Cambio de ruta
La ópera prima de Christopher Hool, Cambio de ruta, es una chick flick que nos da un tour por la Riviera Maya.
Todos conocemos el cuento: había una vez una chica que, en su camino hacia nuevos descubrimientos emocionales, vocacionales o de cualquier otra índole, se topó –de paso– con el amor, de la forma más (in)esperada posible.
De ello hemos sido testigo en incontables ocasiones, dentro del burbujeante y a veces culposo mundo de las llamadas chick flicks. Pero ésta es la 2a vez en lo que va del año que lo vemos suceder en los paisajes tropicales de un Quintana Roo de postal, salido de un libreto que, ante todo, busca apegarse sin muchos riesgos a la fórmula del género con Cambio de ruta.
Hace sólo un par de meses, la actriz y productora mexicana Martha Higareda caminaba vestida de novia por los mismos manglares en Cásese quien pueda, que se convirtió en el segundo mejor estreno de la historia para una película mexicana. Ahora, es posible que Cambio de ruta, ópera prima de Christopher Hool (productor de Cansada de besar sapos), busque emular una respuesta en taquilla del estilo, aprovechando la buena fe que las comedias mexicanas inspiran últimamente.
Protagonizada por Sandra Echeverría y Osvaldo de León, la película tiene, eso sí, una heroína opuesta a la “niña bien”. Nicté (Echeverría) es de Quintana Roo y nació para ser una sola cosa: una guía de turistas. Enamorada de su tierra, es especialista en ofrecer recorridos inolvidables, dentro de la compañía Arroyo Tours. Sin embargo, un cambio de política empresarial la impulsan a levantar su propio negocio, a lado de su mejor amigo, interpretado por Héctor Jiménez (al parecer, el sidekick favorito del cine mexicano).
Coincidentemente, su primer cliente resulta ser Cristóbal (Osvaldo de León), el desorientado heredero de Arroyo Tours, un antropólogo citadino que es prácticamente un extranjero. Nicté se encarga de enseñarle las bellezas escondidas de la zona, como si fuera una moderna mezcla de Pocahontas y Bárbara Blade.
Plácidamente predecible, Cambio de ruta hace uso del esqueleto básico de una chick flick, segura y sin desvíos: con malévolas empresarias, un príncipe azul que sólo está para enamorarse y una heroína que logra ser carismática. Sin embargo, está vestida de los tesoros de la Riviera Maya. Es, en sí misma, un tour por sus paraísos, con un trasfondo de temas como la importancia de la preservación natural ante los grandes complejos turísticos.
La lucha por los sueños también es parte de la moraleja, pero, hay que decirlo, éstas fungen sólo como el marco de una historia de amor que ya hemos visto, y que ahora germina en espléndidos escenarios. No exige mucho del espectador ni de su guión: desde un inicio sabemos lo que pasará, aunque es verdad que le apuesta más a lograr momentos naturales, que a las sorpresas. El resultado es un divertimento ligero, con un final flojo, sólo para aquellos que deseen pasar el rato.