12 años esclavo
La película nominada al Oscar, 12 Years a Slave, es una exquisita conversación fílmica sobre una realidad compleja.
El cine estadounidense nos ha dado diferentes tipos de retratos sobre historias de afroamericanos. Éstas presentan de diversas formas una conversación respecto a un tema lleno de matices y sensibilidades en la sociedad estadounidense. En los terrenos de la charla directa y profunda, reflexiva y madura, se encuentra 12 años esclavo (12 Years a Slave), 3er filme de Steve McQueen (Shame Deseos culpables).
Solomon Northup –un extraordinario Chiwetel Ejiofor– es un hombre negro, libre, padre de familia y que vive en Nueva York. En 1841 es embaucado con una invitación a trabajar, para súbitamente descubrir que ha sido secuestrado y vendido como esclavo.
Las situaciones y la trama avanzan mientras Solomon pasa de dueño en dueño en una serie de infortunios, que ponen al límite su capacidad de tolerancia y de supervivencia en una pesadilla inimaginable. Y ahí la actuación de Ejiofor sorprende en su capacidad para vivir esos excesos, como la escena –sin trucos y sin cortes– en la que por minutos debemos verlo parado de puntitas, apenas logrando apoyar sus pies en el suelo, como único método posible para no morir por la soga amarrada al cuello.
McQueen se da tiempo de detenerse en esos momentos, plantaciones y personajes que se cruzan en el camino del ahora esclavo, para observar y exponer el entorno y la variada psicosociología de la gente de la época desde varias perspectivas: el dueño amable y considerado, la pareja de violentos y agresivos amos, el comerciante con mucha avaricia y nada de escrúpulos, el exacerbado capataz racista y el filosófico menonita que objeta la esclavitud. Sobre esto, ahí quedan para disfrutarse las intervenciones de Paul Dano –sobresaliente–, Benedict Cumberbatch, Michael Fassbender, Sarah Paulson, Paul Giamatti y Brad Pitt.
En los fotogramas de McQueen existen estas constantes sutilezas (y elegancia) con las que se acerca al plano emocional de sus protagonistas, acompañadas de un atrevimiento y crudeza visual-sentimental, a través de escenas sostenidas que nos hacen acompañar por más segundos o minutos de tensión.
Sin duda, un trabajo de una manufactura impecable, con ideas y reflexiones muy profundas, una exquisita conversación fílmica sobre una historia increíble y una realidad compleja y oscura del pasado estadounidense.