Ginger y Rosa
La mejor actuación de Elle Fanning en un carrera con cero strikes. Y aunque Ginger & Rosa tiene pequeñas fallas narrativas, logra atrapar a la audiencia.
Aunque Ginger & Rosa pudiera haber resultado un melodrama genérico en manos de otro director, Sally Potter logra una mirada íntima a los conflictos adolescentes en situaciones extremas, que brilla gracias a su gran elenco.
La historia se sitúa en Londres de los 60, recreado de manera acertada y cuidada, tanto en sus detalles de locaciones, como sus vestuarios y el desarrollo del conflicto social de la época. Ginger y Rosa son dos amigas adolescentes con personalidades muy distintas, cuyas interacciones y choques dan lugar a diálogos interesantes y a momentos dramáticos memorables. Las tomas largas y los intercortes sutiles hacen que la directora sea una simple observadora más en cómo se desenvuelven los personajes, dotándola de una genuina autenticidad.
Aunque la historia pueda caer en el exceso en ocasiones, son las actrices quienes la transforman en algo meritorio. Christina Hendricks en una sólida interpretación de la madre preocupada que no quiere dejar ir su juventud y Alice Englert (Hermosas criaturas) como la chica precoz, cuya vida la empuja hacia la rebeldía. Pero es Elle Fanning quien sobresale dentro del elenco con una contundente entrega que sólo nos demuestra la gran promesa de esta joven actriz; la cinta vale la pena incluso sólo para verla a ella desenvolverse como la chica tímida que quiere encontrar su lugar en el mundo. El poder histriónico de Fanning logra momentos genuinamente conmovedores y amarra al público a la temática de la película.
A pesar de algunas pequeñas fallas narrativas, el filme sí logra atrapar a la audiencia y plantea un universo creíble, que genera una sencilla identificación con sus personajes, a pesar de la diferencia temporal. La música resulta otro de los puntos destacables, ya que envuelve a la historia y le da un plus, sin distraer del conflicto.