredero de diferentes propiedades. Sin embargo, este ocio sólo detona una guerra de acusaciones, deseos frustrados y rencor.
Winter Sleep es claro homenaje al escritor Antón Chéjov –incluso el director le agradece en algún punto del filme–, que exhibe un debate filosófico, casi teatral, sobre las relaciones amorosas, la dinámica familiar y la necesidad de cultura que puede nutrir a un hombre. Cabe aclarar que la duración de la película no es factor para disfrutar esta cinta, el ritmo es inesperadamente ágil y aunado a las actuaciones y una fotografía de ensueño de la provincia euroasiática convierten a Sueño de invierno en una de las ganadoras de Cannes más interesantes de los últimos años.