Dios no está muerto 2

El problema de las películas con un marcado sentido de proselitismo, abiertamente propagandísticas o evangelizadoras, no es que ése sea su rasgo principal u objetivo. Basta mencionar las obras de la legendaria Leni Rienfenstahl, cineasta que durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo al servicio del régimen nazi, y que más allá de que exaltaba la idea de la supuesta supremacía de la raza aria, mostraba un virtuosismo innegable en su manufactura. El problema es cuando tienen evidentes deficiencias y falta de valores cinematográficos. Es el caso de la presente secuela, una producción que sus creadores han intentado sustentar a base de decir que tiene la intención de “reforzar la fe” a través de su mensaje, algo que también es cuestionable, si tomamos en cuenta que una de las razones para su realización es lo rentable que resultó en taquilla su predecesora, basada en el libro homónimo de Rice Brooks.

Por otro lado, también resulta indicador de la ínfima calidad de estas propuestas, que el reparto lo encabecen dos actores netamente televisivos y poco exitosos en sus intentos por llegar a la pantalla grande. En la primera aparece Kevin Sorbo, y en esta segunda participa Melissa Joan Hart.

Así pues, si en Dios no existe todo gira alrededor de los afanes de un estudiante empeñado en demostrarle a su profesor que Dios sí existe –recurriendo a la exposición de una serie de argumentos que rayan en el absurdo–, ahora seguimos los pasos de una profesora de secundaria que termina en un juicio por mencionar a Jesús en la respuesta que le da a uno de sus alumnos. 

Como resulta evidente, la trama “no niega la Cruz de su parroquia” –nunca mejor aplicado este dicho– y desde su premisa misma apunta hacia una visión tendenciosa y simplista. Y eso es lo que es: un panfleto construido con personajes carentes de matices, que arrojan diálogos acartonados y se desenvuelven en situaciones con desenlaces predecibles. La manufactura es sumamente pobre, aunque al menos el ritmo es constante, lo cual ciertamente ayuda un poco a la hora de tener que soportar la enorme cantidad de imprecisiones, que se acumulan durante dos horas de proyección. Por si lo anterior fuera poco, la estigmatización de las cuestiones laicas en el sistema escolar continúa, y lo radical del acercamiento por parte del director, evita cualquier tipo de discusión o invitación al debate, pues dentro de la película misma no hay tal, en ella todo es blanco y negro. En fin, si hay alguien por ahí que disfrutó de sobremanera la película Dios no existe, esta película los hará muy felices. Pero para el resto del público, en general les parecerá una innecesaria y algo aburrida continuación.

Jesús Chavarría Critico de cine y cómics. Critico en Cine con Kristoff de Telehit. Fue editor de Stageone México. Colaboró con Playboy, Chilango y la edición mexicana de Archie. Hoy escribe para La Razón y Mórbido Magazine. Conduce el programa de radio y Tv, Rocket.