El dador de recuerdos
The Giver, adaptación del libro homónimo de Lois Lowry, es poco original pero palomera.
Basada en el libro homónimo de Lois Lowry, El dador de recuerdos (The Giver) tiene como principal defecto ser un claro ejemplo de lo que Hollywood acostumbra hacer tras el éxito de blockbusters como Los Juegos del Hambre o Divergente: copiar su fórmula al infinito.
En un mundo postapocalíptico, los seres humanos viven en comunidades aisladas en las que todo es aparentemente perfecto porque nadie conoce el dolor ni el sufrimiento: no hay guerras, ni odio o envidia, vaya, ni siquiera catástrofes naturales. Todo es estabilidad y armonía en una sociedad en la que a cada uno se le otorga un rol al cumplir 18 años. Jonas (Brenton Thwaites) siempre se ha sentido diferente y por eso no está seguro del trabajo que le será asignado. Para su sorpresa, durante la ceremonia la ‘Anciana en jefe’ (Meryl Streep) le informa que dado que reúne los 4 atributos principales, ha sido elegido para ser el siguiente ‘Guardián de recuerdos’, uno de los papeles más importantes dentro de la sociedad.
Para su entrenamiento Jonas queda bajo la tutela de un anciano al que ahora se denomina ‘el Dador’ (Jeff Bridges). Él empezará a transmitir a Jonas una serie de recuerdos de la humanidad que le mostrarán que el mundo sin emociones en el que vive es falso y carente de sentido, por lo que decide retar al sistema establecido.
El dador de recuerdos no es sólo poco original en la trama (que incluso toma elementos de Un mundo feliz de Aldous Huxley), también recurre al cliché del blanco y negro para hacer obvio el mundo gris y neutro en el que se desenvuelven los personajes y que se va tornando de colores conforme recuperan su humanidad.
Jeff Bridges brinda una actuación suficiente, mientras que Meryl Streep parece estar siguiendo los pasos de Robert de Niro, aceptando el papel que sea con tal de no quedarse aburrida en su casa; aunque debe reconocerse que resulta un tanto refrescante verla como la mala de la película. Si bien la película ofrece algunos momentos emotivos, todos provienen de lugares muy comunes. La suma de todo lo anterior deja a El dador de recuerdos como una cinta para adolescentes lo suficientemente entretenida para una tarde en la que no se tenga otra cosa que hacer. Nada más.
Claudia Llaca Ama el aroma a celuloide por las mañanas porque lo suyo, lo suyo, lo suyo es el cine. Dice que es el único que sigue haciéndole ofertas que no puede rechazar.
