El sueño de Lú
Del director Hari Sama, esta película mexicana es una de las más humanas que hayan tocado el tema de la pérdida de un hijo.
El segundo largo del director Hari Sama (Sin ton ni Sonia) es una cruda y a la vez luminosa reflexión sobre uno de los dolores más abrumadores: la muerte de un hijo. Doblemente autobiográfico (tanto el director como la actriz principal, Úrsula Pruneda, pasaron por esta pérdida), el filme logra desnudar el proceso del duelo con honestidad y sencillez. Enfocado a los pequeños detalles, nos lleva de la mano por esos momentos cotidianos que, en situaciones así, son los que logran sanar de a poco, pero también los que pueden desencadenar el dolor más absoluto.
Tras la muerte de su hijo pequeño y de un intento de suicidio, Lucía Alfaro (Pruneda) se encuentra a la deriva. Dentro de las paredes de su departamento, el paso de los días transcurre en una constante interrogante: ¿es posible seguir viviendo? o, más bien, ¿hay siquiera “espacio” en el mundo y en el espíritu para un dolor como ése? Su historia es un viaje en medio de la obscuridad, en busca ya no de esa “felicidad” o éxito lineal de metas a largo plazo (tan típica de una vida citadina), sino simplemente de un poco de paz, la suficiente como para dar nuevamente con su humanidad.
Se trata de una película totalmente “personal” que triunfa principalmente en dos cosas: hacer evidente algo tan complejo como son los procesos de dolor internos, sin por ello dejar de ser esperanzadora. El sincero sufrimiento, casi palpable, se asoma constantemente a través de los detalles y en situaciones cotidianas: unos ojos azorados en una comida familiar, una mirada fija en las palmas detrás de la ventana, etc. Sin embargo, Lú avanza, uno como espectador avanza con ella y no se puede evitar sentir, al menos no tan lejana, la luz al final del túnel.
La presencia de no-actores aumenta esa sensación de honestidad (las escenas del grupo de apoyo muestran sesiones reales de una agrupación que en su momento se olvidó de las cámaras), así como la lúcida y sincera actuación de Úrsula Pruneda, quien por este papel se convirtió en la primera hispana en ganar el premio a Mejor Actriz en el Festival de Shanghai. Su interpretación no pretende dar lecciones ni respuestas, simplemente pone a la vista el dolor crudo, sin ningún tipo de artificio. Aquí no hay arrogantes consejos de superación personal, ni promesas falsas de consuelo, pero aún así, la actriz logra proyectar ternura y esperanza.
Sin duda, El sueño de Lú es una de las películas más humanas que hayan tocado este tema, pero seguramente costará trabajo verla más de una vez.