Mucho ruido y pocas nueces
Pareciera que Joss Whedon nació para dirigir comedias de Shakespeare, Much Ado About Nothing es imperdible.
Joss Whedon tiene en su trayectoria algunos de los guiones más ingeniosos (Toy Story), las series de TV de culto más exitosas (Buffy the Vampire Slayer) y, ¿por qué no?, ahora también la película más taquillera de la historia (The Avengers Los vengadores). Así que este modesto proyecto titulado Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing) únicamente nos habla de su verdadera pasión por hacer buen cine con historias de calidad.
Filmada en escasos 12 días en la comodidad de su hogar, esta adaptación de la obra homónima de Wiliam Shakespeare es un genuino logro del cine independiente en su máximo esplendor: realizadores y actores reuniéndose sin fin de lucro para obtener una cinta de calidad; comprobando que la sencillez de una buena historia bien contada nunca pasará de moda.
Armado con el repertorio entero de estrellas clásicas del whedonverse, Mucho ruido y pocas nueces resulta impecable y jamás cae en el terreno del experimento fílmico o pierde la seriedad y fidelidad de su adaptación. Los diálogos del dramaturgo inglés permanecen intactos, pero su delivery se traduce al momento contemporáneo sin dificultad. Whedon logra que las actuaciones principales den en el clavo, con mención especial a Nathan Fillion, quien encarna a la perfección al elemento más notorio de comedia en la obra. Por su parte Alexis Denisof, quien logra levantar con mucha gracia el rol más difícil de este escrito, hace que su comeback sea más que bienvenido, y esperamos verlo más seguido en pantall. Quizá la única falla de la cinta es que, en comparación, algunos personajes secundarios carecen de la misma fuerza histriónica que los protagonistas. Fran Kranz, aunque encantador e inocente, no logra imprimir la fuerza a necesaria a Claudio, mientras que su contraparte, Jillian Morgese en el papel de Hero, carece del carisma que caracteriza al personaje.
La realidad es que retar lo que había hecho Kenneth Branagh en 1993 no era sencillo, pero así como la propuesta de Baz Luhrmann de Romeo + Julieta resultó revolucionaria en su momento, ésta logra sentirse original y fresca. El sentido del humor de Shakespeare empata a la perfección con el del realizador, dando lugar a una comedia honesta y astuta.
El estilo visual es elegante, sutil quizá, pero bien armado: cambios tenues de foco y de iluminación, aunados a encuadres ingeniosos, nos envuelven en este universo haciéndolo creíble e interesante. Imperdible.