Mi historia entre tus dedos
La ópera prima de Régis Roinsard, Populaire, es una comedia romántica con un encanto nostálgico por su trama, diseño de producción y música.
Pensar en el amor en los tiempos de la máquina de escribir podría parecer arcaico, un recuerdo remoto extraído de los anales de la historia. Más cuando hoy tenemos a la mano “artilugios” como Facebook, Twitter, WhatsApp o Instagram. Pero aquí es donde entra a colación la peculiar historia de Rose Pamphyle (Déborah François) y Louis Échard (Romain Duris), Mi historia entre tus dedos (Populaire).
Es 1958, estamos en Normandía, donde las secuelas de la Segunda Guerra Mundial siguen palpables. Es el país que revolucionó al mundo con igualdad, libertad y fraternidad, pero sus mujeres siguen a merced de las habladurías y el qué dirán. En ese contexto, Rose busca escapar de su destino y un matrimonio arreglado para convertirse en secretaria, la profesión de las chicas modernas.
Su pequeño problema es que es un desastre. Sólo tiene un don, pero afortunadamente para ella es uno que podría llevarla al estrellato. Escribir a máquina “a la velocidad de la luz” para concursar en el Campeonato Regional de Mecanografía es su pasaporte de salida.
Uno de los secretos de una comedia romántica, que sigue la fórmula del género al pie de la letra, es tener personajes por los que el espectador se preocupe. Mi historia entre tus dedos no sólo cuenta con este crucial detalle, sino que además los envuelve en un contexto original: la escritura a máquina como un deporte cuasi extremo. Más cansado que correr 5 kilómetros a decir de sus “groupies”.
Además, la comedia se sustenta en las naturales actuaciones de François y Duris, quienes consiguen una química realista y son complementados por la dupla de reparto: Bérénice Bejo, a.k.a. Peppy Miller en El artista (The artist), y Shaun Benson como su esposo.
La ópera prima de Régis Roinsard tiene cierto encanto nostálgico gracias a su trama, el meticuloso diseño de producción –destacan la fotografía, el maquillaje y vestuario– y su música. Ésta incluye sonidos que van desde el rock de los 50 hasta cha-cha-cha a la francesa.
Pero lo que empieza como una comedia romántica ligera y entretenida –que recuerda a Mi bella genio– eventualmente pierde ritmo y se vuelve larga, particularmente por el énfasis puesto en los duelos de competencia.
No obstante su desarrollo predecible, nadie puede resistirse al amor en Francia y menos cuando se entreteje con guiños a Madame Bovary o Lo que el viento se llevó. Ambos suman a crear un aire de nostalgia en los albores de la modernidad y alejado de los romances hollywoodenses cliché. Aquí hay más fondo de lo usual.