The Walking Dead: Killer Within
El cuarto episodio de la temporada tres de The Walking Dead demuestra que nadie tiene la vida asegurada. ¿Dónde queda la esperanza?
Advertencia: Esta crítica contiene spoilers
Si algo nos enseñó cierta niña zombie en la temporada dos de The Walking Dead fue que ningún personaje, por muy importante que sea o simpatizantes tenga del otro lado de la pantalla, tiene la vida asegurada. La terrible realidad dentro del universo de los Muertos vivientes implica historias muy emocionales, la degradación del ser humano ante el caos y el hecho de que, si cada vez hay más zombies, es porque eventualmente todos mueren y se unen al siniestro grupo.
La muy emotiva muerte de Lori –personaje que semana con semana dejaba un sabor agridulce a los televidentes por sus extrañas decisiones sobre el amor, la vida y demás– nos dejará marcados por el resto de la temporada, que dista lejana faltando 12 episodios aún y con tantos eventos a solo cuatro episodios. El ritmo de drama y acción no solo ascendió considerablemente con respecto al capítulo anterior, sino que la acertada decisión de mantener a Guy Ferland como director que mesura con un timing casi perfecto las escenas en la prisión con la vida “tranquila” en Woodbury fue de aplauso. Michonne en labor detectivesca y Andrea lentamente seducida por el Gobernador llevan su propio ritmo y desarrollo para lo que viene más adelante.
Pero regresemos a la prisión. Aunque no doy mucho crédito a que el prisionero Andrew –quien supuestamente había muerto a mano de los zombies tras el abandono de Rick– sea el espía que vigilaba a Carol y el artífice del plan para infiltrar zombies en el perímetro asegurado por los actuales residentes de la cárcel. No sé, esperaba a alguien más ingenioso, pero no recordé ningún personaje reciente que pudiera acumular tal rencor mas que el recluso afroamericano (Merle Dixon está en el pueblo). El punto es que esa atmósfera de oscuridad, sirenas de alarma sonando sin parar y una gran cantidad de zombies (que quién sabe en qué momento se sumaron a la vacilante pareja del principio en tan poco espacio de tiempo) convirtieron el episodio en una auténtica película de zombies de altos niveles de adrenalina.
Todos pensábamos que la reciente discapacidad de Hershel lo haría una víctima inmediata, pero nos mostró cierto el refrán “más sabe el Diablo por viejo, que por Diablo”. T-Dog y Carol entregaron una sensible escena de valor y coraje, donde IronE Singleton tuvo la oportunidad de demostrar finalmente sus dotes actorales. Entregar la vida por un amigo nunca dejará de ser emotivo, y más cuando fue la única persona que demostró compasión por los presos a los que Rick no quería incorporar al grupo.
Pero más emotiva, la escena entre Lori, Maggie y Carl. Nada más certero (dentro de lo improbable de este mundo alterno) que entrar en labor de parto ante una fuerte situación emocional como el ataque inesperado de hordas zombie, y nada más triste que la lejanía de Carol y Herschel para ayudar a Lori con el bebé. Maggie toma una decisión difícil y Carl aún más, al tener que poner una bala en la cabeza de su madre muerta para evitar que regrese como zombie (atención al joven Chandler Riggs, que se proyecta como un gran actor en el futuro). ¡Y lo más triste es que ese bebé, en realidad es huérfano (¿recuerdan a Shane?)! La escena que brinda Andrew Lincoln al final –posiblemente recordando que lo último que vio de Lori fue esa mágica sonrisa de colegiala enamorada– es fuertemente emotiva, con esa posición fetal en el suelo, rodeado de sangre, cadáveres y soledad…
¡Y sólo fue el cuarto episodio! ¿Realmente hay “más pólvora que quemar” en lo que resta de la temporada? Lo que es una certeza es que nuestras bocas críticas –con respecto a la letanía de la temporada anterior– han quedado cerradas.
¿Qué les pareció? ¿Creen que Carol murió? ¿Consideran que gran diferencia entre la muerte de Lori en la serie de TV y el cómic marcará mayores diferencias entre ambas emisiones?