Blancanieves
El director y guionista Pablo Berger ofrece con Blancanieves un ejercicio excepcional del cine silente. La protagoniza Daniel Giménez Cacho y Maribel Verdú.
Blancanieves es todo lo que El artista pretendía ser y nunca logró: convertirse en una película silente influyente y original. Una película que trascendiera en el siglo XXI.
La película está basada en la obra homónima de los Hermanos Grimm, sin embargo, el director y guionista Pablo Berger la traslada de los bosques del norte de Europa, al calor de Andalucía donde un famoso torero, se casa con una cruel enfermera, después de que su esposa falleciera al dar a luz a Carmen, quien después de varios años e infortunios se convierte en Blancanieves.
Los elementos del cuento de hadas están presentes, pero no rigen la historia, de hecho el director añade una serie de simbolismos como la identidad sexual, el nacimiento de los medios masivos de comunicación y una agridulce historia de amor, en lugar de los registros sobrenaturales (el espejo mágico, el príncipe azul) con los cuales se ha ligado esta ancestral obra literaria.
La película de Pablo Berger, no es un homenaje al cine de los años 20, a diferencia de El artista y Tabu (Gomes, 2012), Blancanieves, no se basa en la nostalgia para apelar al público, sus cimientos están en obras de F.W. Murnau, Todd Browning e incluso Luis Buñuel, quienes comprendían que los elementos técnicos debían estar orquestados para generar sentimientos aún con la ausencia de diálogos.
La fotografía de Kiko de la Rica, es un despliegue estético de claroscuros y de encuadres que ayudan a la narrativa: la mezcla entre planos abiertos y close ups al rostro de los actores (como diría Norma Desmond en Sunset Blvd.: “No necesitábamos hablar, usábamos nuestras caras”), se vuelven un personaje más de la película.
Por su parte, la música compuesta por flamenco, cuerdas e instrumentos de viento, es inolvidable e imprime un aire de nostalgia y picardía a esta obra, la mejor película silente que se ha realizado en los últimos años.