Elvira te daría mi vida pero la estoy usando
Una inconsistente historia de un cineasta prometedor.
Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando, –la nueva película del director mexicano Manolo Caro–, es una historia de desbordes. Todo en ella se sale de algún cauce: desde los empeños de su protagonista Elvira (interpretada por Cecilia Suárez) por dar con su marido, hasta la forma en que el cliché del abandono matrimonial revienta en una cadena de acontecimientos inauditos y desmesurados.
Es más, la misma cinta se sale del esquema “Caro”, pues se trata de la primera ficción que el director estrena en cines sin haberla presentado antes en teatro. A diferencia de No sé si cortarme las venas o dejármelas largas y Amor de mis amores, esta historia no es ninguna adaptación: fue pensada exclusivamente para la pantalla grande. Eso quiere decir que, en comparación con los otros filmes, Elvira fue todo un acto de descubrimiento in situ, de mucha más exploración dentro del set y fuera de la zona de confort del director (esta vez, el elenco no contó con los “ensayos” que te da una puesta en escena de meses, por ejemplo).
Tal salto dio como resultado la que quizás es la cinta más dramática de Caro: la más comprometida con el riesgo y con explorar de forma más madura otros mundos, pero también la que pisa terrenos más inconsistentes. Elvira es una mujer con una pequeña gran tragedia: su esposo (Carlos Bardem) se va por cigarros y nunca regresa. La heroína, entonces, se lanza a una búsqueda estrafalaria –y algo arbitraria– que involucra un posible amante homosexual (Luis Gerardo Méndez), una recepcionista alcahueta (Mariana Treviño), una madre totalmente desperdiciada en el guión (Angélica Aragón), además de allanamientos de morada, una persecución en Acapulco, muchas mentiras y el grito: “¡Soy una mujer desesperada que busca al amor de su vida!”. ¿Exagerado? Sí. ¿Aburrido? No tanto.
Cabe decir que hay mucho de refrescante y prometedor en Elvira. Hasta ahora, la filmografía de Caro, aunque no exenta de personajes atormentados, se había inclinado más hacia la comedia “almodovariana”, con varias voces protagonistas. Elvira, por otro lado, es su primer personaje principal femenino en solitario, con más que una pizca de melodrama. Además, está acompañada por toda una novedad: un Luis Gerardo Méndez sin el traje de Javi Noble. El actor tiene la oportunidad de mostrar otras facetas al interpretar un doble rol, en un guión de montaña rusa, lleno de giros voluntariosos que hacen imposible adivinar en qué acabará todo. En todo ello es muy evidente la intención del director de hacer cintas que se vayan por caminos inexplorados y saquen del sopor al cine comercial mexicano. Y eso se agradece.
Y sin embargo, en la trama hay demasiadas decisiones gratuitas que son imposibles de ignorar: acciones injustificadas, momentos de sobreactuación y una secuencia de situaciones que se sienten forzadamente excéntricas. Elvira se mete en problemas innecesarios que parecen salir de la nada. El tono fluctúa constantemente, lo cual hace evidente que se trata de una historia que no ha sido probada, delimitada y “tallereada” en el teatro.
Aún así, Manolo Caro demuestra una vez más que puede ser el cineasta que le de nuevos aires y más ingenio a la maltratada comedia mexicana, aunque todavía le falte mucho camino que recorrer.