La monja – Crítica
Demián Bichir y Taissa Farmiga ofrecen actuaciones sólidas y en el caso del mexicano, logra sacar adelante algunos diálogos que pecan de risibles y un tanto cliché.
La monja es el segundo personaje que se desprende de las películas de El Conjuro. Primero tuvimos Annabelle, dirigida por James Wan y centrada en la muñeca que conocimos en la primera cinta sobre los Warren. Ahora tocó el turno a la terrorífica figura de una monja (al parecer) poseída, y llega de la mano del director Corin Hardy, Taissa Farmiga (como la hermana Irene) y Demián Bichir en el papel del Padre Burke.
Toda película de terror que se precie de serlo tiene una primera secuencia que debe enganchar al público. Ésta debe presentar el escenario al que estamos a punto de entrar y La monja no es la excepción. En cuanto comienza el filme ya estamos completamente inmersos en un convento de hermanas religiosas que están por enfrentarse al verdadero mal: la trama de la cinta.
Era natural que una producción como La monja, que usa el tema religioso como el vehículo principal para contar su historia, coqueteara con uno de los máximos clásicos de terror: El exorcista. Así, la cinta nos presenta a un sacerdote (Bichir) que investigará los sucesos que acontecen en un convento en Rumania con la ayuda de una novicia (Farmiga). Sin embargo, uno de los problemas del filme es que, aunque al igual que la película dirigida por William Friedkin, el religioso que interpreta Demián Bichir es atormentado por sus demonios del pasado, este nunca cuestiona su propia fe como lo hace el padre Karras, y se le busca profundizar a través de flashbacks que dejan ver los errores que ha cometido como sacerdote.
El tema de la duda de la fe lo tenemos con la hermana Irene –aunque de una forma mucho más discreta–, pues al ser un personaje que no se ha entregado del todo al clero, logra establecer un vínculo con la audiencia por su indecisión entre la fe y las explicaciones científicas, como lo deja bien claro su primer diálogo en la película. Farmiga entrega una protagonista creíble, fuerte y capaz de enfrentar los demonios que se le presenten. Por su parte, Bichir es movido por la fe y el conocimiento que tiene de la religión. Estos elementos los convierten en una sólida dupla de la película. Y es de resaltar que el mexicano se apropia totalmente de su personaje y logra salir adelante aun cuando tiene líneas de diálogo que parecen escritas para el Rambo más estereotipado de los 80 en lugar de un padre del Vaticano.
Sin embargo, tanto el pasado del Padre Burke, como el evento que origina la posesión de la monja, son elementos que piden a gritos terroríficos ser considerados para extender el universo de El Conjuro. De tener éxito en taquilla, esta película protagonizada por Bichir y Farmiga podría resultar no sólo en La monja 2 -un camino natural ante la exitosa taquilla de una cinta- sino en dos spin-offs basados en aquellos dos elementos. El problema es justo ese, que ambas cosas se perciben muy «a propósito», es decir, que la intención de los cineastas es clara: ver cuál es el que podría tener más éxito entre el público y de ahí escoger con qué historia extender el universo.
Otro detalle que cambia el tono del universo de El Conjuro es que mientras se ha jugado con la idea de las posesiones demoniacas y aspectos sobrenaturales, jamás se había ido tan al extremo como en esta ocasión, pues juega con elementos que rayan más en lo fantástico que en el terror mismo. Al final no es que esté mal, pues hemos tenido un sinfín de producciones que mezclan estos elementos a la perfección, pero se pierde el tono que ya ha construido el universo de El Conjuro.
En términos técnicos, la película tiene un gran diseño de producción, con locaciones mucho más cinematográficas y alejadas de Estados Unidos. Las construcciones europeas son un elemento interesante, pero desafortunadamente no terminan de lucir lo suficiente, pues se abusa de una fotografía lúgubre y que peca de oscura. Entendemos que es una película de terror y no una comedia romántica… pero tampoco hay que exagerar con lo poco que vemos en pantalla.
La monja desaprovecha una gran oportunidad de presentarnos un episodio de origen terrorífico y mucho más arriesgado. Aun cuando la forma en que esta película se conecta con el resto del Universo del Conjuro es por demás ingeniosa –sinceramente no nos esperábamos que así lo hicieran–, queda lejos de otras entregas de la saga, como El Conjuro o incluso la segunda parte de Annabelle.